Autor: Daniel J. McCoy.

Traductor: Valentín Alpuche.

17 de enero de 2023; Traductor: Valentín Alpuche

ID artículo: JAF0123DM | Por: Daniel J. McCoy

Este artículo es una adaptación de

Buddhism or Christianity : Which is Better for the World? 

Por Daniel McCoy (Houston, TX: Moral Apologetics Press, 2023).

¿Por qué existen los seres humanos? ¿Cuál es nuestro propósito último? Una persona llegará a respuestas muy diferentes dependiendo de si ha pasado más tiempo bajo la cruz de Cristo o bajo el «Árbol Bodhi» (el «árbol del despertar» bajo el cual Buda encontró la iluminación). Por un lado, está el sólido sentido de finalidad del cristianismo, según el cual los seres humanos fueron creados por Dios con un propósito; la vida eterna en unión con Dios. Por el otro, el budismo considera que la vida es fundamentalmente transitoria y, en última instancia, carente de propósito. Ambas religiones tienen defensores que afirman que su visión no sólo es verdadera, sino también inspiradora.

Como una de las religiones «misioneras» del mundo, el budismo merece atención porque ha hecho incursiones culturales efectivas en el mundo occidental. La incipiente influencia cultural del budismo en Occidente puede apreciarse en los programas de estudios universitarios, los libros espirituales más vendidos, las prácticas de salud y bienestar, y los esfuerzos interreligiosos por tender puentes entre las que se consideran las religiones más influyentes del mundo occidental y oriental: el cristianismo y el budismo.

EL BUDISMO Y LA FALTA DE PROPÓSITO

A primera vista, parecería que la postura budista es claramente menos inspiradora que la cristiana. En lugar de describir la vida humana como la arquitectura culminante de un Dios creador, el budismo, como se ha señalado, describe la vida humana como transitoria, indigna de apego y sin propósito inherente.

En las fauces de un demonio

Los budistas ilustran la maraña del samsara (el interminable carrusel de renacimientos) con un gráfico llamado bhavacakra.[1] Esta representación, conocida como la «rueda de la existencia», traza la visión budista del mundo con una serie de círculos concéntricos. Un demonio (a veces Mara, el tentador y adversario, y otras veces Yama, el rey de la muerte) sujeta la rueda entera con la boca. El anillo exterior de la rueda suele estar formado por los doce eslabones de la co-creación dependiente (la visión budista de cómo surge el mundo, en la que todo existe porque depende de todo lo demás que existe). Más adentro están los seis reinos en los que uno puede renacer, desde el infierno hasta el cielo, pasando por todos los demás. En el círculo interior hay un pájaro, una serpiente y un cerdo que se persiguen mutuamente. Representan los «tres venenos» de la avaricia, la ignorancia y la aversión.[2] Estos tres son las «fuerzas propulsoras del ciclo de la existencia».[3] Así pues, existimos no por un propósito divino, sino por una serie codependiente de acontecimientos desafortunados.

A primera vista, considerar la vida transitoria y sin propósito conduce al sufrimiento. Esto se debe a que considerar que la vida carece de propósito hace lógicamente insoportables otros tipos de sufrimiento. ¿Cómo puede una persona soportar el sufrimiento con perseverancia cuando no hay ningún sentido, ningún propósito a la vista en el otro extremo, excepto escapar hacia la extinción del nirvana,[4] como en el caso del budismo? En términos positivos, el superviviente del holocausto y psiquiatra Víctor Frankl explicó: «El sufrimiento deja de ser sufrimiento en cierto modo en el momento en que encuentra un sentido, como el sentido de un sacrificio».[5] Un ejemplo ilustrativo sería la clara diferencia entre que un hombre pierda la vista por un accidente frente a que la pierda por rescatar a alguien de un edificio en llamas.

Sin embargo, el budismo ofrece dos respuestas fascinantes a la pregunta de por qué aceptar la falta de propósito último de la vida que son realmente hermosas y liberadoras —empieza por reconocer la devastación que supone sentirse decepcionado.

