Autor: C. Bouwman

Traductor: Valentín Alpuche

Las religiones del mundo son muchas, cada una ofreciendo su propia comprensión de la deidad o deidades (según sea el caso). La persona detrás de este sitio web es desvergonzadamente cristiana, y por lo tanto cree en el Dios trino como se revela en la Biblia. Esto nos diferencia de los adherentes al islam o al hinduismo o al sintoísmo, etc.

La fe cristiana está a su vez representada en el mundo de hoy por muchas escuelas de pensamiento cristiano. Cada una de estas escuelas de pensamiento abraza y defiende su propia comprensión de quién es Dios, y por lo tanto de cómo debe ser servido. La persona detrás de este sitio web es desvergonzadamente reformada, lo que a su vez lo diferencia de los cristianos de persuasión anabaptista, católica romana, pentecostal o arminiana. Entonces, ¿qué significa ser reformado?

Historia

El término «reforma» captura el concepto bíblico de «volver, regresar, retornar», y se usa para describir un retorno a las formas o caminos que Dios reveló en su revelación. Se habla, por ejemplo, de la «reforma» que el rey Ezequías inició en Israel, cuando trató de alejar a la gente del servicio a los ídolos para reverenciar nuevamente al Dios que los hizo su propio pueblo en el Monte Sinaí (ver 2Crónicas 29-32).

En el curso de la historia de la Iglesia, el término «reforma» se usa específicamente en relación con la «Reforma» del siglo XVI. En esta «reforma», miles de personas en Europa, bajo el liderazgo de reformadores como Martín Lutero, Juan Calvino, Ulrico Zuinglio y otros, se distanciaron de las enseñanzas y prácticas de la Iglesia Católica Romana y regresaron a la simple instrucción de la Sagrada Escritura. Aquellos que siguieron al reformador Juan Calvino llegaron a ser conocidos como «reformados», a diferencia de aquellos que siguieron a Lutero (luteranos) o Menno Simons (menonitas), etc. Las iglesias de origen continental en el molde del pensamiento de Calvino tienden a tener el término «reformado» en su nombre, mientras que las iglesias calvinistas de origen británico tienden a incluir en su nombre el término «presbiteriano». Ambos son teológicamente «reformados» en su pensamiento.

Distintivo

Entonces, ¿qué es lo distintivo del pensamiento «reformado»?  En el corazón del pensamiento reformado está específicamente la comprensión de Dios, Su deidad, si se quiere.  Este principio central del pensamiento reformado tiene, como consecuencia, varias implicaciones:

1. Dios

Los pensadores reformados, así como las Iglesias Reformadas fieles, toman a Dios en serio.  Él no es el producto del pensamiento o las esperanzas humanas, sino muy real y vivo.  A diferencia de nuestro mundo, Él ha existido desde la eternidad, un Dios en tres Personas, que no necesita de nada fuera de Sí mismo, y por lo tanto tampoco necesita a la humanidad. Que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo sean un único Dios verdadero, es para los creyentes reformados un enigma incomprensible, pero de ninguna manera un problema, ya que el hombre, siendo una criatura, nunca puede ser «lo suficientemente grande» como para entender la Deidad del Creador. El pensador reformado está contento con eso, porque un Dios que pudiera entender no es digno de adoración, y mucho menos de confianza. Este Dios todopoderoso formó el mundo a través de su palabra de mandato en el espacio de seis días, y ha sostenido el mundo que hizo desde entonces. La fuerza del término «sostener» es que, si Dios todopoderoso retirara su mano de apoyo, este mundo colapsaría inmediatamente de nuevo en la nada que era antes de que Él lo hiciera. Todas las criaturas, entonces, dependen totalmente de Él para la existencia misma. Además, el Dios que sostiene este mundo hace más que mantener el mundo en existencia; también lo gobierna para que la historia suceda de acuerdo con su plan preestablecido. Los terremotos y la pérdida de cabello no suceden por casualidad o a través de algunas leyes de la naturaleza no escritas, sino por su mano paternal (por la cual la presión sobre las placas tectónicas y la composición genética de alguien son simplemente los medios que Dios usa para provocar el terremoto o la calvicie). Y si alguien busca entender por qué Él permite que ocurran terremotos (y que algunas personas pierdan cabello), el pensador reformado no insiste en que Dios dé cuenta al hombre, porque Dios y su sabiduría están muy por encima de lo que cualquier hombre puede comprender (y, de nuevo, si no fuera así, este Dios no sería digno de adoración y confianza).

2. El hombre

El segundo principio central de la fe reformada es la pequeñez del hombre. A diferencia de Dios, el hombre no es más que una criatura, y por lo tanto limitado por el tiempo y el espacio en lo que puede entender. Incluso antes de caer en el pecado, el hombre como criatura –simplemente porque es una criatura– nunca pudo comprender a Dios del todo; la distancia entre la criatura y el Creador es simplemente demasiado grande. La caída en el pecado, por supuesto, hizo aún más imposible la capacidad del hombre para comprender al Creador, y al mismo tiempo hizo a la humanidad tan arrogante como para pensar que podía entender a Dios, pedirle cuentas, o incluso negar su existencia.

3. Pacto

La tercera creencia central en la forma reformada de pensar es que este Dios de grandeza abrumadora y eterna no ignoró a la criatura que hizo, sino que estableció un vínculo de amor con la humanidad. ¡Este Dios eterno y santo, en cuya presencia los ángeles cubren sus rostros, formó a la humanidad con el propósito de estar unida a Él, y así, ¡este Dios de gloria adoptó la criatura humana para ser su hijo!  Aquí hay una maravilla que uno no puede comenzar a comprender: ¿por qué Dios eterno, suficiente en sí mismo como Padre, Hijo y Espíritu Santo, formaría un pacto con una criatura de polvo?  La pregunta se vuelve más apremiante e incomprensible después de que la humanidad rompiera ese vínculo de amor con su caída en el pecado: ¡¿por qué el Dios eterno y santo (¡suficiente en sí mismo como Padre, Hijo y Espíritu Santo!) restablecería este pacto con el hombre pecador?! ¡Qué maravilloso y asombroso es este Dios!

