PROLEGÓMENOS ESPECIALES

Autor: Zacharias Ursinus

Traductor: Valentín Alpuche

COMENTARIO AL CATECISMO DE HEIDELBERG – 2

Prolegómenos especiales

Con respecto al catecismo, los prolegómenos especiales con referencia a la catequesis son cinco:

  1. ¿Qué es la catequesis, o el sistema de catequesis?
  2. ¿Se ha practicado siempre en la iglesia, o cuál es su origen?
  3. ¿Cuáles son las partes principales de la misma?
  4. ¿Por qué es necesario?
  5. ¿Cuál es su diseño?

I. ¿QUÉ ES LA CATEQUIZACIÓN?

La palabra griega κατηχησις se deriva de κατηχεω, como κατηχισμος se deriva de κατηχιζω. Ambas palabras, según su significado común, significan sonar, resonar, instruir de boca en boca y repetir los dichos de otro. Κατηχεω más apropiadamente, sin embargo, significa enseñar los primeros principios y rudimentos de alguna doctrina particular. Tal como se aplica a la doctrina de la iglesia, y como se entiende cuando se usa así, significa enseñar los primeros principios de la religión cristiana, en cuyo sentido ocurre en Lucas 1:4; Hechos 18:25; Gálatas 6:6; etc. Por lo tanto, catequización, en su sentido más general y completo, significa la primera instrucción breve y elemental que se da de boca en boca en relación con los rudimentos de cualquier doctrina particular; pero, tal como la usa la Iglesia, significa un sistema de instrucción relacionado con los primeros principios de la religión cristiana, diseñado para los ignorantes e indoctos.

El sistema de catequesis, por lo tanto, incluye una exposición y ensayo breve, simple y claro de la doctrina cristiana, deducida de los escritos de los profetas y apóstoles, y dispuesta en forma de preguntas y respuestas, adaptadas a la capacidad y comprensión de los ignorantes e indoctos; o es un breve resumen de la doctrina de los profetas y apóstoles, comunicada oralmente a los que son indoctos, lo que nuevamente se les exige que repitan.

En la iglesia primitiva, los que aprendían el catecismo eran llamados catecúmenos; por lo cual se quería decir que ya estaban en la iglesia, y ya eran instruidos en los primeros principios de la religión cristiana. Había dos clases de estos catecúmenos:

a. Los primeros eran los de edad adulta, que eran conversos al cristianismo de los judíos y gentiles, pero que aún no estaban bautizados. Las personas de esta descripción eran instruidas primero en el catecismo, después de lo cual eran bautizadas y admitidas en la Cena del Señor. Tal catecúmeno fue Agustín después de su conversión al cristianismo desde el maniqueísmo, y escribió muchos libros mientras era catecúmeno, y antes de ser bautizado por Ambrosio. Ambrosio era también un catecúmeno de este tipo cuando fue elegido obispo, cuya necesidad urgente surgió del estado y la condición peculiares de la iglesia de Milán, en la que los arrianos estaban haciendo incursiones. Bajo otras circunstancias ordinarias, el apóstol Pablo prohíbe que un novicio o catecúmeno sea elegido para el oficio de obispo (1Timoteo 3:6). Los νεοφυτoι, de los que habla Pablo, eran aquellos catecúmenos que aún no habían sido bautizados, o lo habían sido muy recientemente; porque la palabra griega, que en nuestra traducción se traduce neófito, según su significado literal significa una nueva planta; es decir, un nuevo oyente y discípulo de la iglesia.

b. La otra clase de catecúmenos incluía a los niños pequeños de la iglesia, o los hijos de padres cristianos. Estos niños, muy poco después de su nacimiento, eran bautizados, siendo considerados como miembros de la iglesia, y después de haber crecido un poco eran instruidos en el catecismo, el cual, después de haberlo aprendido, eran confirmados por la imposición de manos y despedidos de la clase de catecúmenos, y luego se les permitía, con los de edad madura, celebrar la Cena del Señor. Aquellos que están deseosos de saber más con respecto a estos catecúmenos, son referidos a la Historia Eclesiástica de Eusebio, el décimo libro, y la última parte del cuarto capítulo. Aquellos que enseñaban el catecismo, o instruían a estos catecúmenos, eran llamados catequistas.