Por qué la falta de propósito es buena: la devastación de la decepción

Antes de ser Buda, Siddhartha Gautama era un príncipe que creció en el privilegio y el lujo. A medida que crecía, sintió curiosidad por saber cómo era la vida fuera de palacio. En un paseo en carro por la ciudad, Gautama vio a un enfermo, un anciano, un muerto y un monje. Estas imágenes de enfermedad, vejez y muerte se le quedaron grabadas en la mente: ¿estaba él también sujeto a la vejez, la enfermedad y la muerte? Lo estaba. La solución a este nuevo predicamento se presentó en el monje tranquilo. Donde los pensamientos de enfermedad, vejez y muerte podrían haberle llenado de desesperación, Gautama se dio cuenta de que había esperanza en la renuncia al mundo y a sus comodidades. Solo aquellos que están «embriagados de juventud… salud… vida» se sentirían «horrorizados, humillados y asqueados» de perderlas.[6]

Todo es sufrimiento. El viaje espiritual de renuncia de Gautama le llevó a la conclusión de que sufrimos porque deseamos cosas que son transitorias, como la juventud, la salud y la vida. Gautama descubrió que, literalmente, toda la vida es transitoria. Fue en el primer sermón de Gautama tras iluminarse (es decir, convertirse en «Buda») cuando desveló las Cuatro Nobles Verdades:

1) Todo es sufrimiento.

2) El deseo produce sufrimiento.

3) El sufrimiento se supera eliminando el deseo.

4) El deseo se elimina mediante el óctuple sendero.[7]

La primera noble verdad resume el predicamento universal. Al decir que «todo es sufrimiento», Gautama estaba enseñando que, en última instancia, todo conduce a la decepción. Las cosas se pudren. Los honores se desvanecen. Las personas que amas mueren. Tu vida llegará a su fin. Así pues, si la gente quiere acabar con el sufrimiento, deberá aceptar que las cosas de la vida son transitorias y carecen de finalidad última. Esa resignación, enseñó Gautama a los monjes que le siguieron, es el primer paso para superar el sufrimiento.

Por qué la falta de propósito es buena: La emancipación a través de la vacuidad

Con el tiempo, se desarrollaron numerosas ramas del budismo, muchas de ellas casi irreconocibles en comparación con la espiritualidad centrada en los monjes que enseñó Gautama. Una importante escuela del budismo llamada «Mahayana» (el «gran vehículo») se distinguía de lo que denominaba «Hinayana» (el «pequeño vehículo» centrado en los monjes) en que su objetivo era ayudar a la gente corriente, no sólo a los monjes (de hecho, a todos los seres sintientes), a avanzar hacia el nirvana.

Fusión del Samsara y el Nirvana. Dentro del budismo Mahayana, se nos da una segunda razón por la que ver la vida como algo sin propósito nos aleja del sufrimiento. En lugar de mantener el nirvana como una realidad futura, en el budismo mahayana era habitual eliminar la distinción entre el samsara (la rueda de renacimientos) y el nirvana («extinguirse»).[8] Nagarjuna, cuya filosofía influyó enormemente en el budismo mahayana, explicaba: «No hay nada en absoluto que diferencie el samsara del nirvana. El límite del nirvana es el límite del samsara. Entre ambos no hay la más mínima diferencia».[9] Dado que tanto el samsara como el nirvana están fundamentalmente vacíos de existencia intrínseca, se puede experimentar el nirvana en el aquí y ahora viendo a través de la vacuidad fundamental de todo y soltándose de ella. Reconocer la vacuidad es experimentar el nirvana ahora.

Para muchos budistas, por tanto, ver la transitoriedad y la falta de propósito fundamentales de la vida es una dicha. Ver «el vaso medio vacío» es una expresión común entre los pesimistas. Sin embargo, la frase no es válida para los budistas, que lo ven todo vacío y se consideran optimistas. La vacuidad budista (sunyata) se ha calificado de «estado de liberación de impedimentos y limitaciones», un «estado de receptividad espontánea».[10] Experimentar la vacuidad significa que «el presente se vive plenamente, libre de ansiedad, deseo egoísta e ignorancia» sin «nada ganado ni perdido, pues uno despierta a todo tal como es».[11] Reconocer que la vida nos llega vacía y sin propósito inherente significa no sólo «liberación del apego», sino también «libertad para la creatividad», como la de un artista.[12] La conciencia budista de la «talidad o asidad» inmediata de toda existencia —la forma en que son las cosas— es una «alegría nirvánica» similar a la «gloria divina que resplandece en la creación renovada».[13]

