Autor: Cornelis P. Venema.

Traductor: Martín Bobadilla.

Revisión: Valentín Alpuche.

Introducción

Tanto como cualquier aspecto de la teología, la arena de la escatología bíblica ha sido un campo de batalla de concepciones en competencia a lo largo de los últimos dos siglos. En la historia de la teología cristiana, el interés en las cuestiones de la escatología ha sido intermitente. Sin embargo, en el último siglo o más, no sería exagerado decir que la escatología se convirtió y continúa siendo uno de los principales tópicos para el debate entre los intérpretes de las Escrituras.

Quizás uno de los tópicos más controvertidos y apasionados dentro de la órbita de la escatología es la cuestión del futuro de Israel. No solo con la aparición del premilenialismo dispensacional como un punto de vista influyente dentro del evangelicalismo norteamericano, sino también con el establecimiento del estado de Israel en 1948, mucho del renovado interés ha sido dedicado a los propósitos de Dios con respecto a su pueblo ancestral[2]. Generalmente entre los cristianos, no es inusual encontrar que se plantee la pregunta sobre Israel, aunque las respuestas presentadas son a menudo ampliamente divergentes e inadecuadamente justificadas apelando a argumentos bíblicos y teológicos. Mientras que no será mi preocupación en lo que sigue detallar la historia de la reflexión de la Iglesia sobre el tema de los propósitos de Dios para Israel, casi sobra decir que esta se ha convertido en uno de los tópicos más disputados dentro de la Iglesia cristiana contemporánea.

El foco de mi tratamiento de esta cuestión en este artículo será sobre Romanos 11, especialmente el versículo 26, donde el apóstol Pablo concluye un largo tratamiento de la intención salvífica de Dios con respecto a Israel. Este pasaje es generalmente reconocido como la evidencia novotestamentaria más importante que se relaciona directamente con la cuestión del propósito de Dios para Israel en la historia de la redención. Si bien sería valioso considerar la historia de la interpretación de este pasaje, lo trataremos directamente y ofreceremos una interpretación de su enseñanza en contraste con el trasfondo de los debates contemporáneos. Sin embargo, antes de que abordemos el argumento en Romanos 11, y particularmente el significado del lenguaje de Pablo en el versículo 26, necesitamos revisar algunos temas bíblicos generales que proveen un tipo de infraestructura bíblica para la interpretación de este pasaje. Un repaso de estos temas colocaran nuestra discusión de Romanos 11:26 en el marco más amplio de la escatología bíblica.

 I. Las “Señales de los Tiempos”

En escatología, ha llegado a ser común hablar de las “señales de los tiempos” para referirse a esos eventos que caracterizan la historia en el período del inter-adviento entre la primera venida de Cristo y su venida al final o consumación de los tiempos. El gran evento sobre el horizonte, hasta donde concierne a la escatología bíblica, es el evento conocido como la segunda venida de Cristo, donde juzgará a los vivos y a los muertos. El lenguaje de las “señales de los tiempos” es usado a menudo para designar aquellas características de la historia de la redención que marcan el período antes del regreso de Cristo. A pesar del uso común de esta expresión en la discusión moderna, solo se encuentra en un lugar en el Nuevo Testamento, Mateo 16. Interesantemente, en este pasaje la frase no se refiere tanto a eventos futuros sino a eventos ya presentes. En Mateo 16:1 los fariseos y saduceos vienen a Jesús y le piden que les muestre “señal del cielo”. Jesús respondió, “sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis!” (τὸ μὲν πρόσωπον τοῦ οὐρανοῦ γινώσκετε διακρίνειν, τὰ δὲ σημεῖα τῶν καιρῶν οὐ δύνασθε). En su respuesta a la petición de los fariseos y saduceos, Jesús hace referencia a las obras de Dios que revelan su voluntad y propósito, como las obras enlistadas en Mateo 11:5, confirmando que Jesús era el Cristo prometido: “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio”.

Aunque las Escrituras no usan la frase “las señales de los tiempos” específicamente para indicar la naturaleza del período de inter-adviento antes del regreso de Cristo, no es difícil entender cómo la expresión vino a ser usada de esta manera. Tal como ciertas señales en el pasado de la historia de la redención revelan y confirman el propósito de Dios, así ciertas señales en esta era presente apuntan al regreso de Cristo. La expresión, “las señales de los tiempos”, sirven como una clave teológica para designar esos eventos que la Palabra de Dios dice que confirman que la historia se está moviendo hacia el día del Señor. Son indicadores de que Cristo regresará como prometió, y recordatorios de que está sentado a la diestra del Padre, gobernando todas las cosas para el bien de su Iglesia y llevando la historia a su final señalado.

En el uso popular, estas “señales de los tiempos” a menudo están restringidas a algunos eventos que ocurrirán inmediatamente antes del regreso de Cristo. Sin embargo, en la enseñanza bíblica una variedad de señales son identificadas, muchas de los cuales abarcan el período completo entre la ascensión de Cristo a los cielos y su segunda venida, incluyendo algunas que ya tuvieron lugar en el tiempo de la destrucción de Jerusalén en el 70 A.D. Por ejemplo, la rica diversidad de señales mencionadas en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21 no puede ser acomodada a la idea de que todas ellas deben ocurrir en el  período poco antes de la segunda venida de Cristo. Ni estas señales nos permiten fechar el tiempo exacto del regreso de Cristo. A menudo las profecías escriturales con respecto a estas señales son leídas como si fueran reportes periodísticos sobre eventos en el futuro, escritas con detalle cronológico exacto.[3] Las señales de los tiempos, sin embargo, no proporcionan una agenda exacta para el regreso de Cristo. Otra suposición que a menudo plaga nuestro entendimiento de “las señales de los tiempos” es que son siempre anormales, catastróficas y espectaculares.[4] La tendencia es a menudo pensar en circunstancias inusuales que caracterizarán la historia antes del regreso de Cristo tales como guerras, rumores de guerras, terremotos, el anticristo y el Armagedón. No solo estas señales nos permiten verificar la inminencia de la venida de Cristo, sino que también son señales inusuales y sorprendentes.

Contrario a estas opiniones populares con respecto a las “señales de los tiempos”, es importante observar que las señales de las que se habla en la Escritura frecuentemente se refieren por igual a la historia de las relaciones de Dios con su pueblo en el pasado y tienen antecedentes en el Antiguo Testamento. Muchas señales también están ocurriendo en el presente en lo que podemos pensar como historia “ordinaria”. Todas ellas llaman al pueblo de Dios a una vigilancia constante y a una anticipación del futuro llena de esperanza en el propósito de Dios. Aunque no nos permiten fechar el regreso de Cristo, siguen siendo señales de ese regreso y están estrechamente relacionadas a él. Dondequiera que los pasajes del Nuevo Testamento hablan de varios eventos que tendrán lugar durante el curso de la historia, se refieren a ellos como indicadores de que el fin está cerca. Recuerdan al creyente que la historia se está moviendo hacia su meta designada: la revelación de Cristo y la consumación del reino de Dios. Otra característica frecuentemente presentada en la delineación de la Biblia de “las señales de los tiempos” es la insistencia en la antítesis entre el reino de Dios y los poderes del mal. Como la historia se mueve hacia adelante bajo el señorío de Jesucristo, esta antítesis se vuelve cada vez más evidente y el seguro triunfo de la causa de Cristo es anunciado. Finalmente “las señales de los tiempos” recuerdan al creyente y de igual forma al incrédulo que hoy es el día de salvación. Llaman a los creyentes a una vigilancia constante. Cristo dijo a los discípulos, “Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor” (Mateo 24:42). También llama a los creyentes a estar preparados para la venida del novio celestial, Jesucristo, que recibirá a su novia y lanzará a sus enemigos a la destrucción eterna (2 Tesalonicenses 1:6-10).

Por consiguiente, es dentro del amplio marco de estas así llamadas “señales de los tiempos” que surge naturalmente la pregunta con respecto al futuro de Israel. En su importante estudio, La Biblia y el Futuro, Anthony Hoekema ofrece una descripción de los tipos de señales que marcarán el período entre la primera y la segunda venida de Cristo.[5] De acuerdo a Hoekema, estas señales pueden ser consideradas bajo tres categorías: primero, señales del obrar presente y eventual triunfo de la gracia de Dios (la predicación del evangelio, la salvación de “todo Israel”); segundo, señales de la antítesis, la intensificación del conflicto entre el reino de Cristo y el reino del anticristo (tribulación, la gran tribulación, la apostasía, el anticristo); y tercero, señales del juicio presente de Dios anticipando el gran juicio (guerras y rumores de guerras, hambrunas y terremotos, la batalla de Armagedón). La cuestión del futuro de Israel dentro de los propósitos redentores de Dios pertenece, por consiguiente, al tema más amplio de aquellos eventos que señalarán el progreso de la historia bajo la superintendencia soberana de Dios en Cristo y por su Espíritu en esta era presente.

Desde el punto de vista del entendimiento bíblico de las “señales de los tiempos”, la pregunta con respecto al significado de “todo Israel” en Romanos 11:26 se puede expresar con más precisión: ¿Enseña el Nuevo Testamento que, entre los eventos que anunciarán el progreso de la historia redentora en el período antes de la consumación de la era presente, la salvación de Israel, el pueblo ancestral de Dios, será un evento de especial importancia?

II. ¿Las naciones gentiles han desplazado a Israel

en la era actual?       

Antes de volver nuestra atención a Romanos 11, que trata esta pregunta en una forma particularmente sorprendente, es instructivo observar cómo se asume frecuentemente que la salvación de las naciones gentiles ha desplazado a la salvación de Israel como el foco de los propósitos redentores de Dios en la era actual. Esta suposición no es difícil de explicar. Puesto que mucho del pueblo de Israel respondió en incredulidad al ministerio de Cristo y a la predicación de los apóstoles, la proclamación misionera del evangelio del reino fue cada vez más extendida a las naciones gentiles. En contraste al relativo pequeño número entre los hijos de Israel que se convirtieron en miembros de la comunidad del nuevo pacto, la Iglesia de Jesucristo, el número de creyentes gentiles se volvió cada vez más predominante.

