Autor: William Hendriksen.

Traductor: Martín Bobadilla.

Es una creencia bastante común entre los cristianos de diversas confesiones que el reciente regreso de muchos judíos a Palestina y su establecimiento como Estado independiente el 14 de mayo de 1948, es un cumplimiento de la profecía.[1] Esta opinión, con muchas variaciones en cuanto a los detalles, se expone en el siguiente breve resumen de doce puntos. Digamos de entrada que este resumen no representa la convicción del autor de este tratado y, una vez expuesto, será refutado punto por punto.

A. Resumen

1. El retorno propiamente dicho es ya una realidad parcial. Se completará en un futuro no muy lejano. Prueba: «Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar» (Jer 29:14).

2. Puesto que este retorno se describe como un regreso no sólo de Sinar o Babilonia, sino «de todas las naciones y de todos los lugares» de la dispersión (Jer 29:14), de «Asiria, Egipto… Sinar… de los cuatro ángulos de la tierra» (Is 11:11-12), debe referirse a lo que está sucediendo hoy y a lo que todavía tendrá lugar en el futuro.

3. No se trata del primer regreso, sino del segundo (Is 11:11).

4. Puesto que estas profecías del retorno se dirigen a veces a personas que ya habían regresado del cautiverio babilónico (Zac 8:1-8), deben referirse a sucesos posteriores, es decir, a acontecimientos del siglo XX y otros.

5. La expresión «en los últimos días» (Jer 30:24) lo confirma.

6. El regreso predicho es «en incredulidad» (Ez 36:24-26), lo cual concuerda con lo que está sucediendo hoy en día.[2]

7. El establecimiento del estado de Israel el 14 de mayo de 1948 es prueba de que estas antiguas profecías se están cumpliendo.[3]

8. De la mano del restablecimiento político va la restauración física y económica. ¿Acaso no predijo Isaías que un día el desierto se regocijaría y florecería como la rosa [o el azafrán] y que las antiguas ruinas serían reconstruidas (Is 35:1; 61:4)? En consecuencia, la profecía se está cumpliendo hoy en día en la recuperación del suelo tras siglos de abandono, en el desvío de agua del Jordán para regar el desierto del Neguev, en la construcción de numerosas ciudades y pueblos nuevos, en la reutilización de recursos físicos olvidados durante mucho tiempo, etc. Así pues, está justificado que la publicidad de viajes aproveche esta situación. Véase, por ejemplo, el anuncio en Christianity Today, 27 de octubre de 1967: «¿Se cumple hoy la profecía en las tierras bíblicas? Venga y compruébelo».

9. En cumplimiento de Amós 9:14-15,[4] las rápidas victorias de los judíos sobre sus enemigos —mayo, 1948, octubre, 1956, y especialmente junio, l967—[5] prueban que las promesas de Dios a Israel están siendo —y serán— cumplidas, y que será imposible erradicar el estado de Israel.

10. El retorno de la antigua ciudad de Jerusalén a la custodia de los judíos prueba que la profecía de Lucas 21:24, a saber, «Jerusalén será hollada por los gentiles hasta que se cumplan los tiempos de los gentiles», se ha cumplido ahora, pues Jerusalén ya no es hollada por ellos.[6]

Probablemente esté implícita en la enseñanza de Pablo la predicción de que los judíos, habiendo regresado, reconstruirán el templo. El Anticristo tomará asiento en este templo literalmente reconstruido (2Ts 2:4).[7] Esta predicción, también, puede estar en proceso de cumplirse. De hecho, si los informes son fiables, cargas de piedra, precortadas según las especificaciones exactas para esta reconstrucción, ya están siendo enviadas a Israel.[8]

11. Entre otros pasajes del Nuevo Testamento que apuntan en la dirección de la restauración de los judíos al final de la era (retorno nacional en incredulidad seguido de conversión nacional) está especialmente Mateo 19:28, que enseña claramente la reunión de las doce tribus.

12. Por último, también está 1Corintios 10:32 que, al mencionar a los judíos y la iglesia como los dos grupos a los que Dios concede su favor especial, en contraste con el tercer grupo, «los gentiles» (Versión Autorizada), indica claramente «que Dios todavía tiene un programa para Israel».