II. ¿CUÁL ES EL ORIGEN DE LA CATEQUESIS Y SE HA PRACTICADO SIEMPRE EN LA IGLESIA?

Lo mismo puede decirse del origen de la catequización que se dice de toda la economía o servicio de la iglesia, que fue instituida por Dios mismo, y siempre se ha practicado en la iglesia. Porque, puesto que desde el principio del mundo Dios ha sido el Dios, no sólo de los de edad adulta, sino también de los de edad joven y tierna, según el pacto que hizo con Abraham, diciendo: «para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti» (Génesis 17:7). También ha ordenado que ambas clases sean instruidas en la doctrina de la salvación de acuerdo con su capacidad; los adultos por la voz pública del ministerio, y los niños por ser catequizados en la familia y la escuela. Con respecto a la institución diseñada para la instrucción de adultos, el caso es claro y no admite dudas.

Considerando la catequesis de los niños en la iglesia judía, el Antiguo Testamento abunda en muchos mandamientos explícitos. En los capítulos 12 y 13 de Éxodo, Dios ordena a los judíos que den instrucción particular a sus hijos y familias en relación con la institución y los beneficios de la Pascua. En el cuarto capítulo del libro de Deuteronomio, ordena a los padres que repitan a sus hijos toda la historia de la ley que les había dado. En el sexto capítulo del mismo libro, requiere que la doctrina de la unidad de Dios y del amor perfecto a Él sea inculcada e impresa en las mentes de sus hijos; y en el undécimo les manda que expliquen el Decálogo a sus hijos.

Por lo tanto, bajo la dispensación del Antiguo Testamento, los padres enseñaban a los niños en la familia, y en las escuelas los maestros de religión, las cosas principales contenidas en los profetas, a saber: con respecto a Dios, la ley, la promesa del evangelio, el uso de los sacramentos y los sacrificios, que eran tipos del Mesías que había de venir,  y de los beneficios que iba a adquirir; porque no puede haber duda de que las escuelas de los profetas Elías, Eliseo, etc., fueron establecidas para este mismo propósito. Fue también con este diseño que Dios entregó su ley en la forma breve y condensada en la que está. «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y a tu prójimo como a ti mismo». Así también con respecto al evangelio; se comprendió brevemente en las promesas: «La simiente de la mujer herirá la cabeza de la serpiente»; y «en tu descendencia serán benditas todas las naciones». Del mismo modo, tenían sacrificios, oraciones y otras cosas que Dios requirió que Abraham y su posteridad enseñaran a sus hijos y familias. Por lo tanto, esta doctrina se presenta en una forma tan simple y sencilla como para satisfacer la capacidad de los niños y de los indoctos.

En el Nuevo Testamento se nos dice que Cristo impuso sus manos sobre los niños pequeños y los bendijo, y mandó que fueran llevados a Él. Por eso dice, en Marcos 10:14, «Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios». Que la catequesis de los niños fue diligentemente atendida en los tiempos de los apóstoles, es evidente por el ejemplo de Timoteo, de quien se dice que conocía las Sagradas Escrituras desde que era un niño pequeño; y de lo que se dice en la epístola a los Hebreos, donde se mencionan algunas de los principales encabezados incluidos en el catecismo de los apóstoles, como el arrepentimiento de las obras muertas, y de la fe hacia Dios, de la doctrina del bautismo, y de la imposición de manos, y de la resurrección de entre los muertos,  y del juicio eterno, que el apóstol llama leche para los bebés. Estos y otros puntos similares de doctrina fueron requeridos de los catecúmenos de edad adulta en el momento de su bautismo, y de los niños en el momento de su confirmación por la imposición de manos. Por lo tanto, el apóstol los llama la doctrina del bautismo y la imposición de manos. Así también los Padres escribieron breves resúmenes de doctrina, algunos fragmentos de los cuales todavía se pueden ver en la iglesia papal. Eusebio escribe de Orígenes, que restauró la costumbre de catequizar en Alejandría, que se había dejado de usar durante los tiempos de persecución. Sócrates escribe así en relación con el sistema de catequesis en la iglesia primitiva: «Nuestra forma de catequesis», dice, «está de acuerdo con el modo que hemos recibido de los obispos que nos han precedido, y de acuerdo con lo que se nos enseñó cuando pusimos el fundamento de la fe y fuimos bautizados, y según hemos aprendido de las Escrituras,» etc. El Papa Gregorio hizo que se colocaran imágenes e ídolos en las iglesias, para que sirvieran como libros para los laicos y los niños. Después de este período, la doctrina de la iglesia, a través de la negligencia de los obispos y la sutileza de los sacerdotes romanos, se volvió gradualmente más y más corrupta, y la costumbre de catequizar cayó cada vez más en desuso, hasta que finalmente se convirtió en la ridícula ceremonia que hasta el día de hoy llaman confirmación. Hasta aquí el origen y la práctica de la catequesis en la iglesia.