Con el paso del tiempo, muchos tomaron este patrón para querer decir que el propósito redentor de Dios hacia Israel había concluido, y que los pueblos gentiles eran ahora el peculiar, casi exclusivo, foco de su obra salvadora a través de Jesucristo. Aunque la Iglesia cristiana jamás aceptó la aguda distinción entre los propósitos respectivos de Dios para Israel, como un grupo étnico, y para la Iglesia, como una comunidad predominantemente gentil, en la manera del dispensacionalismo moderno, una visión casi dispensacional surgió y asumió que el propósito redentor de Dios para Israel había concluido en la era actual. Debido a que la Iglesia es el nuevo “Israel de Dios” (Gálatas 6:16; 1 Pedro 3:9-10), cualquier atención especial a la salvación de Israel, a diferencia de los gentiles, es considerada como problemática.

El problema con esta suposición, sin embargo, es que va en contra de algo que descubriremos en nuestro examen de Romanos 11. El apóstol Pablo, que era únicamente apóstol de los gentiles, parece tener un interés pertinaz en la cuestión del propósito soberano de Dios de la redención para su pueblo ancestral, Israel. Para Pablo, la salvación de los creyentes gentiles dentro del propósito electivo de Dios no eclipsa algún otro interés en la cuestión del futuro de Israel. De hecho, para Pablo el contraste entre la incredulidad de Israel y la salvación de los gentiles plantea la pregunta del futuro de Israel en forma más conmovedora. Para apreciar porque esto es así, debemos tomar nota de la promesa del Antiguo Testamento con respecto al futuro que tiene lugar en el propósito de Dios para la salvación de su pueblo. Estas promesas incluyen un futuro donde las bendiciones del pacto se extenderán a todas las familias de la tierra. Pero también incluyen la promesa de una futura restauración y salvación para Israel, al cual se unirán las naciones.

Las promesas del Antiguo Testamento claramente incluyen la anticipación de una era cuando el evangelio iría a todas las naciones.[6] Desde el principio de las relaciones del Señor con su pueblo del pacto, su promesa de salvación incluyó bendiciones para todas las familias y naciones de la tierra (Génesis 12:3). Se considera comúnmente que Génesis 12 describe el establecimiento formal del pacto de gracia y recuerda la promesa original del Señor a Eva de que su simiente aplastaría la cabeza de la serpiente (Génesis 3:15). Después, a Abram se le prometió una gran recompensa (Génesis 15:1), un heredero por quien la gracia del Señor se extendería a todos los pueblos. Cuando Abram era de noventa y nueve años, el Señor prometió: “Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti” (Génesis 17:7).

Por lo tanto, las relaciones de gracia del Señor con Israel establecieron la etapa en la historia de la redención para una eventual extensión de las bendiciones del evangelio a todas las familias de la tierra. No importa cuánto de esta visión del propósito salvador de Dios pudo haber sido suprimida pecaminosamente entre el pueblo de Dios del Antiguo Testamento, es básica para un entendimiento de la historia redentora antes del envío del Mesías. No solo se repite la promesa de salvación para todo el pueblo subsecuentemente en el libro de Génesis (ver Génesis 18:18, 22:18, 26:4, 28:14), sino que se ilustra también a través del Antiguo Testamento por la inclusión de no israelitas entre el pueblo de Dios (Rahab, Rut, sirvientes domésticos y extranjeros).

Es notable ver cómo la inclusión de las naciones se celebra a través del salterio (por ejemplo, Salmos 8,19:1-4, 67:4, 103:19). Salmo 24:1 declara que “de Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan”. El gobierno del rey prometido en la línea de David será un gobernante sobre toda la tierra (ver Salmo 72:19). La adoración al Señor frecuentemente incluye un regocijo en su triunfo incuestionable sobre todos sus enemigos (Salmo 47:2, 77:13, 136:2), el llamamiento para hacerlo conocido entre las naciones (Salmos 9:11, 108:3), y la invitación a las naciones para unirse en la alabanza del Señor (Salmo 50:4; 87; 98:4; 113:3; 117). Entre estas invitaciones ninguna es más poderosa que el Salmo 96:7: “Tributad a Jehová, oh familias de los pueblos, dad a Jehová la gloria y el poder”. El lenguaje del salterio hace eco y repite la promesa de que el Señor tiene la intención de darse a conocer entre todas las naciones y extender sus bendiciones del pacto a todos los pueblos.

El anuncio de la venida del Señor y la salvación de las naciones se reitera en los escritos proféticos del Antiguo Testamento. Aunque hay muchas facetas de este anuncio, todas están centradas en la convicción de que el Señor vendrá a juzgar a las naciones en justicia y gran salvación para todos los pueblos (cf. Salmos 59:5; 82:1,8; 96:13). El día del Señor, aunque descrito y entendido de diversas formas, promete el derramamiento del Espíritu del Señor sobre toda carne (Joel 2:28). Isaías elocuentemente anuncia que “acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes… y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos” (Isaías 2:1-4, 44:8, 66:19). Zacarías proclama un anuncio similar (Zacarías 8:18-23). Se promete un nuevo día en que todas las naciones verán la gloria del Señor y entrarán en el gozo de la completa salvación. La simiente de la mujer, el hijo de Abraham, vendrá, y en él la bendición del pacto será impartida a cada familia y cada pueblo.

Solo dentro de este escenario del Antiguo Testamento es posible apreciar el significado del cumplimiento del Nuevo Testamento. La predicación del evangelio a las naciones, mandado por Cristo en la gran comisión (Mateo 28:18-20), es un cumplimiento del tiempo final de la antigua promesa del Señor. Aunque a menudo no es apreciado adecuadamente, es ciertamente un desarrollo sorprendente en la historia de la redención. La predicación del evangelio que es “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16), es una de las claras señales de que vivimos en los últimos días de la historia de la redención, días en que la promesa de Dios se está cumpliendo y el triunfo de su pacto de gracia en Cristo se está manifestando.

Esto se enseña explícitamente en los evangelios del Nuevo Testamento. En Mateo 24, se nos dice que los discípulos vinieron a Jesús y le preguntaron cuál sería la señal de la venida del Cristo y el final del siglo. Jesús mencionó un número de señales, entre ellas, guerra y rumores de guerras, hambre y terremotos, tribulación y apostasía. Sin embargo, especialmente prominente entre estas señales, es la predicación del evangelio: “Y este evangelio del reino”, Cristo anuncia, “será predicado en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14, ver también Marcos 13:10). Jesús claramente afirma que la predicación es una señal que debe preceder al fin del siglo y al regreso del Hijo del Hombre. La predicación del Nuevo Testamento del evangelio del reino está vinculada con las promesas del Antiguo Testamento de la bendición para todas las naciones al final de los tiempos. La gran comisión de Mateo 28 respira el espíritu de la promesa del pacto original del Señor con Abraham. Cuando Cristo les dice a los discípulos que vayan y hagan discípulos a todas las naciones, es ciertamente el cumplimiento de la promesa a Abraham. El mismo énfasis sobre la predicación del evangelio a todas las naciones es visto en los pasajes paralelos en los evangelios de Marcos (16:15-16) y Lucas (24:46-49).

Que la predicación del evangelio marca este período como los últimos días es evidente también en el libro de los Hechos, que registra el ministerio de Cristo a través de los apóstoles en el establecimiento de la Iglesia del Nuevo Testamento. En pentecostés, la promesa del derramamiento del Espíritu Santo se expresó especialmente en la poderosa predicación del evangelio de Cristo (Hechos 2). Hechos traza el avance maravilloso del evangelio en el poder y la presencia del Espíritu, comenzado en Jerusalén y extendiéndose a las partes más lejanas de la tierra (Hechos 1:8). Del mismo modo, en las epístolas del Nuevo Testamento es evidente que los apóstoles entendieron su predicación de esta forma (ver 1 Pedro 2:6-10). Frecuentemente, la predicación del evangelio, aunque para el mundo locura y debilidad, es considerado como una demostración del Espíritu y de poder (1 Corintios 1:18-31, 2:4-5). En consecuencia, los apóstoles en su predicación exhibieron un espíritu no de miedo y timidez sino un Espíritu de poder (1 Corintios 4:20; 1 Tesalonicenses 1:5; 2 Corintios 4:7). El misterio de Cristo, escondido por siglos pero ahora revelado en la plenitud de los tiempos, incluye el propósito invencible de Dios de salvar al pueblo elegido de cada tribu y lengua y nación (Efesios 1:3-14). Este propósito será cumplido a través del ministerio del evangelio de la reconciliación en Cristo.

Sin embargo, aunque el Antiguo Testamento promete un futuro derramamiento de bendición sobre las naciones y pueblos de la tierra, debe observarse que estas promesas no excluyen al pueblo de Israel. En ninguna parte, el Antiguo Testamento sugiere que la salvación de las naciones gentiles ocurrirá de tal forma que el pueblo de Israel sería dejado atrás y olvidado. Más bien, la promesa del Antiguo Testamento de una futura incorporación de todos los pueblos de la tierra incluye la promesa de la restauración y la salvación del pueblo de Israel. Tendremos ocasión de observar en nuestro tratamiento de Romanos 9-11, el pasaje más importante del Nuevo Testamento sobre los propósitos de Dios con respecto a Israel, que esta promesa de la restauración de Israel forma un contexto importante para el argumento del apóstol Pablo en estos capítulos.