B. Refutación

El autor del tratado que usted está leyendo considera que toda esta presentación es un error. Según él, estas profecías antiguas, ya sean del Antiguo o del Nuevo Testamento, no se refieren a acontecimientos recientes o venideros.

Retomando uno por uno los puntos mencionados, la respuesta es la siguiente:

Respuesta a 1. El contexto del pasaje de Jeremías 29:14 habla específicamente de un retorno «después de setenta años» (Jer 29:10), interpretado correctamente por Daniel (en su libro, 9:2), como aplicable a la época en que él vivía. No puede probarse, por tanto, que tal pasaje tenga nada que ver con migraciones recientes o aún futuras. Lo mismo puede decirse, por supuesto, de pasajes similares sobre la restauración, como Dt 30:1-10; 1R 8:46-52; Ez 36:17-19, 26-28; Os. 11:10-11.

Respuesta a la pregunta 2. El hecho de que, además de Sinar (Babilonia), también se mencionen otros países y regiones como lugares de donde debían regresar los judíos, no presenta ninguna dificultad, si tan sólo se recuerda que en aquellos días era costumbre vender algunos de los prisioneros de guerra a las naciones vecinas, de modo que se dispersaban por todas partes (Ez. 27:13; Jl 3:7; Am 1:6, 9; Ap 18:13). En el regreso escalonado del cautiverio —algunos regresaron, otros más tarde, y después aún otros— es natural que también algunos de estos judíos tan dispersos regresaran a la tierra prometida, el país de donde ellos o sus antepasados habían salido. Es bien sabido que el comercio de esclavos fue llevado a cabo especialmente por los fenicios, cuyos marineros se lanzaron audazmente a diversas partes del mundo entonces conocido, vendiendo su «mercancía», que incluía esclavos. Además, el hecho de que aquí, en Isaías 11:11, en la enumeración de las naciones de la dispersión se mencione en primer lugar a Asiria y Egipto es también muy natural, pues ¡cuántas veces los profetas, especialmente Isaías, no habían advertido al pueblo que no se apoyara ni en Asiria ni en Egipto! Y ¡cuántas veces el pueblo no había puesto su confianza primero en Egipto, luego en Asiria, cambiando constantemente su lealtad de uno a otro, en vez de encomendarse, sin ninguna reserva, al cuidado de Jehová! No sólo aquí, en Isaías 11:11, sino también en otras partes, estos dos —Asiria y Egipto— se mencionan juntos (Is 7:18; 19:24-25; 20:4; 27:13; Jer 2:36-37; Os 7:11; Zac 10:10; etc.). De todas estas regiones, por tanto, debían regresar judíos en mayor o menor número. No hay razón alguna para dudar de que esto es también lo que realmente sucedió. Además, los que regresaron no pertenecían exclusivamente a la tribu de Judá (o a Judá y Benjamín), sino también, en cierta medida, a las otras diez tribus. Véase 1Crónicas 9:33-34; Esdras 2:59. Cuando durante el reinado de Darío se reconstruyó y dedicó el templo, se trajo una ofrenda por el pecado «por todo Israel, doce machos cabríos, según el número de las tribus de Israel» (Esd 6:17). Este es también el punto de vista del Nuevo Testamento. Considera a Israel como un pueblo reunificado, formado por «doce tribus», ya sea literal o simbólicamente concebidas (Mt 19:28; Hch 26:7; Stg 1:1; Ap 7:1-8; 21:12). En relación con la historia del nacimiento de Juan el Bautista y de Jesús leemos no sólo acerca de José y María de la tribu de Judá (2S 7:12, 13; Mt 1:20; Lc 1:27; 2:4, 5; Hch 2:30; Horn. 1:3; 2Ti 2:8; Ap 5:5), sino también de Zacarías e Isabel, de la tribu de Leví (Ex 2:1; 4:14; 1Cr 24:1, 10; Lc 1:5), y de Ana, profetisa, de la tribu de Aser (Lc 2:36). Sobre todas las tribus, consideradas ahora como un solo pueblo, gobierna el único Pastor, según la profecía (Ez 37:15-28). Dice G. Ch. Aalders: «Ciertamente, en el retorno de la cautividad babilónica el énfasis recae sobre Judá, pero de ningún modo se excluye a las diez tribus. Probablemente tuvieron un papel más destacado en este retorno de lo que mucha gente piensa».[9]