III. ¿CUÁLES SON LAS PARTES O ENCABEZADOS PRINCIPALES DE LA DOCTRINA DEL CATECISMO?

Las partes principales y más importantes de los primeros principios de la doctrina de la iglesia, como se desprende del pasaje que acabamos de citar de la Epístola a los Hebreos, son el arrepentimiento y la fe en Cristo, que podemos considerar como sinónimos de la Ley y el Evangelio. Por lo tanto, el catecismo en su sentido primario y más general puede dividirse como la doctrina de la iglesia en la Ley y el Evangelio. No difiere de la doctrina de la iglesia en cuanto respecta al tema y materia de la que trata, sino solo en la forma y manera en que se presentan estas cosas, así como la carne dura diseñada para adultos, con la cual se puede comparar la doctrina de la iglesia, no difiere en esencia de la leche y la carne preparadas para los niños, a lo que Pablo compara el catecismo en el pasaje ya mencionado. Estas dos partes se llaman, por la gran masa de hombres, el Decálogo y el Credo de los Apóstoles; porque el Decálogo comprende la sustancia de la Ley, y el Credo de los Apóstoles la del Evangelio. Otra distinción hecha por esta misma clase de personas es la de la doctrina de la fe y las obras, o la doctrina de las cosas que deben creerse y las que deben hacerse.

Hay otros que dividen el catecismo en las siguientes tres partes; considerando, en primer lugar, la doctrina con respecto a Dios, luego la doctrina con respecto a su voluntad y, por último, la que respecta a sus obras, que distinguen como las obras de creación, preservación y redención. Pero todas estas partes diferentes se tratan en la Ley o en el Evangelio, o en ambos, de modo que esta división puede reducirse fácilmente a la primera.

Hay otros, de nuevo, que hacen que el catecismo conste de cinco partes diferentes: el Decálogo, el Credo de los Apóstoles, el Bautismo, la Cena del Señor y la Oración; de los cuales, el Decálogo fue entregado inmediatamente por Dios mismo, mientras que las otras partes fueron entregadas mediatamente, ya sea a través de la manifestación del Hijo de Dios en la carne, como es el caso de la Oración del Señor, el Bautismo y la Eucaristía, o a través del ministerio de los apóstoles, como es el caso del Credo de los Apóstoles. Pero todas estas partes diferentes también pueden reducirse a los dos encabezados generales observados en la primera división. El Decálogo contiene la sustancia de la Ley, el Credo de los Apóstoles la del Evangelio; los sacramentos son partes del Evangelio, y pueden, por lo tanto, ser incluidos en él en la medida en que son sellos de la gracia que promete, pero en la medida en que son testimonios de nuestra obediencia a Dios tienen la naturaleza de sacrificios y pertenecen a la Ley, mientras que la oración, de la misma manera, puede ser referida a la Ley, siendo una parte de la adoración de Dios.

El Catecismo del que hablaremos en estas conferencias consta de tres partes. La primera trata de la miseria del hombre, la segunda de su liberación de esta miseria, y la tercera de la gratitud, cuya división no difiere, en realidad, de la anterior, porque todas las partes que están allí especificadas están incluidas en estos tres encabezados generales. El Decálogo pertenece a la primera parte, en la medida en que es el espejo a través del cual somos llevados a vernos a nosotros mismos, y así conducidos al conocimiento de nuestros pecados y miserias, y a la tercera parte en cuanto es la regla de la verdadera gratitud y de una vida cristiana. El Credo de los Apóstoles es incluido en la segunda parte en la medida en que despliega el camino de la liberación de los pecados. Los sacramentos, pertenecientes a la doctrina de la fe y siendo los sellos que se adjuntan a ella, pertenecen de la misma manera a esta segunda parte del catecismo, que trata de la liberación de la miseria del hombre. Y la oración, siendo la parte principal de la adoración espiritual y del agradecimiento, puede, con gran propiedad, ser referida a la tercera parte general.