La promesa del Antiguo Testamento no era que Dios abandonaría a su pueblo Israel, y poniendo en su lugar a las otras naciones como el objeto de su amor salvador, sino que incluiría a todas las naciones bajo la cubierta de su misericordia salvadora. La promesa del Señor a Israel es que a través de ella, y no aparte de ella, la promesa sería extendida a todos los pueblos. Esta promesa se confirmó a través de la historia de las relaciones del Señor con su antiguo pueblo del pacto, siempre que no israelitas o extranjeros fueron congregados en y nombrados entre el pueblo de Dios. Sin embargo, aunque los tratos del Señor podían haber sido particulares y limitados con una nación especial, Israel, su propósito nunca estuvo limitado a él. No debe sorprendernos, por lo tanto, que la promesa del Señor con respecto a una futura reunión de las naciones gentiles se unió a su promesa de la salvación de Israel. Su pueblo Israel permaneció en el centro de la realización futura de sus propósitos de salvación. Cuando, por ejemplo, Salmo 22 habla del día futuro en el cual “se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti” (Salmos 22:27), será en la compañía de la “descendencia toda de Jacob….y descendencia toda de Israel” (Salmo 22:23). La bendición que cae sobre Israel será el medio por el cual la salvación del Señor se dará a conocer entre todas las naciones (Salmos 67). El anuncio de salvación a Sión tendrá lugar a la vista de todas las naciones, “y todos los confines de la tierra verán la salvación del Dios nuestro” (Isaías 52:7,10). En el día futuro de la venida del Señor para salvar a su pueblo, las naciones son descritas viniendo a la luz de Sión, y se dice que los reyes vienen al “resplandor de tu nacimiento” (Isaías 60:1-3). Por lo tanto, el futuro de Israel mantuvo la perspectiva no solo de la reunión de las naciones y los pueblos a Sión sino también de su restauración para renovar el compañerismo y el favor con el Señor.

III. El futuro de Israel: “Y luego todo Israel será salvo”

Hemos dedicado cierta atención a estos temas bíblicos generales antes de dirigirnos a Romanos 11, porque proveen un contexto para entender la pregunta que el apóstol Pablo busca responder en este capítulo y el capítulo precedente. Lo que hemos descrito como las promesas del Antiguo Testamento con respecto a la salvación de las naciones y el futuro de Israel constituye el trasfondo del argumento del apóstol Pablo en Romanos 11. Todas estas promesas del Antiguo Testamento con respecto al futuro de Israel forman un contexto escritural dentro del cual  debemos entender la gran pregunta con la que el apóstol Pablo lucha en Romanos 9-11: “¿Ha desechado Dios a su pueblo?” (Romanos 11:1). En estos capítulos, tenemos un largo comentario sobre el tema de los propósitos de Dios en la historia de la redención con respecto a la salvación tanto de judíos como de gentiles. Debido a la importancia de esta sección del libro de Romanos y el argumento en Romanos 11 especialmente, regresaremos en lo que queda de este artículo a un análisis de cómo el apóstol Pablo trata el tema del futuro de Israel en este pasaje.

1. El problema planteado en Romanos 9:1-6

Para entender el argumento de estos capítulos, al menos la parte dirigida al propósito redentor de Dios para Israel, es necesario comenzar con un entendimiento claro del problema planteado en Romanos 9:1-6, el cual constituye la ocasión para el apóstol Pablo de una larga exposición de los propósitos redentores de Dios, no solo para los gentiles, sino especialmente para el pueblo de Israel. Puesto concisamente, el problema al que Pablo se dirige es si la palabra y promesa de Dios con respecto a Israel ha fallado.

Este problema surge dentro del contexto de la rotunda conclusión y de la afirmación confiada del apóstol Pablo en Romanos 8. Habiendo expuesto la misericordia y gracia de Dios en la salvación de su pueblo en Cristo a través de la fe, el apóstol se regocija de que nada podrá separar a aquellos que han sido llamados de acuerdo al propósito de Dios y a la gracia electiva de su amor en Cristo (Romanos 8:28-29). El canto de Pablo de la confianza en la gracia de Dios y en su propósito redentor casi parece ser la conclusión hacia el cual el argumento completo en Romanos 1-8 ha sido guiado. Aunque toda la gente por naturaleza es pecadora, mereciendo la ira y el juicio de Dios, es provisto un camino de salvación para todos aquellos que crean en Jesucristo. Aunque la ira de Dios se revela desde los cielos contra toda impiedad e injusticia de los hombres que suprimen la verdad en injusticia (Romanos 1:18-32), y aunque “no hay justo ni aun uno” (Romanos 3:10), la gracia y la misericordia de Dios en la justificación y salvación gratuita de los pecadores es la esperanza de todos los creyentes, Romanos 8 concluye, por lo tanto, con una afirmación culminante de la victoria de la gracia de Dios en Cristo para todo aquel que cree.

Sin embargo, de esta confianza en la gracia de Dios en Cristo surge un problema inevitable para el apóstol Pablo. ¿Cómo puede regocijarse en el triunfo de la gracia de Dios en Cristo por la fe, cuando esta gracia parece ser de tan poco efecto entre el pueblo de Israel en su día? Si los propósitos de Dios y las promesas con respecto a Israel han terminado en falla e incredulidad, ¿cómo puede decir que el evangelio es el poder de Dios para salvación, al judío primero y también al griego? De hecho, si la palabra de Dios ha fallado con respecto a Israel, ¿puede él (y nosotros) tener confianza en que las promesas de Dios no fallarán con respecto a los gentiles? Este es el gran y desconcertante problema que oprime al apóstol al comienzo de Romanos 9-11, como las primeras palabras del capítulo 9 elocuentemente testifican:

“Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne; que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.”

La pregunta, entonces, a la cual se dirige todo el argumento de Romanos 9-11, es si la Palabra y la promesa de Dios han fallado debido a la aparente incredulidad de muchos de los hijos de Israel.

2. La resolución general de Romanos 9 & 10

A esta pregunta difícil, la respuesta general del apóstol Pablo a través de los capítulos es un rotundo “no”. Esta respuesta es desarrollada con cierto detalle en los capítulos 9 y 10, primero en términos de la apelación de Pablo al propósito de la elección de Dios, que discrimina entre los hijos de Israel que son “hijos de la promesa” (τὰ τέκνα τῆς ἐπαγγελίας, 9:8) y aquellos que no lo son, y segundo en términos de la incredulidad de muchos  en el pueblo de Israel. Estos capítulos afirman enfáticamente que la Palabra de Dios en ningún sentido ha fallado ante la incredulidad de muchos de los parientes de Pablo de acuerdo a la carne. Más bien, tal como ha sido el caso en la historia previa de la redención, el propósito de Dios de acuerdo a la elección (ἡ κατ’ ἐκλογὴν πρόθεσις τοῦ θεοῦ) ha sido y está siendo realizado (Romanos 9:11). Tal como el propósito de la elección discrimina entre aquellos que eran hijos de Israel solo de acuerdo a la carne, y otros que eran verdaderos hijos de acuerdo a la promesa y propósito de Dios, así también el propósito de la elección continuará siendo realizado en la salvación de algunos y no de otros.

De esta manera, el apóstol Pablo responde generalmente la pregunta con respecto al supuesto fallo de la Palabra y promesa de Dios, argumentando que a través de toda la historia de las relaciones del Señor con su pueblo Israel, algunos fueron llevados a la salvación y otros fueron endurecidos en su incredulidad de acuerdo al propósito de la elección de Dios. En ningún momento de esta historia ha fallado el propósito de Dios de ninguna manera o  no alcanzó a realizarse. También argumentó a lo largo de Romanos 9:30ss. y a través del capítulo 10 que la razón del fracaso de muchos israelitas para salvarse a través de Cristo está en sus esfuerzos incrédulos para obtener la salvación, no por el camino de la fe, sino sobre la base de las obras (Romanos 9:30-10:4). Aunque muchos de los hijos de Israel fueron celosos de Dios, su celo no era de acuerdo a conocimiento. Más que someterse a la justicia de Dios, que se revela a través de Cristo que es el “fin de la ley…, para justicia a todo aquel que cree” (τέλος γὰρ νόμου Χριστὸς εἰς δικαιοσύνην παντὶ τῷ πιστεύοντι 10:4), buscaron establecer su propia justicia obedeciendo la ley. Consecuentemente, la profecía de Isaías había sido cumplida, a saber, que Cristo se había convertido para ellos en una “piedra de tropiezo y roca de caída (λίθον προσκόμματος καὶ πέτραν σκανδάλου, 9:33). El camino de salvación tanto para judíos como para gentiles es el mismo: solo aquellos que, al escuchar la palabra del evangelio predicado, creen con su corazón e invocan el nombre del Señor, serán salvados.

Aunque no es necesario para nuestro propósito trazar todos los pasos en el argumento del apóstol en los capítulos 9 y 10, es evidente que su respuesta inicial a la cuestión planteada por la incredulidad y apostasía de Israel es apelar a la gracia y propósito electivo de Dios, que no ha fallado y no puede fallar. En el lenguaje que el apóstol usa al comienzo del capítulo 11, siempre ha habido un “remanente, escogido por gracia” (λεῖμμα κατ’ ἐκλογὴν χάριτος γέγονεν, 11:5) de entre la compañía más amplia de los hijos de Israel. A pesar de esta declaración bastante abreviada de la resolución general a la pregunta presentada en este pasaje, no es difícil captar el meollo de la respuesta del apóstol. En el curso completo de la historia de la redención, Dios ha estado operando en su propósito electivo. Solo este propósito es la base para la salvación de algunos de todo el número de los hijos de Israel en el pasado. También es la única base para la salvación de cualquiera, ya sea judío o gentil, en el presente y el futuro. Podemos estar ciertos de una cosa: el apóstol insiste en que el propósito electivo de Dios  no ha fallado en el pasado, no está fallando en el presente y ciertamente no fallará en el futuro. Todos aquellos que Dios ha elegido salvar en Cristo serán indefectiblemente salvados.

3. La Resolución Particular de Romanos 11:

“Todo Israel será salvo”

Sin embargo, la respuesta de Pablo al enigma de la incredulidad de muchos de sus compañeros, no concluye al final del capítulo 10. Al cierre del capítulo 10, insinúa que la salvación a través de la fe en Cristo que está siendo otorgada a los gentiles tendrá consecuencias para los hijos de Israel.  Citando a Moisés en Deuteronomio 32:21, Pablo nota que el poder salvador de Dios entre los gentiles servirá para provocar a Israel a “celos”, insinuando que estos celos pueden ser la ocasión para un renovado retorno al Señor en fe.