Ha quedado claro, por lo tanto, que no hay razón alguna para interpretar Isaías 11:11-12, en su aplicación literal, como una referencia a lo que está ocurriendo en el siglo XX d.C. Por el contrario, ese punto de vista se presta a serias objeciones: En el contexto se nos dice que los que han regresado del cautiverio «se abalanzarán sobre el hombro de los filisteos al oeste, saquearán juntos a los pueblos del este, y extenderán su mano contra Edom y Moab. Los hijos de Amón les obedecerán» (Is 11:14). Que estas predicciones se cumplieron se desprende claramente de 1Macabeos 3:41; 5:1-8, 68; 10:83-89; 11:60, 61; etc. Sin embargo, aquellos que creen que ahora, en el siglo XX d.C., estos filisteos, edomitas, moabitas y amonitas todavía deben ser destruidos o saqueados o sometidos, ¡tendrán dificultades incluso para encontrarlos!

Respuesta a la pregunta 3. El hecho de que Isaías 11:11 se refiera a un segundo restablecimiento no tiene nada que ver con acontecimientos recientes, pues según el contexto el primer restablecimiento o éxodo fue el que tuvo lugar bajo Moisés. Fue el regreso de la casa de servidumbre (Is 11:16). Por lo tanto, el segundo restablecimiento se cumplió cuando, por etapas, los judíos regresaron del cautiverio asirio-babilónico y se establecieron en su propia tierra. Todo esto ocurrió hace mucho, mucho tiempo. Por lo tanto, no hay ninguna justificación para interpretar estas profecías como si se refirieran a acontecimientos ocurridos en el siglo XX d.C.

Respuesta a la pregunta 4. Lo mismo ocurre con las predicciones hechas a los que ya habían regresado. Zacarías prosiguió su actividad profética hacia el año 520 a.C. Su profecía, inspirada por Dios, de un retorno aún mayor de los exiliados y del restablecimiento de una vida pacífica en Jerusalén, con ancianos y ancianas viviendo en ella, y niños y niñas jugando en sus calles (Zac 8:1-8), se cumplió en los días de Esdras, Nehemías y después. Véase Esdras 7:1-10; Nehemías 11:1-2; 1Macabeos 14:8-12.

Respuesta al punto 5. La expresión «los últimos días» (Jer 30:24) aparece también en los siguientes pasajes: Génesis 49:1; Números 24:14; Deuteronomio 4:30; 31:29; Isaías 2:2; Jeremías 23:20; 48:47; 49:39; Ezequiel 38:16; Daniel 10:14; Oseas 3:5; Miqueas 4:1. En cada caso, su significado debe interpretarse a la luz del contexto específico. Que esta frase no se refiere necesariamente a la segunda venida de Cristo o a los días inmediatamente anteriores a ese acontecimiento queda claro desde su primera aparición (Gn 49:1). ¡Jacob no estaba tratando de decir a sus hijos lo que les sucedería —nótese «lo que os sucederá»— en el siglo XX d.C.! Predijo lo que ocurriría durante la vida de sus hijos y de sus descendientes en los días venideros. Sin duda, incluso la primera venida de Cristo de la tribu de Judá está incluida en estas predicciones (Gn 49:10), pero nada se menciona aquí en relación con los días de la segunda venida de Cristo. Y en cuanto a las doce tribus, en su existencia separada, ¿dónde están hoy? Por consiguiente, la traducción de Génesis 49:10, adoptada por algunas de las versiones modernas, a saber, «en los próximos días» (Berkeley) o «en los días próximos» (Revised Standard Version), debe considerarse excelente.