EL CRISTIANISMO Y EL PROPÓSITO

Según el cristianismo, ¿por qué existen los seres humanos? Los seres humanos existen, ante todo, porque Dios nos creó. ¿Y por qué nos creó? Según Génesis 1:26-28, Dios creó a los seres humanos para que fueran «imagen» y «semejanza» de Dios, para que «dominaran» y «sometieran» lo que Dios había creado, y para que «fuesen fecundos y creciesen en número».[14]

Restaurar el propósito de la humanidad

La carta del apóstol Pablo a los Romanos explora cómo, a pesar de que los seres humanos no hemos alcanzado la gloria que deberíamos haber alcanzado (Romanos 3:23), Dios está restaurando nuestro propósito. Lo hace haciéndonos semejantes a Jesús, el Hijo divino de Dios que se dotó de naturaleza humana y vivió entre nosotros, siendo y mostrándonos lo que significa ser un verdadero ser humano. Fue la muerte sacrificial de Jesús en la cruz la que nos trajo «justificación que da vida» (Romanos 5:18), al estar unidos a Él en su muerte y resurrección (Romanos 6:5), mientras que nuestros antepasados físicos nos habían traído anteriormente un reino de muerte (Romanos 5:17).

Ahora que los discípulos de Jesús están siendo restaurados a la semejanza de Cristo y a la unión con Dios en Cristo, toda la creación tiene motivos para albergar la esperanza de que también ella experimentará la restauración. Esta restauración de los seres humanos a la gloria que les corresponde se describe como «la gloria que habrá de revelarse en nosotros» (Romanos 8:18) y «la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Romanos 8:21). Es gracias a esta restauración de la humanidad que existe la esperanza de que «la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza» (Romanos 8:21).

Una humanidad restaurada para una nueva creación

En Apocalipsis 22 (el capítulo final de la Biblia), se nos ofrece una imagen de los seres humanos restaurados que se hace eco del propósito previsto para los seres humanos en Génesis 1 (el primer capítulo de la Biblia). De la misma manera que se dijo a los humanos que gobernarán sobre la creación descrita en Génesis, los humanos restaurados gobernarán sobre la nueva creación descrita en Apocalipsis: «A cada lado del río estaba el árbol de la vida…Ya no habrá maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad. Sus siervos le servirán…Y reinarán por los siglos de los siglos» (Apocalipsis 22:2-5).

DOS VERSIONES DEL EDÉN

Otra forma de describir los puntos de vista cristiano y budista en lo que respecta al propósito último es preguntarse qué implica, según cada uno de ellos, el «Edén». ¿En qué momento experimentan los seres humanos la plenitud de su florecimiento?

El Edén budista

Lo más cerca que estamos de un Edén budista es en las versiones del budismo que enseñan la no distinción entre samsara y nirvana. Para ellos, el Edén budista puede describirse como una «gran afirmación de la vida» a través del «juego» espontáneo y de «simplemente sentarse».[15] Disfruta del ahora, convirtiéndose en «totalmente aceptante de lo que sea».[16] Si es así, cabe preguntarse, como hace Stephen Phillips, «¿Afirma sunyata [vacuidad] todos los deseos y objetivos por igual, tanto los del asesino y extorsionador como los del buscador zen?… ¿Debemos «quedarnos sentados» mientras la gente de África, o de cualquier otro lugar, pasa hambre?».[17] El budista podría responder que ser felizmente consciente de la «talidad» de la vida conlleva menos sufrimiento interior personal que angustiarse por los problemas del mundo. Pero ¿qué significa «aceptar plenamente lo que es» para las personas que sufren ahí fuera?[18]

El Edén cristiano

El Edén cristiano no es ante todo una experiencia interior de felicidad meditativa, sino una realidad restaurada que ya está en marcha. El que estaba sentado en el trono dijo, «Yo hago nuevas todas las cosas» (Apocalipsis 21:5). Aquí, el revelador habla de una «renovación final en el Fin» ya iniciada por un Dios que «continuamente hace nuevas las cosas aquí y ahora».[19] Dios no es descrito como saboreando indiscriminadamente la realidad tal como es, sino como restaurando continuamente la creación a su intención original, con énfasis en la restauración de los seres humanos a su gloria prevista (Romanos 8:18).

Entonces, ¿cuál es la diferencia entre un Edén budista y uno cristiano? Una diferencia importante es la palabra cambio. El cristianismo moviliza al cristiano a la acción en la lucha contra el sufrimiento, no principalmente como un medio hacia la felicidad interna (aunque eso puede seguir aquí y ahora, y sin duda seguirá en la resurrección), sino como un medio de participar en el plan de Dios para restaurar una creación caída pero amada a la unión eterna con Dios en Cristo.