Aunque el capítulo 10 termina con una nota sobria –el Señor ha sido hallado por aquellos que no le buscaron, como Isaías había profetizado anteriormente, pero entre Israel había habido una desobediencia persistente a la propuesta de gracia del Señor– el capítulo 11 continúa dirigiendo el problema de la incredulidad de Israel y ofrece una solución que va más allá del argumento de los capítulos 9 y 10. La solución directa de Pablo al problema de la apostasía de Israel se desarrolla con cierta extensión en este capítulo, y por lo tanto debemos prestarle cuidadosa atención. Este capítulo lleva a la conclusión crítica establecida en el verso 26, “y luego todo Israel será salvo” (καὶ οὕτως πᾶς Ἰσραὴλ σωθήσεται), conclusión que provoca que el apóstol estalle en una doxología de alabanza a Dios por la profundidad de las riquezas de su sabiduría y conocimiento (Romanos 11:33).

Tres Puntos de Vista sobre “Todo Israel”

Para interpretar lo que el apóstol Pablo quiere decir en Romanos 11:26, necesitamos seguir cuidadosamente los pasos en su argumento a través del capítulo 11, los cuales lo llevan a la sorprendente conclusión: “y luego todo Israel será salvo” (καὶ οὕτως πᾶς Ἰσραὴλ σωθήσεται). La cuestión crítica que enfrentaremos es el significado preciso de esta expresión, particularmente el lenguaje, “todo Israel”. Sin embargo, antes de trazar el argumento en el capítulo 11, debe notarse que hay, hablando en general, tres puntos de vista con respecto al significado de “todo Israel” que han sido desarrollados en la historia de la interpretación de este pasaje.[7]

El primer punto de vista considera que esta frase se refiere al pueblo de Israel como una totalidad (aunque no necesariamente cada judío individual) que será convertida en algún tiempo después de que haya sido reunida la plenitud de los gentiles. Entre aquellos que se adhieren a este punto de vista, se defienden frecuentemente tres formas distintas del mismo: primero, los intérpretes dispensacionalistas vinculan esta conversión de Israel como una totalidad con el programa especial de Dios para los judíos en el futuro milenio;[8] segundo, los intérpretes premileniales que no son dispensacionalistas lo entienden refiriéndose a una futura conversión de la nación judía hacia el cierre del presente período de la historia de la redención antes del milenio futuro de Apocalipsis 20;[9] y tercero, algunos intérpretes que no son ni dispensacionalistas ni premileniales lo toman como referido a una futura conversión del pueblo de Israel, no como una nación o pueblo separado, sino como un gran grupo de aquellos de entre el pueblo de Israel que serán unidos a la Iglesia.[10] En todas las variadas formas de este punto de vista se mantiene que la plenitud de Israel se debe referir al pueblo especial de Dios que se convertirá en algún tiempo futuro, ya que son provocados a celos por la salvación de los gentiles. En este punto de vista, el “todo Israel” de Romanos 11:26 se entiende como referencia a una conversión futura del Israel étnico dentro del propósito redentor de Dios.

El segundo punto de vista toma esta frase como una referencia a la salvación de todos los elegidos, tanto judíos como gentiles, reunidos por la predicación del evangelio en el curso completo de la historia de la redención, Juan Calvino, por ejemplo, tenía esta posición y argumentó que aquí Israel se refiere, no a un pueblo distinto entre los pueblos de la tierra, sino al pueblo de Dios en el sentido general y comprehensivo, abarcando a judíos y gentiles.[11] El tercer punto de vista toma esta frase como una referencia al número total de elegidos de entre el pueblo de Israel. De acuerdo a este punto de vista, la plenitud de Israel se refiere a la suma total del remanente de judíos elegidos que Dios ha reunido, está reuniendo y reunirá a través de la historia de la redención hasta el tiempo de la segunda venida de Cristo.[12]

A través de la siguiente exposición del argumento de Pablo en Romanos 11, y especialmente la conclusión sobre “todo Israel” en Romanos 11:26, tendré ocasión de interactuar con algunos argumentos de estos tres puntos de vista. Sin embargo, no será mi objetivo principal involucrarme con ellos. Más bien, mi objetivo primario será proveer una exposición de Romanos 11:26 que parezca más acorde con el flujo del argumento del apóstol a través de este importante capítulo,  el cual ofrece una respuesta extensa a la pregunta de si la Palabra de Dios ha fallado con respecto a Israel.

Versículos 1-10: La salvación de un “remanente” dentro de Israel

Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció. ¿O no sabéis qué dice de Elías la Escritura, cómo invoca a Dios contra Israel, diciendo: Señor, a tus profetas han dado muerte, y tus altares han derribado; y sólo yo he quedado, y procuran matarme? Pero ¿qué le dice la divina respuesta? Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal. Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia. Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra. ¿Qué pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos; como está escrito: Dios les dio espíritu de estupor, ojos con que no vean y oídos con que no oigan, hasta el día de hoy. Y David dice: Sea vuelto su convite en trampa y en red, en tropezadero y en retribución; 10 Sean oscurecidos sus ojos para que no vean, y agóbiales la espalda para siempre.

En estos primeros versículos del capítulo 11, el apóstol pone de nuevo en primer plano la cuestión con la cual está comprometido a través de esta sección del libro de Romanos: ¿Debemos concluir de la incredulidad de los hijos de Israel que Dios ha “rechazado” o “desechado” (ἀπώσατο) a su pueblo?[13] De manera típica, usa una expresión “de ninguna manera” (μὴ γένοιτο; cf. Romanos 3:4, 6,31; 6:2, 15; 7:7, 13; 9:14), que niega firmemente que este sea el caso. En su primera respuesta a esta pregunta en Romanos 9:6ss., Pablo ha enfatizado la gracia soberana, y especialmente la justicia de Dios, en la salvación de un remanente elegido de entre el pueblo de Israel. En los primeros versículos del capítulo 11, repite el énfasis en la elección misericordiosa y soberana de Dios de algunos de los hijos de Israel. Pero lo hace en una forma que subraya el hecho de que la no salvación de muchos israelitas incrédulos de ninguna manera significa que Dios los ha rechazado. De hecho, Pablo mismo es una confirmación de la gracia de Dios y la fidelidad hacia Israel, ya que él es “un israelita, un descendiente de Abraham, un miembro de la tribu de Benjamín” (καὶ γὰρ ἐγὼ Ἰσραηλίτης εἰμί, ἐκ σπέρματος Ἀβραάμ, φυλῆς Βενιαμίν., 11:1).

Después de rechazar enfáticamente la posibilidad de que la incredulidad de muchos israelitas significa que hayan sido rechazados por Dios, Pablo procede a citar el ejemplo de la preservación de un remanente durante los días de Elías el profeta. Podemos estar seguros de que Dios no ha rechazado al pueblo que Él ha “conocido de antemano” y ha apartado para sí, porque Dios ha preservado hoy un “remanente, escogido por gracia” (λεῖμμα κατ’ ἐκλογὴν χάριτος, 11:5) incluso como lo hizo en los días de Elías. Cuando Elías apeló al Señor en contra del pueblo de Israel en su apostasía, el Señor le recordó que había preservado en gracia y soberanamente siete mil que no habían doblado su rodilla ante Baal. De acuerdo a Pablo, esta preservación de un remanente de Israel durante los días de Elías constituye un tipo de paralelo con su propio tiempo en el cual hay una situación análoga. Incluso aunque muchos de sus paisanos están en incredulidad, no debemos concluir que Dios ha abandonado a su pueblo. Permanece un remanente, incluyendo a Pablo mismo, que Dios ha salvado misericordiosamente a través de la fe en Jesucristo. La salvación de este remanente constituye clara evidencia de que el Señor no ha desechado o rechazado a su pueblo.

Hacia el final de esta primera sección del capítulo 11, el apóstol plantea intencionalmente la pregunta “¿Qué pues?” (Τί οὖν, 11:7). Este lenguaje indica que ahora quiere sacar una conclusión de lo precedente o explorar las implicaciones de su argumento anterior en otra área relacionada. Y la conclusión que saca es que la apostasía de Israel, aunque real no es completa sino parcial. Mientras que los “elegidos” entre Israel han recibido la gracia de Dios en Cristo, el “resto fue endurecido” (οἱ δὲ λοιποὶ ἐπωρώθησαν, 11:7). Porque muchos de los hijos de Israel han tropezado con la predicación del evangelio (cf. Capítulo 10:1-4), Dios los ha entregado a juicio.

La característica interesante de estos primeros versículos del capítulo 11 es que no parecen agregar nada nuevo al argumento de los capítulos previos. El apóstol reitera su punto de que la incredulidad y la apostasía de muchos de sus contemporáneos israelitas de ninguna forma arrojan duda sobre la fidelidad y el poder de Dios. Porque a través del curso de la historia de la redención, incluyendo su propio día, el Señor ha estado reuniendo de entre Israel un remanente elegido. Este remanente desmiente la conclusión de que la incredulidad de muchos del pueblo de Israel pone en duda el poder y la veracidad de las promesas del Señor. Sin embargo, aunque estos versículos reiteran el señalamiento hecho en los capítulos precedentes, ofrecen una pista de que Pablo no ha concluido su respuesta a la pregunta de si la Palabra de Dios ha fallado con respecto a Israel. Pablo no está simplemente repitiendo, sino que ofrece un preludio para un posterior desarrollo del plan redentor y el propósito de Dios hacia Israel. Que esto es así se vuelve especialmente evidente en la siguiente sección del capítulo.

Versículos 11-24: La Salvación de la “Plenitud” de Israel

11 Digo, pues: ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna manera; pero por su transgresión vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos. 12 Y si su transgresión es la riqueza del mundo, y su defección la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su plena restauración? 13 Porque a vosotros hablo, gentiles. Por cuanto yo soy apóstol a los gentiles, honro mi ministerio, 14 por si en alguna manera pueda provocar a celos a los de mi sangre, y hacer salvos a algunos de ellos. 15 Porque si su exclusión es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos?