IV. ¿POR QUÉ ES NECESARIO INTRODUCIR Y ENSEÑAR EL CATECISMO EN LA IGLESIA?

Se puede insistir en la necesidad,

1. Porque es el mandamiento de Dios: “Y las enseñaréis a vuestros hijos”, etc. (Deuteronomio 11:19).

2. Debido a la gloria divina que exige que Dios no sólo sea correctamente conocido y adorado por los de edad adulta, sino también por los niños, según se dice: “De la boca de los niños y de los que maman fundaste la fortaleza” (Sal. 8:2).

3. A causa de nuestro consuelo y salvación; porque sin un verdadero conocimiento de Dios y de su Hijo Jesucristo, nadie que haya alcanzado años de discreción y entendimiento puede ser salvo, o tener algún consuelo seguro de que es aceptado a los ojos de Dios. Por eso se dice: «Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado». Y de nuevo, «Sin fe es imposible agradar a Dios». (Juan 17:3; Hebreos 11:6). Y no sólo eso, sino que nadie cree en aquel de quien no sabe nada, o no ha oído; porque, «¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído?» «Así que la fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios» (Romanos 10:14, 17). Es necesario, por lo tanto, que todos aquellos que serán salvos, se aferren y abracen la doctrina de Cristo, que es la doctrina principal y fundamental del Evangelio. Pero, para que esto pueda hacerse, debe haber instrucciones impartidas a este efecto, y por necesidad, alguna forma breve y simple de doctrina, adecuada y adaptada a los jóvenes, y los que son indoctos.

4. Para la preservación de la sociedad y la iglesia. Toda la historia pasada demuestra que la religión y la adoración de Dios, el ejercicio y la práctica de la piedad, la honestidad, la justicia y la verdad, son de la mayor importancia para el bienestar y la perpetuación de la iglesia y de la comunidad. Pero es en vano que busquemos estas cosas entre naciones bárbaras, ya que nunca se ha sabido que produzcan los frutos de la piedad y la virtud. Por lo tanto, existe la necesidad de que seamos entrenados para la práctica de estas cosas desde nuestros primeros años; porque el corazón del hombre es depravado y malo desde su juventud; sí, tal es la corrupción de nuestra naturaleza, que a menos que comencemos pronto la obra de reforma y entrenamiento moral, demasiado tarde aplicamos un remedio cuando, a través de largas demoras, los malos principios e inclinaciones del corazón se han fortalecido y confirmado tanto, como para desafiar las restricciones que entonces deseamos imponerles. Si no somos instruidos correctamente en nuestra infancia a partir de las Sagradas Escrituras concernientes a Dios y su voluntad, y luego no comenzamos la práctica de la piedad, es con gran dificultad, si es que alguna vez, nos alejamos de estos errores que, por así decirlo, nacen en nosotros, o que hemos absorbido desde nuestra juventud, y que somos llevados a abandonar los vicios en los que hemos sido educados y a los que hemos estado acostumbrados. Si, por lo tanto, la iglesia y el estado han de ser preservados de la degeneración y la destrucción final, es de suma importancia que esta depravación de nuestra naturaleza sea, a su debido tiempo, combatida con las restricciones adecuadas y sea sometida.

5. Es necesario que todas las personas se familiaricen con la regla y la norma según las cuales debemos juzgar y decidir, en relación con las diversas opiniones y dogmas de los hombres, para que no seamos inducidos al error, y seamos seducidos por ello, de acuerdo con el mandamiento que se da en relación con este tema, «Guardaos de los falsos profetas». «Examinadlo todo; retened lo bueno». «Probad a los espíritus si son de Dios» (Mateo 7:15. 1Tesalonicenses 5:21; 1Juan 4:1). Pero la ley y el Credo de los Apóstoles, que son las partes principales del catecismo, constituyen la regla y el estándar según el cual debemos juzgar las opiniones de los hombres, de los cuales podemos ver la gran importancia de un conocimiento familiar de ellos.