En el pasaje que nos ocupa (Jer 30:24) el contexto también es muy claro. Obsérvese: «Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré… y haré volver vuestra cautividad [o: restauraré vuestra suerte]… Y me seréis por pueblo, y yo seré vuestro Dios… No se calmará el ardor de la ira de Jehová, hasta que haya hecho y cumplido los pensamientos de su corazón; en el fin de los días entenderéis esto» (Jer 29:10, 14; 30:22, 24). Es muy claro, por lo tanto, que la frase «en el fin de los días», tal como se usa aquí, indica que cuando los juicios de Jehová se hayan ejecutado plenamente, y los setenta años hayan terminado, el pueblo de Dios comprenderá que su castigo había sido infligido para sanarlo.

Ha quedado claro, por lo tanto, que ninguno de los pasajes mencionados (Is 11:11-12; Jer 29 y 30; Zac 8:1-8) tiene nada que ver con un regreso y restauración en el siglo veinte d.C. Tampoco ninguno de los otros pasajes: Deuteronomio 30:1-10; 1Reyes 8:46-52; Jeremías 18:5-10; Ezequiel 36:17-19, 26-28, 33; y Oseas 11:10-11. Todas ellas hablan de juicios y restauraciones divinas que tenían importancia para las personas que vivían en la época en que se pronunciaron estas profecías. En su sentido literal, estaban destinadas a ellos y a sus hijos, nietos, etc., no a las personas que viven hoy, aunque es cierto que sus lecciones morales y espirituales subyacentes siguen siendo válidas para todas las generaciones:

«Que los niños aprendan así de la luz de la historia

A esperar en nuestro Dios y a caminar en su presencia,

A temer y obedecer al Dios de sus padres,

Y que nunca, como sus padres, se aparten de su camino».

No. 149 de The Psalter Hymnal of

The Christian Reformed Church,

edición centenaria, tercera estrofa;

cf. Sal. 78:1-8

Respuesta a 6. Ahora bien, si el Antiguo Testamento no contiene ninguna predicción respecto a un retorno actual de los judíos, entonces, por supuesto, por implicación tampoco enseña que su retorno actual en incredulidad sea un cumplimiento de la profecía. De hecho, tal retorno, es decir, en la incredulidad, ¡ni siquiera se predice con respecto a la liberación del exilio asirio-babilónico! Es digno de mención que aquellos que han aceptado la idea de tal retorno en la incredulidad apenas ofrecen nada que pueda pasar incluso superficialmente como prueba bíblica. Incluso un pasaje como Ezequiel 36:24-26 no es, por supuesto, ninguna prueba. El Señor, a través de Ezequiel, no dice: «Os llevaré a vuestra tierra y después os daré un corazón nuevo». Simplemente menciona dos cosas que hará por su pueblo, sin indicar inmediatamente el orden en que se sucederán estos acontecimientos. Si el contexto arroja algo de luz sobre la secuencia de los acontecimientos, más bien parece situar la limpieza espiritual —por tanto, el arrepentimiento y la fe— antes del restablecimiento como nación, aunque ambos ocurran en el mismo «día», un día de duración indeterminada. Obsérvese el versículo 33: «Así ha dicho Jehová el Señor: El día que os limpie de todas vuestras iniquidades, haré también que sean habitadas las ciudades, y las ruinas serán reedificadas».

Esta secuencia de acontecimientos, de modo que el retorno a Jehová precede a la restauración, es, en todo caso, el orden regular que encontramos en la Escritura. Dios no recompensa la desobediencia, sino la obediencia. Por lo tanto, la liberación predicha en los profetas es de carácter condicional. Lo que los profetas querían decir cuando predijeron la recuperación del cautiverio asirio-babilónico era esto: «Israel será restaurado si se arrepiente. en ese caso sus pecados serán borrados, y se le permitirá regresar a su país».

Compruébalo tú mismo consultando las referencias que se indicaron hace un momento:

«Y sucederá… y te arrepintieres… y te convirtieres a Jehová tu Dios… entonces Jehová tu Dios hará volver a tus cautivos» (Dt 30:2-3).

«Porque Jehová volverá a gozarse sobre ti para bien… cuando te convirtieres a Jehová tu Dios con todo tu corazón» (Dt 30:9-10).