Cuando llegamos a la segunda sección del capítulo 11, el tratamiento de Pablo de la pregunta de si Dios ha desechado a su pueblo Israel continúa, pero con un nuevo giro. Antes de estos versículos, el punto principal del caso de Pablo ha sido que la incredulidad y la desobediencia de muchos israelitas no caracterizan a todos. Así como en el pasado de la historia de las relaciones de Dios con su pueblo, así es en el presente, siempre ha habido un remanente de acuerdo al propósito misericordioso de la elección de Dios. La preservación de este remanente demuestra que el Señor no ha rechazado a su pueblo. Sin embargo, en los versículos 11-15 el apóstol Pablo agrega otro punto más: La incredulidad de Israel no solo ha sido parcial, sino que tampoco ha sido definitiva. La historia de las relaciones y el propósito misericordioso de Dios con respecto a Israel no ha terminado, y es a esta historia adicional que Pablo vuelve su atención.

Esta sección abre con una pregunta, “¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? (μὴ ἔπταισαν ἵνα πέσωσιν, 11:11). El sentido de esta pregunta es: ¿Cómo ha servido o avanzado el propósito de Dios a través del tropiezo e incredulidad de muchos entre el pueblo de Israel? Como en los primeros versículos de este capítulo, el apóstol Pablo responde a su propia pregunta retórica con un enfático, “¡de ninguna manera!” Cualquiera que haya sido el  propósito de la apostasía y la incredulidad de los no elegidos entre Israel, no fue para que Israel cayera. Otro propósito, uno que el apóstol procede a enunciar, fue cumplido por la caída de Israel: “pero por su transgresión vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos” (μὴ ἔπταισαν ἵνα πέσωσιν, 11:11). Lo que el apóstol solo había insinuado en el cierre de la sección del capítulo 10, cuando citó las palabras de Moisés en Deuteronomio 32:21 (“Yo también los moveré a celos con un pueblo que no es pueblo, los provocaré a ira con una nación insensata”), ahora se hace explícito. Dentro de los propósitos globales de Dios, la incredulidad de muchos israelitas fue la ocasión para la extensión del evangelio de Jesucristo a los gentiles; fue también el propósito de Dios que su pueblo, Israel, debiera ser provocado a celos.

Varias características de la forma en que el apóstol Pablo ahora vuelve a la cuestión de la salvación de Israel son dignas de una breve nota aquí. Primero, la distinción entre los gentiles y el Israel étnico juega un papel rector en este punto, como lo tiene a través de esta sección de Romanos. Desde el comienzo del capítulo 9 hasta este punto, el tema recurrente es la cuestión de la intención salvífica de Dios con respecto a Israel como un pueblo distinto. Pablo no discute, en otras palabras, que la salvación de muchos de los gentiles ha eclipsado totalmente cualquier interés en la salvación de Israel como un pueblo peculiar e identificable a diferencia de los gentiles. Segundo, aunque la incredulidad de Israel ha jugado un papel especial contribuyendo a la llegada de la salvación a los gentiles (versículo 11), esto en la concepción de Pablo, no concluye el papel de Israel en el desarrollo del propósito redentor de Dios. Y tercero, Pablo reintroduce y ahora enfatiza el papel que los “celos” de parte de Israel jugarán en la realización posterior del propósito de Dios. Presenciando la fe y la salvación que ha venido a los gentiles, particularmente en el contexto de su propia incredulidad y pérdida, causará al pueblo de Israel imitar el ejemplo de los gentiles y por lo tanto disfrutar la salvación, sin más pérdidas.

En el versículo 12 el apóstol comienza una serie de argumentos a fortiori (“cuanto más”) que traza una conexión entre la salvación de las “riquezas” (πλοῦτος) de los gentiles y la salvación de Israel. Si la “transgresión” fue la ocasión para la salvación de los gentiles, “¿cuánto más su plena restauración? (πόσῳ μᾶλλον τὸ πλήρωμα αὐτῶν). La fuerza de este argumento “cuanto más” es que el tropiezo y pérdida de Israel ha servido como ocasión dentro del curso de la historia de la redención para salvación de muchos pueblos gentiles. Pero esto no es la conclusión del asunto, ya que la salvación de la “plenitud” (πλήρωμα) de Israel significará incluso mayores riquezas en lo que concierne al alcance del evangelio de Jesucristo. Se hace un contraste entre la “transgresión” de Israel (παράπτωμα), que el apóstol ha detallado previamente en los capítulos 9 y 10, y su “plenitud”. El lenguaje “plenitud” sugiere la idea de “completo” o “plenitud”, y se destaca en marcado contraste con el lenguaje de “transgredir” y “pérdida”. Esto sugiere la idea de la restauración de Israel a un estado de fe y bendición, que contrasta con la presente circunstancia de la salvación de un remanente solamente. Al cierre de esta sección, el apóstol recuerda a sus lectores su peculiar ministerio como apóstol de los gentiles. Su ministerio a los gentiles, observa, no es a expensas de su interés en la salvación de sus paisanos. De hecho, magnifica su ministerio a los gentiles “por si en alguna manera pueda provocar a celos a los de mi sangre, y hacer salvos a algunos de ellos” (εἴ πως παραζηλώσω μου τὴν σάρκα καὶ σώσω τινὰς ἐξ αὐτῶν, 11:14).

El último versículo en esta sección es de especial importancia, ya que introduce un lenguaje que refuerza el contraste entre la transgresión presente de Israel y su plenitud futura. El presente “rechazo” (ἡ ἀποβολὴ) de Israel, que ha sido ocasión para la “reconciliación del mundo” (καταλλαγὴ κόσμου), no será final. Más bien, la reconciliación del mundo será enriquecida por lo que el apóstol ahora llama la “admisión” de Israel (ἡ πρόσλημψις, 11:15). El apóstol ofrece en este versículo un nuevo tipo de argumento a fortiori “cuanto más”: si la exclusión de Israel fue la ocasión para la riqueza de los gentiles y la reconciliación del mundo, entonces la inclusión de Israel y la vida de entre los muertos significará aún más grandes riquezas y bendición, en lo que respecta al propósito salvador de Dios.

La sorprendente expresión, “vida de entre los muertos” (ζωὴ ἐκ νεκρῶν), contrasta marcadamente con la circunstancia actual de incredulidad y de pérdida de bendición para el pueblo de Israel. Hay alguna controversia entre los intérpretes sobre este lenguaje. Algunos argumentan que solo puede ser tomado como referencia a la resurrección que consumará y culminará la historia de la redención. Tiene, en esta interpretación, un cariz estrictamente escatológico y se refiere, en consecuencia, a la conclusión de los propósitos redentores de Dios en la era actual.[14] Otros argumentan que se refiere a la “vida espiritual” que será otorgada a Israel en un tiempo futuro cuando su rechazo actual será desplazado con una “conversión en masa de Israel”.[15] En cualquiera de los dos puntos de vista, el lenguaje del apóstol en estos versículos claramente introduce la perspectiva de un cambio en las circunstancias, que contrasta con la actual pérdida de bendición y salvación por su incredulidad. El apóstol Pablo parece sostener en esta sección la perspectiva del propósito salvador de Dios con respecto a Israel como un propósito que resultará en una salvación más rica y completa.

Versículos 16-24: El Re-injerto de las Ramas Naturales

16 Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas. 17 Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, 18 no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. 19 Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado. 20 Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. 21 Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. 22 Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado. 23 Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar. 24 Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?

El apóstol Pablo continúa su discurso a sus lectores gentiles en los versículos previos con un tratamiento ampliado de la analogía de la Iglesia como un “olivo” (τῆς ἐλαίας, 11:17). Tras una corta comparación de la Iglesia con la masa que está consagrada al Señor (cf. Números 15:17-21), el apóstol compara la Iglesia de Jesucristo con un olivo, algunas de cuyas ramas naturales han sido desgajadas y reemplazadas por ramas silvestres que fueron injertadas en el único olivo. Estas imágenes se basan en el Antiguo Testamento donde los hijos de Israel son descritos como un olivo. (cf. Jeremías 11:16,17; Oseas 14:6). El propósito de Pablo al usar la analogía del olivo es contrarrestar cualquier jactancia por parte de los gentiles, que están representados por las ramas silvestres que son injertadas en el olivo. Aunque es verdad que muchas ramas naturales, que representan a los hijos de Israel que han disfrutado de los beneficios de los privilegios del pacto, han sido desgajados del olivo a causa de su incredulidad, esto no debe llevar a las ramas silvestres, los gentiles que han sido injertados, a volverse arrogantes y jactanciosos.

La razón por la cual el apóstol Pablo advierte a los gentiles no volverse jactanciosos o arrogantes es que ellos recibieron la salvación solo por la bondad y la gracia de Dios hacia ellos. Además, los gentiles pertenecen ahora al mismo olivo, al mismo pueblo de Dios representado por los fieles entre los hijos de Israel. Pertenecen a una compañía que incluye al remanente fiel de Israel, y su participación en la bendición de la salvación por Cristo solo es en virtud de que ahora son contados con las ramas naturales que permanecen. El privilegio y la bendición que ahora ha venido a los gentiles no se otorgan separadas de su comunión íntima con el pueblo de Israel, sino por medio de su participación en la herencia que primero fue de Israel. No hay lugar, por lo tanto, para ningún tipo de arrogancia hacia los hijos de Israel, particularmente hacia aquellos que se han apartado por la incredulidad. El apóstol incluso apela a la pérdida de las ramas naturales que han sido cortadas como una advertencia de que la misma severidad puede ser ejercida hacia aquellos gentiles que podrían caer incredulidad.