4. La misericordia de Dios

El vínculo de amor entre Dios y el hombre fue y es obra plena de Dios.  Ni antes de la caída en el pecado ni después de la caída en el pecado había nada en el hombre que atrajera a Dios a amarlo.  De hecho, ¿cómo podría ser que el Dios eterno encontrara algo en el hombre criatura que se ganara su amor? Para empezar, todo lo que el hombre tiene o es, ha venido de Dios. Es Dios mismo quien en misericordia inició un vínculo de pacto con el hombre en el Paraíso, e igualmente es Dios mismo quien en mayor misericordia se acercó al hombre nuevamente, después de que este rechazase el pacto de amor de Dios en el Paraíso. Para restablecer este vínculo de amor, el Señor Dios tuvo que rescatar a los pecadores de las garras de Satanás, así como asegurarse de que se pagara el castigo por el pecado; el hombre, criatura después de todo, no tenía los medios para liberarse de las garras de Satanás ni para pagar por el pecado. Ante la bancarrota y la debilidad del hombre, el Señor no lo dejó en su miseria (aunque habría estado justificado al hacerlo), sino que determinó convertirse en hombre mismo en la persona del Hijo, para que Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, pudiera expiar el pecado, liberar a los pecadores del poder de Satanás y reconciliar a los pecadores con Dios. La redención, por tanto, no es de ninguna manera obra del hombre; la salvación es, en cambio, la obra misericordiosa del Dios soberano para aquellos que no la merecen. ¡Y esta misericordia, por supuesto, señala más cuán maravilloso es este glorioso Dios! Siendo pues la redención tan plenamente obra y gracia de Dios, sin que nadie tenga el más mínimo derecho a tal redención (tanto en virtud de ser una criatura hecha por Dios como en virtud de haber despreciado el pacto de amor de Dios en el Paraíso), ninguna persona tiene derecho a criticar a Dios por determinar quién se beneficiará de su misericordia en Jesucristo. Tanto el número de los que son salvos, así como las identidades específicas de los que son salvos, dependen plena y totalmente del Dios soberano. Esta es la predestinación, la enseñanza de que Dios determina quiénes son salvos. Esta enseñanza es, de hecho, un subconjunto de la realidad de la providencia de Dios: la enseñanza de que nada en la creación de Dios sucede por casualidad, sino que todo se produce por su mano paternal. Eso incluye el movimiento de las placas tectónicas de la tierra y la pérdida de mi cabello, e incluye también si escucho el evangelio de la redención o no, así como si creo o no en la doctrina de la redención.

5. Nuestra responsabilidad

La última característica esencial de lo que significa «reformado» es la noción de responsabilidad humana. Aunque el hombre no es más que una criatura de polvo (y ahora además pecaminoso, como resultado de la caída), Dios lo formó con la capacidad de tomar decisiones responsables. Dado que Dios dotó al hombre en el principio con esta capacidad, este es responsable de actuar de acuerdo con ella, y Dios lo hace responsable de actuar según este estándar. Es cierto que con la caída en el pecado el hombre perdió la capacidad de actuar responsablemente ante Dios, porque todas sus acciones (y palabras y pensamientos) han sido contaminados por el pecado. Pero dado que esta incapacidad no se debe a una debilidad en la forma en que Dios hizo al hombre, sino a la desobediencia deliberada del hombre al desafiar las demandas del Creador, Dios continúa responsabilizando a todas las personas por todas sus acciones, y castiga eternamente a aquellos que actúan irresponsablemente ante Él. Aunque Dios soberano controla todas las cosas (incluyendo lo que como en el desayuno y quién será salvo), soy responsable de toda mi conducta (incluyendo que coma bien y que crea en el evangelio de Jesucristo).  Mi mente humana inquisitiva tiene hambre de racionalizar cómo Dios puede ser 100% soberano y yo ser 100% responsable al mismo tiempo, pero este es un enigma que ningún ser humano puede resolver, simplemente porque somos finitos y Dios es soberano. El pensador reformado acepta esta realidad, toma en serio su responsabilidad y alaba a su Dios por las buenas decisiones que el Señor permite que el creyente tome.

En resumen

Entonces, ¿qué significa ser reformado?  En resumen, ser reformado es tener grandes pensamientos sobre Dios, pensamientos pequeños sobre el hombre, y una profunda gratitud por la misericordia ilimitada de Dios hacia los pecadores en Jesucristo, ¡una misericordia directamente para mí de que se me permita ser su hijo por amor a Jesús! El Día del Señor 1 del Catecismo de Heidelberg capta muy bien el consuelo que resulta de esto:

… No me pertenezco a mí mismo, sino que, con cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, pertenezco a mi fiel Salvador Jesucristo. Él ha pagado completamente por todos mis pecados con su preciosa sangre, y me ha liberado de todo el poder del diablo. También me preserva de tal manera que sin la voluntad de mi Padre celestial ni un cabello de mi cabeza puede caer; de hecho, todas las cosas deben obrar juntas para mi salvación. Por lo tanto, por su Espíritu Santo, Él también me asegura la vida eterna y me hace de todo corazón dispuesto y listo de ahora en adelante para vivir para Él.

Ser reformado: ¡qué privilegio!

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Originalmente publicado en este enlace.