AutorJ. Gresham Machen.

Traductor: Valentín Alpuche.

Sermón predicado en la capilla del Seminario Teológico de Princeton, en la mañana del domingo 10 de marzo de 1929 por el Rev. Profesor J. Gresham Machen.

Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús (Filipenses 4:7).

Pelea la buena batalla de la fe (1 Timoteo 6:12).

El apóstol Pablo fue un gran luchador. Su lucha fue en parte contra enemigos externos, contra adversidades de todo tipo. Cinco veces fue azotado por los judíos, tres veces por los romanos; naufragó cuatro veces; y estuvo en peligros de ríos, en peligros de ladrones, en peligros de sus propios compatriotas, en peligros de los gentiles, en peligros en la ciudad, en peligros en el desierto, en peligros en el mar, en peligros entre falsos hermanos. Y finalmente llegó al final lógico de una vida así al morir por el hacha del verdugo. No era una vida pacífica, sino más bien una vida de aventuras salvajes. Lindbergh, supongo, se emocionó cuando llegó a París,[1] y la gente está en busca de emociones hoy en día; pero si quisieran una sucesión realmente ininterrumpida de emociones, creo que lo mejor que podrían hacer es dar la vuelta al Imperio Romano del primer siglo con el apóstol Pablo, ocupado en el impopular negocio de poner el mundo de cabeza.

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Originalmente publicado en este enlace.