Además, agrega al final de esta sección la posibilidad de que el poder de Dios todavía puede revelarse en el re-injerto de las ramas naturales al olivo. Consistente con el énfasis a través de estos capítulos, el apóstol sostiene la perspectiva de una posterior bendición y salvación para el pueblo de Israel. De nuevo usa el argumento “cuanto más” de los versículos precedentes. Si el injerto de las ramas silvestres en el contexto del desgajamiento de las ramas naturales ha servido para manifestar el poder misericordioso y la bendición de Dios hacia los gentiles, seguramente el re-injerto de estas ramas naturales servirá solo para magnificar aún más el propósito misericordioso y la fidelidad de Dios hacia ellos también.

Versículos 25-36: La salvación de “Todo Israel”

25 Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; 26 y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. 27 Y este será mi pacto con ellos,
cuando yo quite sus pecados. 28 Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres. 29 Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios. 30 Pues como vosotros también en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos, 31 así también éstos ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros, ellos también alcancen misericordia. 32 Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos. 33 ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! 34 Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? 35 ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? 36 Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.

Con estos versículos, llegamos a una conclusión culminante del tratamiento del apóstol Pablo en Romanos 11 de la cuestión del propósito salvífico de Dios con respecto a su pueblo, Israel. En esta sección concluyente del capítulo 11, el apóstol saca una conclusión que responde completamente la pregunta que corre como hilo conductor a través de estos capítulos: ¿Ha fallado la palabra de Dios con respecto a aquellos que fueron los primeros en la historia de la redención en disfrutar su llamado y favor?

El lenguaje con el que empieza esta sección –“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos” (Οὐ γὰρ θέλω ὑμᾶς ἀγνοεῖν, ἀδελφοί, τὸ μυστήριον τοῦτο, ἵνα μὴ ἦτε [παρ’] ἑαυτοῖς φρόνιμοι)– subraya que el apóstol está ahora por llevar su argumento a una conclusión. Cuando Pablo usa un lenguaje similar en la epístola a los Romanos y otras epístolas (cf. Romanos 1:13; 1 Corintios 10:1, 12:1; 2 Corintios 1:8; 1 Tesalonicenses 4:13), al lector se le avisa que un punto de especial importancia está por ser hecho. Además, cuando el apóstol agrega el lenguaje “este misterio” (τὸ μυστήριον τοῦτο), enfatiza que está a punto de descubrir una importante característica de la voluntad y propósito de Dios que no ha sido previamente revelado (cf. Efesios 3:9; Colosenses 1:26,27). Al usar este lenguaje, los gentiles a quienes Pablo todavía está hablando son alertados de la intención del apóstol para explicar ahora el significado de lo que ha esbozado previamente.

Después de señalar a sus lectores que está a punto de revelar un misterio profundo con relación al propósito redentivo de Dios con respecto tanto a los gentiles como a Israel, Pablo reitera dos verdades que han sido insertadas en el argumento precedente del capítulo 11: primero, el endurecimiento de Israel fue solo “en parte” (ἀπὸ μέρους), ya que el propósito de la elección de Dios fue evidente en la salvación de un remanente creyente de entre el pueblo como un todo; y segundo, este endurecimiento no representa la palabra final con relación a la salvación de Israel, ya que solo continuará “hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles” (τὸ πλήρωμα τῶν ἐθνῶν). Como John Murray argumenta en su comentario a los romanos, la referencia a la “plenitud de los gentiles” (τὸ πλήρωμα τῶν ἐθνῶν) en el versículo 25 tiene una “variedad de significado” apropiado al contexto. En comparación con la “transgresión” y “pérdida” que Israel ha experimentado por la incredulidad, la “plenitud de los gentiles” apunta a una bendición aumentada en la cual muchos de los gentiles entrarán al reino de Dios. Aunque se ha sugerido que este lenguaje simplemente se refiere a la suma total de los elegidos de entre los gentiles, el contexto incluye el uso de un lenguaje similar con respecto a Israel (Romanos 11:12) donde apenas puede referirse a la suma total del remanente elegido de Israel. Porque la “plenitud” de Israel se contrasta con su transgresión y pérdida por incredulidad, parece evidente que este lenguaje implica una medida mayor o aumentada de la bendición de Dios de lo que antes fue. Por lo tanto, el punto del versículo 25 es llamar la atención a la expectativa de la remoción del endurecimiento de Israel y su re-injerto en el olivo del pueblo redimido de Dios. Las pistas contextuales a través de Romanos 11, que apuntan a la perspectiva de la admisión de Israel y de la vida de entre los muertos, parecen combinarse en este punto para preparar la afirmación del versículo 26.

Pero ¿qué hay de la afirmación más importante en el versículo 26 –“y luego todo Israel será salvo” (καὶ οὕτως πᾶς Ἰσραὴλ σωθήσεται)? ¿Se refiere Pablo aquí a: (1) la suma de todos los elegidos, judíos o gentiles, (2) la suma del remanente escogido dentro de Israel, o (3) a una circunstancia futura de bendición ampliada y salvación para el pueblo de Israel como un todo? A mi juicio, la respuesta más probable a esta pregunta es que Pablo se está refiriendo a la inminente inversión en la historia de la realización de los propósitos redentores de Dios, que será marcada por la salvación de la plenitud del pueblo de Israel. Hay varias consideraciones que apoyan esta interpretación.

Primero, como indican nuestros comentarios sobre el argumento precedente del capítulo 11, hay importantes pistas en el contexto de que el apóstol no se está refiriendo simplemente a la suma del remanente de entre el pueblo de Israel. La suma de un remanente sigue siendo un remanente, y esto no potenciaría el argumento más allá del punto que Pablo inicialmente marca en el capítulo 9 y de nuevo en el capítulo 10 y otra vez al principio del capítulo 11. El contexto habla de un contraste entre la transgresión y pérdida de Israel por un lado, y la “plenitud” de los gentiles por otro. También habla de la “vida de entre los muertos” y “la admisión” de Israel, que permanece en marcado contraste con su circunstancia actual, que es de incredulidad y de bendición disminuida. Ya que estas pistas contextuales han sido notadas, incluyendo la insinuación del apóstol de que está por dar a conocer un “misterio” distinto hasta ahora no revelado de la salvación del remanente de Israel, no desarrollaremos más esta consideración.

Segundo, el significado de “Israel” en el versículo 26 difícilmente puede ser la suma total de todas las personas elegidas, ya sea judíos o gentiles. En el escenario inmediato y más distante que conduce a la conclusión de este versículo, el apóstol Pablo ha usado consistentemente (11 veces) el término Israel con referencia a la adopción teocrática del pueblo de Israel, los descendientes de Abraham a quienes describe como “parientes según la carne” (9:3). Además, el paralelo entre el versículo 26 y el versículo que lo precede serían sin sentido si “Israel” en este versículo incluyera tanto a los gentiles como a los judíos, quienes serán salvados dentro de los propósitos redentores de Dios. La distinción entre Israel como un pueblo particular y los gentiles gobierna el argumento a través del capítulo y de hecho a través de Romanos 9-11 como un todo.

Tercero, ya que el punto principal del versículo 25 es que el endurecimiento de Israel no es final, sino que seguirá siendo válido “hasta que entre la plenitud de los gentiles”, la conclusión del versículo 26 sugeriría naturalmente que Pablo se está refiriendo ahora a una inversión del patrón de la incredulidad y endurecimiento de Israel que ha sido ocasión para el aumento de la bendición entre los gentiles. Dentro del contexto del argumento sostenido del capítulo 11, sería un extraordinario anti-clímax para Pablo concluir que la restauración, aceptación y la vida de entre los muertos de Israel equivaldrá nada menos que a la salvación de un pequeño remanente. En su comentario sobre Romanos, John  Murray resume bien esta consideración:

Si tenemos en mente el tema de este capítulo y el énfasis sostenido sobre la restauración de Israel, no hay otra alternativa que concluir que la proposición “todo Israel será salvo”, debe ser interpretado en términos de la plenitud, la recepción, el re-injerto de Israel como pueblo, la restauración de Israel al favor y la bendición del evangelio y la conversión correlativa de Israel de la incredulidad a la fe y al arrepentimiento. Cuando el versículo precedente es relacionado con el versículo 26, la salvación de Israel debe ser concebida en una escala que es proporcional con su transgresión, su pérdida, su destierro, su desgajamiento y su endurecimiento, proporcional, por supuesto, en la dirección opuesta. Esto es claramente la implicación del profundo contraste en la plenitud, recepción, reinserción y salvación. En una palabra, es la salvación de la masa de Israel que el apóstol afirma.[16]

Y cuarto, esta interpretación también embona bien con la apelación del apóstol en los versículos 26-27, cuando aduce las profecías de Isaías 59:20,21 y Jeremías 31:34 para probar que este tipo de salvación de todo Israel, su restauración a la bendición y salvación, fue prometida en el Antiguo Testamento. El cumplimiento de estas promesas del Antiguo Testamento de la futura restauración de Israel confirma, como el apóstol luego recuerda a sus lectores, que la “elección” de Dios de Israel y los “dones y el llamamiento de Dios” que le pertenecen, son “irrevocables”. Con este lenguaje, el apóstol lleva a sus lectores de vuelta a la pregunta inicialmente planteada en el capítulo 9, al cual el lenguaje del versículo 26 provee una respuesta culminante. Israel de ninguna manera se apartará irrevocablemente por la incredulidad, ya que Dios salvará finalmente a “todo Israel”. Tal como la incredulidad fue ocasión para la salvación de los gentiles, así la salvación de los gentiles ahora será ocasión para la salvación de todo Israel. De esta manera, la misericordia de Dios se mostrará a “todos” (versículo 32).

El peso acumulado de estas consideraciones garantiza la conclusión de que Pablo está describiendo una futura restauración de Israel en que una abundante bendición y salvación será otorgada a ella. Sin embargo, antes de concluir nuestro argumento con relación a la interpretación de “todo Israel” en este pasaje, necesitamos considerar tres argumentos que son a menudo usados en contra de esta interpretación.