«Si se convirtieren, y oraren a ti en la tierra de los que los cautivaron, y dijeren: Pecamos, hemos hecho lo malo, hemos cometido impiedad; y si se convirtieren a ti de todo su corazón y de toda su alma, en la tierra de sus enemigos que los hubieren llevado cautivos… tú oirás en los cielos, en el lugar de tu morada, su oración y su súplica, y les harás justicia» (1R 8:47-50).

Jeremías 18:5-10. Aquí el Señor afirma que siempre que predice que le sobrevendrá un infortunio a una nación, si esa nación se arrepiente, él también «se arrepentirá» del mal que tenía intención de hacerle. Por otro lado, siempre que predice el bien para cualquier pueblo, si ese pueblo se vuelve desobediente, él se «arrepentirá» del bien que tenía la intención de hacerle. Se establece aquí una regla definitiva, que muestra que hay, de hecho, un sentido en el que podemos llamar a la impartición divina de bendición un asunto condicional. Sin embargo, hay que tener siempre presente que los hombres sólo pueden cumplir la condición por la gracia y el poder de Dios. No obstante, la condición está ahí. No tenemos derecho a quitar estos «si» de la Biblia. Observa, por lo tanto, las palabras: «si esos pueblos se convirtieren de su maldad contra la cual hablé, yo me arrepentiré del mal que había pensado hacerles» (Jer 18:8). Obsérvese que, aquí en Jeremías 18:5-10, el Señor mismo declara que siempre que predice el bienestar o la calamidad, el bien o el mal, para una nación, la condición siempre se aplica. Por lo tanto, también se aplicaría a un pasaje como Jeremías 31:35-37, aunque hay quienes en su explicación de ese pasaje olvidan por completo Jeremías 18:5-10.

También se mencionó Oseas 11:10-11. También aquí, como en otras partes, el arrepentimiento precede al retorno y a la restauración. Leemos, «En pos de Jehová caminarán… y los hijos vendrán temblando desde el occidente… de Egipto… y de la tierra de Asiria». (Esto, por cierto, presupone que Asiria aún existía. ¿Dónde está hoy?) Un conocido comentarista hace el siguiente comentario sobre el pasaje de Oseas: «Como resultado del amor divino, ahora activamente desplegado, Israel regresará del exilio. El Señor se ha puesto a la cabeza, y los que regresen le seguirán con gusto, pues han quedado curados de su deseo de apartarse de Él» (J. Ridderbos).

Respuesta a la 7. Ahora ha quedado claro que el establecimiento del Estado de Israel, el 14 de mayo de 1948, en la incredulidad —pues quienes lo establecieron siguen rechazando a Cristo— «no tiene nada que ver con la profecía divina».[10] Esto es cierto por dos razones: (a) la profecía no dice nada sobre un retorno y restauración en el siglo XX; y (b) aunque lo dijera, habla de un retorno de un remanente creyente.

Que el espíritu de arrepentimiento estaba realmente presente en el momento del regreso de la cautividad asirio-babilónica queda claro en pasajes como los siguientes: Daniel 9:1-2, 5-6; Esdras 3:5, 10-11; 6:16-22; 7:10; 8:35; 10:11-12; Nehemías 1:4-11; Hageo 1:12-13, etc.

Respuesta a 8. También ha quedado claro que en pasajes como Isaías 35:1; 61:4 y otros se refieren a la restauración física y económica, también tienen referencia a los tiempos de la recuperación del cautiverio asirio-babilónico. En Isaías hay más de cuarenta referencias a Asiria, el asirio y los asirios. Babilonia y los caldeos se mencionan unas veinte veces. Ciro, que dio órdenes para la reconstrucción del templo de Jerusalén, se menciona en 44:28 y 45:1. Las naciones sobre las cuales se pronuncian juicios en los capítulos 13-24 son Babilonia, Asiria, Filistea, Moab, Siria, Etiopía, Egipto, Arabia, Edom y Fenicia. Todo esto se ajusta a la antigua dispensación, no al siglo XX de nuestra era.