6. Los que han estudiado y aprendido bien el Catecismo, generalmente están mejor preparados para comprender y apreciar los sermones que escuchan de vez en cuando, en la medida en que pueden referir fácilmente y reducir las cosas que oyen de la Palabra de Dios, a los diferentes encabezados del catecismo al que pertenecen apropiadamente. Mientras que, por otro lado, aquellos que no han disfrutado de este entrenamiento preparatorio, escuchan sermones, en su mayor parte, con poco beneficio para ellos mismos.

7. Se puede insistir en la importancia de la catequización en vista de su peculiar adaptación a aquellos estudiantes que son de mentes débiles e incultas, que requieren instrucción de una manera breve, sencilla y perspicaz, como lo tenemos en el catecismo, y no serían, debido a su juventud y débil capacidad, hábiles para entenderla si se presenta en una forma larga y más difícil.

8. También es necesario, con el propósito de distinguir y separar a los jóvenes y a los indoctos, de los cismáticos y paganos profanos, lo que puede hacerse más eficazmente mediante un curso juicioso de instrucción catequética.

9. Finalmente. El conocimiento del catecismo es especialmente importante para aquellos que han de actuar como maestros, porque deben tener un conocimiento más íntimo de la doctrina de la iglesia que los demás, también por razón de su llamado, para que un día puedan instruir a otros, como por las muchas facilidades que tienen para obtener un conocimiento de esta doctrina, la cual les conviene mejorar diligentemente, para que, como Timoteo, se familiaricen bien con las Sagradas Escrituras y «serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido» (1Timoteo 4:6).

A estas consideraciones, que muestran claramente la importancia de la catequización, podemos añadir muchas otras de gran peso, especialmente con la gran masa de la humanidad, como los argumentos que pueden extraerse del propósito de nuestra creación, y de la prolongación y preservación de nuestras vidas desde la infancia hasta la juventud, y desde la juventud hasta la edad adulta, etc. También podríamos hablar de la excelencia del objeto de la doctrina del catecismo, que es el bien supremo, es decir, Dios mismo, y podríamos mostrar el efecto de tal curso de instrucción, que es un conocimiento de este bien supremo, y una participación en él, que es algo mucho más importante y deseable que todos los tesoros de este mundo. Esta es esa perla de gran precio escondida en el campo de la iglesia, de la cual Cristo habla en Mateo 13:44, y a causa de la cual los cristianos en tiempos pasados sufrieron el martirio, con sus hijos pequeños. Podemos referirnos aquí al ejemplo de Orígenes, del cual tenemos un relato en el sexto libro y tercer capítulo de la Historia Eclesiástica de Eusebio. Así que el cuarto libro y el capítulo dieciséis de la historia de Teodoreto pueden leerse con el mismo propósito. Pero si ignoramos la doctrina y la gloria de Cristo, ¿quién de entre nosotros estaría dispuesto a sufrir por su causa? ¿Y cómo puede ser de otra manera, sino que seremos ignorantes de estas cosas, a menos que seamos enseñados e instruidos en ellas desde nuestra infancia? El descuido del Catecismo es, por lo tanto, una de las principales causas por las que hay tantos en la actualidad llevados de todo viento de doctrina, y por qué tantos se alejan de Cristo para seguir al Anticristo.

V. ¿CUÁL ES EL DISEÑO DEL CATECISMO Y DE LA DOCTRINA DE LA IGLESIA?

El diseño de la doctrina del catecismo es nuestro consuelo y salvación. Nuestra salvación consiste en el disfrute del mayor bien. Nuestro consuelo comprende la seguridad y la expectativa confiada del disfrute pleno y perfecto de este bien supremo en la vida venidera, con un comienzo y un anticipo de ello ya en esta vida. Este bien supremo es el que hace verdaderamente bendecidos a todos aquellos que ya disfrutan de él, mientras que aquellos que no lo hacen son miserables y desdichados. Cuál es este único consuelo, al que nos lleva el designio del Catecismo, se explicará en la primera pregunta, a la que procedemos ahora, sin hacer más observaciones introductorias.

Originalmente publicado en este enlace.