El primero de estos argumentos llama la atención a la expresión, “y luego” o “de esta manera” (καὶ οὕτως) con que el apóstol comienza el versículo 26. Se nota frecuentemente que esta expresión no tiene un significado temporal (“y entonces”) sino que expresa la idea de modo. Una traducción literal de esta expresión la representarían frases como “y por consiguiente” o “y de esta forma”. Aquellos que objetan la idea de que Pablo se está refiriendo a una futura conversión preponderante del pueblo de Israel, afirman que esta interpretación inserta un sentido temporal dentro del texto que simplemente no está ahí.[17] Más que referirse a un aumento futuro de bendición para Israel, el apóstol Pablo solo está resumiendo lo que había previamente subrayado como el propósito de Dios en la salvación del remanente de Israel. En la forma o manera del propósito electivo de Dios, que ha sido y está siendo cumplido en la salvación del remanente, Dios de hecho está asegurando la salvación de todo Israel.

Aunque este argumento es parcialmente correcto en su manejo de la expresión “y de esta forma” al principio del versículo 26, no constituye un argumento significativo en contra de la interpretación que hemos adelantado. Esta expresión claramente significa vincular la conclusión en el versículo 26 con lo que previamente había establecido en el versículo 25. Como hemos argumentado, el contexto a que esta expresión se refiere sugiere el presente, aunque no final, resultado del propósito redentor de Dios con respecto a Israel. Es un contexto que incluye un indicador temporal en el versículo 25 (“hasta la plenitud de los gentiles”). Ese propósito no está cumplido en la presente circunstancia de un “endurecimiento parcial”, pero será cumplido en la circunstancia de la re-inserción de Israel en el olivo del pueblo de Dios. El contexto del versículo 26 simplemente muestra que la secuencia temporal está incrustada en el modo en que Pablo la ha descrito, la manera en que Dios cumplirá su propósito para Israel.[18]

El segundo argumento apela al lenguaje de “todo” en la frase “todo Israel”.  Anthony Hoekema, por ejemplo, aduce este calificativo para concluir que Pablo debe estar hablando de la suma de todos los elegidos dentro de Israel que Dios salvará a través del curso de la historia de la redención.[19] Después de todo, si Pablo se refiere a una futura conversión de un gran grupo dentro de Israel, incluso este grupo no incluiría, estrictamente hablando, a todos los judíos elegidos. “Todo” no significaría realmente “todo” entonces. Además, el sentido estricto de este término puede implicar la futura conversión no solo del preponderancia del pueblo de Israel sino de todos los miembros del Israel étnico sin excepción. Este argumento de Hoekema no es difícil de responder, sin embargo, ya que el uso escritural de “todo” puede y a menudo se refiere a “la masa, al pueblo como un todo de acuerdo con el patrón seguido a través del capítulo”.[20] Así como la “plenitud” o “riquezas” de los gentiles no se referiere necesariamente a la salvación de todos los gentiles en un sentido distributivo, “todo” Israel tampoco requiere la presuposición de que cada persona dentro de Israel se salvará sin excepción.[21]

Quizá el argumento más difícil de responder es el tercero que apela al uso de Pablo del vocablo “ahora” (νῦν) en el versículo 31. Ahí parece que el apóstol habla en una forma que implica la actual (al momento de la escritura de la epístola a los Romanos) reunión y cumplimiento de la salvación de todo Israel.[22] La inserción de este indicador temporal significa que el apóstol Pablo no estaba imaginando un futuro escatológico aun no cumplido para Israel, sino que estaba describiendo una realidad que ya estaba cumplida en el contexto de la proclamación actual del evangelio de Jesucristo tanto para judíos como para gentiles por igual.

Hay varias observaciones que ayudarán a clarificar el uso de Pablo de este lenguaje. En primer lugar, cuando Pablo habla de lo que es “ahora”, está hablando en un contexto amplio de un cambio que ha tenido lugar en la historia de la redención. Es significativo que su “ahora” contraste en el contexto con su referencia a “en otro tiempo” (ποτε, 11:30). Mientras que antes de la venida de Cristo, los gentiles fueron en gran parte excluidos del alcance de la gracia salvadora de Dios, esto ya no es verdad en el presente, en el “ahora” de la época en la historia de la redención que comienza con la primera venida de Cristo y concluye con su venida al final de los tiempos. El término no excluye cualquier parte del presente o futuro, en la medida en que pertenece a esta época culminante de la historia redentora. Así, el uso del apóstol del “ahora” no debe ser tomado como estableciendo un contraste con el “futuro”; el contraste que él visualiza es con el pasado, con la época del pre-advenimiento de Cristo en la historia de la redención. El futuro que Pablo concibe en este pasaje pertenece al período denominado por el lenguaje del “ahora”.[23]

Debe también observarse que, como hemos argumentado en lo precedente, hay una secuencia temporal que pertenece al contexto para la conclusión de Pablo en el versículo 26. En este versículo, Pablo dice que “y luego todo Israel será salvo”. En el versículo que lo precede inmediatamente, habla de lo que sucederá “hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles” (Romanos 11:25). Cuando Pablo habla de lo que es “ahora” el caso en el versículo 30, incluye tanto la presente circunstancia de la salvación de muchos de los gentiles y la circunstancia anticipada de la restauración de todo Israel. Este lenguaje no permite la determinación de un tipo de calendario para el desarrollo de los propósitos de Dios con respecto a los gentiles e Israel en la era presente. Solo nos dice que la totalidad de los propósitos de Dios concluirá durante la época presente de la reunión de la Iglesia, compuesta tanto por judíos como por gentiles, hasta que la misericordia de Dios para todos haya sido manifestada. Estos propósitos concuerdan con la promesa del Antiguo Testamento de la futura salvación de Israel y de los gentiles.

Conclusión

Aunque estas consideraciones podrían ser elaboradas y varias objeciones respondidas con más detalle, esto debería ser suficiente para mostrar que la lectura más probable de este pasaje es la que considera que enseña la futura reunión y conversión del pueblo de Israel. Esto no significa que cada miembro individual del pueblo de Israel será salvado al final, o que todos los miembros de este pueblo serán convertidos en algún tiempo futuro. La plenitud de Israel no significa necesariamente la salvación de cada miembro de este pueblo más de lo que la plenitud de los gentiles significa la salvación de cada gentil. Sin embargo, sugiere que el apóstol Pablo enseñó que vendrá el tiempo en que la plenitud de Israel se convertirá, una reinserción de Israel como pueblo, una restauración de este pueblo especial de Dios para aumentar el favor y la bendición del evangelio.

Si esta comprensión de la futura salvación de la plenitud de Israel a través de la predicación del evangelio es correcta, entonces merecen ser mencionados tres corolarios como conclusión.

El primero es que solo hay un camino de salvación tanto para judíos como para gentiles, y es el camino de la fe en respuesta a la predicación del evangelio (Romanos 10:1-17). El peso del argumento del apóstol Pablo en Romanos 9-11 es que todos los salvados lo son en cuanto son injertados en el único olivo, en compañerismo por la fe con el único Salvador cuya justicia y rectitud responde a las necesidades de judíos y gentiles. En ninguna parte de la Palabra de Dios tenemos un repudio más claro de cualquier enseñanza que sugiera diferentes caminos de salvación para judíos y gentiles. Hoy esta idea se enseña frecuentemente en la forma de una “teología de dos pactos”, un pacto exclusivo para el pueblo de Israel, y otro pacto exclusivo para las naciones gentiles. Aunque Romanos 9-11 sugiere que los propósitos redentivos de Dios incluyen un propósito exclusivamente dirigido y adecuado para el pueblo especial de Israel, se opone a tal posición de dos pactos.[24] Todos los que serán salvados serán salvados por fe en respuesta al mismo evangelio dentro de la comunidad del único pueblo de Dios (Efesios 2:11-22).

El segundo corolario es que los creyentes deben seguir teniendo un gran interés en la predicación del evangelio al pueblo de Israel. Más que concluir que los propósitos de Dios han terminado para ellos, debemos predicar y evangelizar con la expectación de que, debido a que los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables, su llamamiento de Israel no terminará en su completa incredulidad sino más bien en su plenitud siendo salvada. Esto debe estimular y alentar a la Iglesia en su llamamiento de predicar el evangelio tanto a los gentiles como a los judíos. La suposición de que Dios ha abandonado completamente a Israel a su incredulidad es una suposición que no está bíblicamente garantizada. La Iglesia de Jesucristo debe continuar predicando el evangelio “porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16). Y la Iglesia debe hacerlo así en la confianza de que la Palabra de Dios no ha fallado y no fallará, porque los “porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios (Romanos 11:29).[25]

Y tercero, contrario a la afirmación de algunos dispensacionalistas, una escatología amilenial o  postmilenial no implica una forma de lo que se llama “súper-cesionismo” o teología del “reemplazo”.[26] Mientras que se dice que el “súper-cesionismo” ve a la Iglesia de Jesucristo como el pueblo que reemplaza a  Israel, la enseñanza del apóstol Pablo en Romanos 9-11 es que el pueblo de Dios está constituido por el número completo de aquellos que Dios salvará de acuerdo con su propósito de elección. El pueblo completo de Dios, ya sea gentiles o judíos, es un “olivo” con ramas “naturales” y “silvestres”. El peso del argumento del apóstol Pablo a través de Romanos 9-11 es que el verdadero Israel de Dios será salvado, ya que nada puede frustrar o impedir el éxito de este propósito soberano y misericordioso. Cuando las naciones gentiles se reúnan en la plenitud del tiempo en la Iglesia de Jesucristo, esto no ocurrirá con la exclusión de Israel. La restauración de Israel a la bendición del evangelio ocurrirá en el contexto de, y no en contradicción a, la inclusión de los gentiles. Incluso aunque Dios está reuniendo un pueblo, y el muro divisor de la hostilidad entre los judíos y los gentiles fue derribado a través de la sangre de Cristo (cf. Efesios 2:11-22), no debemos concluir que la intención salvadora de Dios para Israel ha sido suplantada. Más bien, en el maravilloso desarrollo del propósito electivo de Dios, la salvación de la plenitud de los gentiles ocurrirá conjuntamente con la salvación, incluso la restauración, de Israel a la bendición y privilegio del evangelio.