El budismo enseña la tranquilidad, incluso la felicidad, sin propósito, mientras que el cristianismo enseña el propósito último. Los budistas razonan que la aceptación de la falta de propósito es existencialmente preferible a sentirse continuamente decepcionado por el estallido de deseos inflados. El cristianismo ofrece un propósito último basado en un Dios digno de confianza. Aceptar la «talidad» del mundo puede proporcionarnos dicha interior, pero el reconocimiento cristiano de «lo que deber ser» el mundo nos restaura, pues los cristianos confían y siguen a un Dios que obra para hacer nuevas todas las cosas.

Daniel J. McCoy, PhD, es Director Editorial de RENEW.org. Es editor general de The Popular Handbook of World Religions (Harvest House, 2021) y coautor de The Atheist’s Fatal Flaw (Baker Books, 2014).


[1] El bhavacakra es más conocido en sus formas tibetanas, pero no se limita al budismo tibetano.

[2] Robert E. Buswell y Donald S. Lopez, The Princeton Dictionary of Buddhism (Princeton, NJ: Princeton University Press, 2014), 112.

[3] Richard H. Robinson and Willard L. Johnson, The Buddhist Religion: A Historical Introduction (Encino, CA: Dickenson Publishing Company, 1977), 36.

[4] En sánscrito, nirvana significa «extinción». Sea lo que sea el nirvana, no queda ningún yo para hacer ninguna experiencia.

[5] Victor E. Frankl, Man’s Search for Meaning: An Introduction to Logotherapy, trad. Ilse Lasch (Boston: Beacon Press, 1969), 115.

[6] Los relatos que narran el camino de Gautama de príncipe a renunciante proceden de «Indian History Sourcebook: Sources on the Buddha’s Life and Death», Fordham University, 1998, https://sourcebooks.fordham.edu/india/buddha-life.asp; y el «Sukhamala Sutta: Refinamiento AN 3.38», traducido del pali por Thanissaro Bhikkhu, Access to Insight, 1997, https://www.accesstoinsight.org/tipitaka/an/an03/an03.038.than.html.

[7] Ver el «Dhammacakkappavattana Sutta: Poner en movimiento la rueda del Dhamma (SN 56:11)», trad. Thanissaro Bhikkhu, Access to Insight, 1993, https://www.accesstoinsight.org/tipitaka/sn/sn56/sn56.011.than.html.

[8] Christopher A. Brown, «Can Buddhism Save? Finding Resonance in Incommensurability», Cross Currents 49:2 (1999): 173.

[9] Paul Williams, Mahayana Buddhism: The Doctrinal Foundations, 2nd ed. (London: Routledge, 2009), 76.

[10] Harry Oldmeadow, Touchstones of the Spirit: Essays on Religion, Tradition and Modernity (Bloomington, IN: World Wisdom, 2012), 78.

[11] Thomas E. Reynolds, «Toward the Other: Christianity and Buddhism on Desire», Journal of Ecumenical Studies 39 (2002): 333.

[12] Jay McDaniel, «Zen Buddhism and Prophetic Christianity», Encounter 45:4 (1984): 310.

[13] Joseph S. O’Leary, «Emptiness and Dogma», Buddhist-Christian Studies 22 (2002): 173.

[14] Todas las citas de la Biblia son de la NVI.

[15] Stephen H. Phillips, «Nishitani’s Buddhist Response to ‘Nihilism’» Journal of the American Academy of Religion 55:1 (1987): 97.

[16] John B. Cobb, «Masao Abe», Buddhist-Christian Studies 28 (2008): 119.

[17] Stephen H. Phillips, «Nishitani’s Buddhist Response to ‘Nihilism’», 94–95.

[18] Ha habido esfuerzos budistas por conseguir un mundo mejor haciendo hincapié en la interconexión de todas las cosas. Para más información sobre este «budismo comprometido» y su dificultad para fundamentarse en la metafísica budista, ver Daniel J. McCoy, Buddhism or Christianity: Which Is Better for the World? (Houston: Moral Apologetics Press, 2022).

[19] Leon Morris, Revelation: An Introduction and Commentary (Nottingham: InterVarsity Press, 1987), 234.

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Originalmente publicado en este enlace.