Que durante los años que transcurrieron entre el regreso del cautiverio y el nacimiento de Cristo hubo períodos en los que el desierto «floreció como la rosa [o el azafrán]», se desprende claramente de los pasajes de Josefo y de 1Macabeos. En el primero se habla de «renovación de la prosperidad anterior» y «cultivo de la tierra»; en el segundo, de «labrar la tierra en paz», «la tierra dando sus frutos» y «cada uno sentado bajo su vid y su higuera» (cf. Miq 4:4). Por consiguiente, es totalmente innecesario e injustificado trasladar el cumplimiento literal de tales profecías y otras similares al siglo XX d.C.

Respuesta a 9. ¿Estaba Amós (9:14, 15) hablando realmente del «estado de Israel» del siglo XX d.C.? ¿Dónde, en toda la Biblia, ya sea en el Antiguo o en el Nuevo Testamento, señala el Señor a los estados actuales, diciéndonos exactamente lo que les sucederá y lo que no les sucederá? Quien esto escribe recuerda bien una serie de artículos que aparecieron en una revista religiosa, ya desaparecida, durante la Segunda Guerra Mundial. Se hacían predicciones detalladas, todas ellas supuestamente basadas en profecías. Una de ellas era que ¡Italia sería la vencedora! Hubo una gran demanda de estos artículos. Pero la propia historia desmintió esta interpretación. Lo mismo puede decirse de los escritos de quienes se atribuyen la capacidad de predecir lo que va a ocurrir en países como Alemania, Rusia, China y los Estados Unidos de América, todo ello, según afirman, ¡basándose en las Sagradas Escrituras! La popularidad de estos pronósticos era de esperar. La humanidad es incurablemente curiosa. En la medida en que esta curiosidad se centra en lo que Dios ha revelado realmente, es una bendición inestimable. Pero cuando este deseo de saberlo todo va más allá de los límites indicados en Deuteronomio 29:29 deja de ser una bendición en absoluto. ¿No sostenía incluso Platón que existe cierto vicio de impiedad en indagar con demasiada curiosidad sobre Dios y el mundo? Cuando la curiosidad se convierte en intrusión, cuando la curiosidad degenera en entrometimiento, ¡cuidado! También en el pasado hubo quienes predijeron confiadamente que sería totalmente imposible destruir a «Israel» (cualquiera que fuera el nombre con el que se conocía entonces a la unidad política) o Jerusalén con su templo. Véase Jeremías 7:4; también Josefo, Guerras de los judíos VI.v.2. Pero Jerusalén cayó en 586 a.C., y de nuevo en el año 70, y de nuevo en 135 d.C.

Respuesta a la 10. No todos los dispensacionalistas o personas de mentalidad similar están de acuerdo en que hoy Jerusalén ya no está siendo pisoteada. ¿No son todavía bastante inseguras las circunstancias con referencia a esta ciudad? Incluso R. Wolff opina que la expresión «pisoteada» (Lc 21:24) podría referirse a un maltrato despectivo (op. cit., p. 53), que, como es bien sabido, continúa hasta nuestros días. Y en cuanto a la idea de que el regreso de la antigua ciudad a la custodia de los judíos significa que «los tiempos de los gentiles» ya se han cumplido, en el mismo número de Christianity Today (22 de diciembre de 1967, encarte. p. 19) en el que se sugiere esto también se expresa la opinión contraria; véase el número en sí —no el inserto— p. 35. Aquí se nos dice que el consenso es que «los tiempos de los gentiles» no concluirán hasta la segunda venida de Cristo. El significado, entonces, es simplemente este, que Jerusalén y aquellos a quienes representa serán hollados durante todo el largo período de tiempo que se extiende hasta el momento del regreso de Cristo. El hollado por parte de los gentiles no se detendrá antes del fin de la era actual. Por otra parte, no hay ninguna implicación aquí, o en cualquier otro lugar en las Escrituras, de cualquier restauración literal de Jerusalén después de la segunda venida.