[1] Este artículo presenta una versión corregida y aumentada  de un primer tratamiento de la cuestión “todo Israel” en mi libro, The Promise of the Future (Carlisle, PA: The Banner of Truth Trust, 2000 ) 127-139.

[2] Para estudios generales del tópico de Israel y la Iglesia escrito desde una perspectiva reformada, ver David Holwerda, Jesús & Israel; ¿One Covenant or Two? (Grand Rapids: Eerdmans, 1995); y O. Palmer Robertson, The Israel of God; Yesterday, Today and Tomorrow (Phillipsburg, NJ: Presbyterian & Reformed, 2000).

[3] Cf. G.C. Berkouwer, The Return of Christ (Grand Rapids: Eerdmans, 1972), 244, que advierte contra lo que llama una visión informativa de estas señales que nos permite predecir el tiempo exacto y las circunstancias inmediatas antes del regreso de Cristo.

[4] Por ejemplo, Abraham Kuyper, en su Dictaten Dogmatiek, 2da. Ed., vol.5 (Grand Rapids; J.B. Huls, n.d.), “Locus de Consummatione Saeculi”, 136 ss., mantiene que lo que distingue a las señales es su cualidad extraordinaria o anormal.

[5] The Bible and the Future (Grand Rapids; Eerdmans, 1972), 137.

[6] Ver Johannes Blauw, The Missionary Nature of the Church. A Survey of the Biblical Theology of Mission (1962; reimpresión, Grand Rapids: Eerdmans, 1974), 15-54, para una valoración comprensiva de la promesa del Antiguo Testamento sobre la misión de Dios a todas las naciones.

[7] Para un buen y más detallado resumen de las primeras interpretaciones de esta frase “y luego todo Israel será salvo”, ver J.A. Fitzmeyer, Romans: A New Translation with Introduction and Commentary. Anchor Bible 33 (New York, Doubleday, 1993), 619-620.

[8] Para una presentación y defensa de forma dispensacional de este punto de vista, ver John F. Walvoord, The Millenial Kingdom (Findlay, OH; Dunham, 1959), 167-192; J. Dwight Pentecost, Things to come (Findlay, OH; Dunham, 1958), 507-507 y Michael G. Vanlaningham, “Romans 11:25-27 and the Future of Israel in Paul´s Thought”, The Masters Seminary Journal 3/3 (Otoño 1992), 141-174.

[9] Para una presentación y defensa de la forma premilenial de este punto de vista, ver George E. Ladd, A Theology of the New Testament (Grand Rapids: Eerdmans, 1974), 563-563; Oscar Cullmann, Christ and Time, traducción Floyd V. Filson (Philadelphia: Westminster, 1960), 78.

[10] Para una presentación y defensa de esta tercera forma del primer punto de vista, ver Charles Hodge, A commentary on the Espistle to the Romans (Philadelphia: Alfred Martien, 1873), ad loc; S. Greijdanus, De Brief Van Den Apostel Paulus Aan De Gemeente Te Rome, vol.2 (Amsterdam: H.A: Van Bottenburg, 1933), 91-103; G. Vos, The Pauline Eschatology (Princeton University Press, 1930), 89; Douglas J Moo, The Epistle to the Romans, vol.1 (NICNT: 1959; reprint, Grand Rapids; Eerdmans, 1996), ad loc, Keith A. Mathison, Postmillennialismo: An Eschatology of Hope (Phillipsburg, NJ; Presbyterian & Reformed, 1999), 121-130; y Thomas R. Schreiner, Romans, Baker Exegetical Commentary on the New Testament (Grand Rapids: Baker, 1998), 612-623. Aunque muchos defensores de esta posición son postmilenialistas, esta posición no es como tal una condición suficiente para tomar un punto de vista postmilenial para el reino.

[11] The Epistles of Paul the Apostle to the Romans and the Thessalonians, traducción Ross Mackenzie, ed. David W. Torrance and Thomas F. Torrance (Calvin´s New Testament Commentaries, 1960; reimpresión, Grand Rapids: Eerdmans, 1973), 255. Interesantemente, esta interpretación, que ha tenido defensores a través de la historia de la Iglesia, es también adoptada por N.T. Wright en su comentario del libro de Romanos. Ver N.T. Wright, The Letter to the Romans, vol.10; The New Interpreter´s Bible, Leander E.Keck, gen. Ed. (Nashville: Abingdon Press, 2002), 688-695.

[12] Cf. Anthony Howkema, The Bible and the Future, 139-147, que provee una defensa de esta visión. Otros que se adhieren a este punto de vista incluyen a: Herman Bavinck, Reformed Dogmatics, vol.4: Holy Spirit, Church, and New Creation (Grand Rapids: Baker,2008), 668-672; L. Berkhof, Systematic Theology (Grand Rapids: Eerdmans, 1939, 1941), 698-700; William Hendriksen, Israel in Prophecy (Grand Rapids: Baker, 1974), 39-52; ídem, New Testament Commentary: Exposition of Paul´s Epistle to the Romans (Grand rapids: Baker, 1980, 1981), 379-382; H. Ridderbos, Paul, 354-361; O Palmer Robertson, “Is There a Distintctive Future for Ethnic Israel in Romans 11?” en Perspectives on Evangelical Theology, ed. K.S. Kantzer y S.N. Gundry (Grand Rapids: Baker, 1979), 209-227; Robert B. Strimple, “Amillennialism”, en Three Views of the Millennium and Beyond, ed. Darrell L. Bock (Grand Rapids: Zondervan, 1999), 112-118. Robertson, The Israel of God, 167-192, ofrece una ligera versión revisada de su primer argumento para esta posición. En su artículo revisado, Robertson considera en definitiva que “todo Israel” se refiere a toda la Iglesia de Dios, el único olivo, compuesto de judíos y gentiles electos. Consecuentemente, su posición actual parece más cercana a Calvino que otras opiniones que he identificado. En este artículo, Robertson también identifica al menos cinco diferentes interpretaciones de “todo Israel”: “(1) Todos los descendientes de Abraham, (2) todos los descendientes étnicos de Abraham que vivían cuando Dios inició la obra especial entre el pueblo judío, (3) el grupo o al menos la mayoría de los judíos que vivían en el tiempo de la actividad salvadora especial de Dios, (4) todos los israelitas electos dentro de la comunidad de Israel, o (5) tanto judíos como gentiles que juntos constituyen la Iglesia de Cristo, el Israel de Dios” (183).

[13] El lenguaje que el apóstol Pablo usa aquí es una reminiscencia de pasajes del Antiguo Testamento que enseñan que Dios no desechará a su pueblo (e.g. 1 Samuel 12:22; Salmos 94:14; Jeremías 31:37). Cf. J. Murray, The Epistle to the Romans vol.2 (Grand Rapids: Eerdmans, 1975),66.

[14] Ver Geerhardus Vos, The Pauline Eschatology, 87: “Vida de entre los muertos, se debe referir a la resurrección así llamada específicamente, y así entendido presupone el principio del acto de clausura del drama escatológico.

[15]  John Murray, The Epistle to the Romans, 2.83-84

[16] The Epistle to the Romans, 2.98

[17] Ver, e.g., N.T. Wright, The Letter to the Romans, 691.

[18] Ver Kenneth L. Gentry, Jr., “A postmillennialist Response to Robert B. Strimple”, en Three View son the Millennium and Beyond, 135-136; y Geerhardus Vos, Pauline Eschatology, 89 … Vos sugiere correctamente que el debate sobre la traducción de esta frase como “y entonces” yerra el punto, ya que la forma en que la salvación de Israel será lograda incluye dentro de sí mismo la idea de la progresión temporal.

[19] Hoekema, The Bible and the Future, 144

[20] John Murray, The Epistle to the Romans, 2.98. Ejemplos de este uso de “todo” son frecuentes en el Antiguo Testamento. Ver, e.g., 1 Reyes 12:1; 2 Crónicas 12:1; Daniel 9:11.

[21] Geerhardus Vos, Pauline Eschatology, 89: “Tal como las `riquezas del mundo´, y las `riquezas de los gentiles´ toman al mundo pagano en su sentido colectivo y orgánico, así el otro término en la antítesis requiere el mismo entendimiento.

[22] Ver, e.g., Robert B Strimple, “Amillennialism”, en Three View son the Millennium and Beyond, 116; Robertson, The Israel of God, 170-171; N.T. Wright, The Letter to the Romans, 694. Algunos manuscritos no incluyen νῦν en el versículo 31, pero la mejor evidencia de los manuscritos apoya su inclusión.

[23] Pablo usa “ahora” en este sentido amplio, histórico-redentivo en otros lugares en sus epístolas (Ver, e.g., 2 Corintios 6:2, Efesios 2:3; 2 Timoteo 1:10), Cf. Referencias similares a “ahora”, “los últimos días” y “la plenitud de los tiempos” (Hebreos 9:26; Hechos 2:16-17, 24; 1 Corintios 10:11; 2 Timoteo 3:1; Hebreos 1:1-2, 9:26; 1 Pedro 1:20; 1 Juan 2:18; Marcos 1:15; Gálatas 4:4).

[24] Una buena evaluación de esta visión de dos pactos la provee David E. Holwerda, en su Jesus and Israel: One Covenant or Two? Sobre el tema del significado de “todo Israel” en Romanos 11:26, Holwerda ofrece lo que podría llamarse una versión “suave” de este punto de vista de que “todo Israel” refiere a un futuro de “plenitud escatológica” (su expresión) de Israel (16-75). Para una presentación temprana e influyente de un entendimiento de dos pactos, ver Krister Stendahl, Paul Among Jews and Gentiles and Other Essays (Philadelphia: Fortress, 1976).

[25] Para un trato más extenso de las implicaciones de este pasaje para el evangelismo cristiano, ver John R.W. Stott, Romanos: God´s Good News for the World (Downers Grove, IL: Intervarsity, 1994), 313-315.

[26] Para una discusión breve pero instructiva de este lenguaje, ver Samuel E. Waldron, MacArthur´s Millennial Manifesto (Owensboro, KY: RBAP, 2008), 5-8.

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