Sin duda, el pasaje habla de un ser hollado hasta —pero simplemente no es cierto que en todos los casos en que se utiliza hasta esta pequeña palabra introduce una condición que es exactamente lo contrario de lo que se describió en la parte anterior de la frase. Sólo sobre la base de lo que se afirma aquí en Lucas 21:24 no es posible concluir que la Jerusalén terrenal, tal como la concebimos ahora, o el pueblo al que representa, entrarán en una condición de gloria radiante y sin nubes al regreso de Cristo. Esa pequeña conjunción (hasta) debe interpretarse, en cada caso, según su contexto específico. Aquí, en Lucas 21:24, el significado es simplemente éste, que para Jerusalén la condición de ser hollada no cesará cien años, ni cincuenta años, ni siquiera diez años antes del regreso de Cristo, sino que durará una y otra vez, hasta la segunda venida de Cristo. Algo similar es el significado de esta palabrita en Romanos 11:25; 1Corintios 11:26; 15:25; y Apocalipsis 2:25. El hecho de que cada pasaje debe ser estudiado en su propio contexto queda claro especialmente en este último texto mencionado. ¿Significa realmente «lo que tienes, retenlo hasta que yo venga» que después de la venida de Cristo ya no retendremos los preciosos tesoros espirituales que nos han sido impartidos? ¿No indica más bien que, pase lo que pase, debemos seguir aferrándonos a la revelación de Dios en Jesucristo y a su fruto en nuestra propia experiencia? ¿Renunciar a ello? ¡Nunca! Ni hoy, ni mañana, ni pasado mañana. ¡Debemos retenerlo firmemente —entregándolo a las naciones!

Está claro, por lo tanto, que ni la palabra hasta ni ninguna otra cosa en este pasaje es o implica una predicción de restauración nacional reservada para los judíos justo antes o en conexión con el regreso de Cristo.

Supongamos por un momento que se construirá otro templo en el estado de Israel. ¿Será un templo en el que se reunirán los judíos para gloriarse en la cruz de Cristo? Cf. Gálatas 6:14. Si no es así, ¿no constituirá la restauración de tal templo una prueba más del hecho de que la aprobación divina no descansa sobre tales adoradores? ¿No fue nuestro Señor Jesucristo quien dijo, «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Jn 14:6; cf. Mt 1:21; Hch 4:12; Heb 10:12, 14; Ap 7:14)?

Respuesta a 11. Se refiere a Mateo 19:28. En respuesta a la pregunta de Pedro: «He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?». Jesús dice: «De cierto os digo que, en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel».

Inmediatamente queda claro que esta predicción no se refiere en ningún sentido a lo que está sucediendo en el siglo XX d.C. Tampoco se refiere a nada de lo que aún está por suceder antes de la única segunda venida de Cristo para juzgar. La referencia es claramente a lo que tendrá lugar en el nuevo cielo y la nueva tierra, el universo restaurado. Véase Mateo 25:31 ss.; Apocalipsis 21:1, 5; y compárese Isaías 65:17; 66:22; y 2Pedro 3:13. Lo que tenemos aquí es la solemne seguridad de que los que más se han sacrificado (nota: «Lo hemos dejado todo») recibirán una medida especial de gloria. Más que muchos otros, compartirán la gloria de su Redentor. Pasajes como 1Corintios 15:41b, 42a; 2Timoteo 2:12; Apocalipsis 3:21; 20:4 arrojan luz sobre la naturaleza de esta recompensa. Los que han sido más leales a Cristo aquí estarán más cerca de Él allí. Dentro de la esfera de «las doce tribus» se concederá honor y dignidad especiales a quienes lo hayan puesto todo sobre el altar de la devoción. La expresión «las doce tribus de Israel» se refiere, según F. W. Grosheide,[11] al «nuevo Israel restaurado …todo el pueblo de Dios». Si, como tal, indica el número total de los elegidos reunidos de las doce tribus desde el principio hasta el fin de la historia del mundo (cf. Ro 11:26), o incluso todos los elegidos tanto de los judíos como de los gentiles (cf. Gal 6:16), en cualquier caso, debe referirse a los que han sido regenerados, porque en el universo renacido del que habla Mateo 19:28 nunca entrará nada impuro (Ap 21:27). Por lo tanto, es inmediatamente evidente que aquí no se menciona ningún retorno masivo de los judíos a Palestina seguido de una conversión nacional.

Respuesta a la 12. 1Corintios 10:32 dice así «No deis ocasión de tropiezo, ni a judíos, ni a griegos, ni a la iglesia de Dios». El apóstol Pablo, en su manera característica, está exhortando a los corintios a imponerse una restricción voluntaria en el uso de la libertad cristiana. No quiere que pongan piedras en el camino de nadie. No sólo con respecto a «la iglesia de Dios», los creyentes deben vigilar su conducta, sin dar a ninguno de sus miembros motivo de ofensa, sino que deben ejercer la misma circunspección y tierna consideración hacia los demás, es decir, judíos y griegos. Nótese que en este pasaje no se menciona a los judíos en conexión con la iglesia de Dios, como si el apóstol tuviera en mente dos grupos elegidos. Por el contrario, los judíos son mencionados en conexión con los griegos («gentiles», Versión Autorizada), como constituyendo juntos el cuerpo de los no cristianos. El significado, por lo tanto, es este: «Estén desprovistos de ofensa para los no cristianos (ya sean judíos o griegos) así como para los cristianos». Los no cristianos se dividen en dos clases: judíos y griegos. Por un lado, para indicar las dos divisiones del primer grupo Pablo utiliza dos términos de estructura exactamente similar: ambos son sustantivos plurales: «judíos y griegos»; mientras que, por otro lado, el sustantivo singular «la iglesia» se utiliza para referirse al segundo grupo. El pasaje, por lo tanto, simplemente muestra que Pablo hace una clara distinción entre (a) los incrédulos y (b) la iglesia de Dios; y que, con referencia a (a), distingue entre judíos incrédulos y griegos incrédulos. En ningún sentido une a los judíos y a la iglesia, como si ambos fueran objeto del especial deleite de Dios. Por consiguiente, no hay nada en este pasaje que consuele a los que esperan el regreso de los judíos a Palestina, seguido de la conversión.

Ha quedado claro, por lo tanto, que el punto de vista según el cual los acontecimientos recientes prueban que el Señor está cumpliendo las antiguas profecías relativas al retorno y restauración de los judíos es un error. Antes de terminar este capítulo, hay que mencionar brevemente una cuestión más: como ya se ha dicho, las diversas predicciones sobre la restauración de Israel se cumplieron con el regreso del exilio asirio-babilónico, en la medida en que estaban destinadas a cumplirse en sentido literal. Por supuesto, sigue siendo cierto que el cumplimiento literal de éstas y otras profecías similares no agota su significado. En última instancia, estas predicciones se cumplen en Cristo y, por tanto, también en todos aquellos, judíos o gentiles, que ponen su confianza en Él.

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[1] Véase, por ejemplo, G. T. B. Davis, «Regathering Israel – A Modern Miracle», The Sunday School Times (19 de marzo de 1949); R. Wolff, Israel Act III, 1967, págs. 43-49. Véase también la nota 3.

[2] Véase H. Bultema, Maranatha, pág. 83; J. M. Grey, Prophecy and the Lord’s Return, pág. 23; R. Wolff, op. cit., pp. 44, 45.

[3] «El restablecimiento de esa nación en su propia tierra, aun en incredulidad, es ciertamente significativo», Voice of the Independent Fundamental Churches of America, agosto, 1949.

[4] R. Wolff, op. cit., pp. 3, 13, 44, 62.

[5] Véase la revista Newsweek (5 de junio de 1967, p. 43; 19 de junio de 1967, pp. 24-30).

[6] Véase el bien escrito y en muchos aspectos valioso inserto de W. M. Smith, «The Second Advent of Christ», p. 19, incluido en el número del 22 de diciembre de 1967 de Christianity’ Today.

[7] R. Wolff, op. cit., pp. 13, 62-64.

[8] Véase «Israel: Things To Come», Christianity Today (22 de diciembre de 1967), p. 35.

[9] Het Herstel van Israel volgens het Oude Testament, p. 44.

[10] Ch. Aalders, De Oud-Testamentische Profetie En De Staat Israel, p. 18.

[11] Véase su Kommentaar op het Nieuwe Testament, Mattheus, p. 232, sobre este pasaje.

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Originalmente publicado en este enlace.