Autor: G. I. Williamson.

Traductor: Valentín Alpuche.

«Un catecismo de nuestra religión cristiana” es el nombre dado a un sumario breve y sencillo oralmente impartido de las partes principales de la doctrina cristiana en el que la juventud y los principiantes son examinados y oídos sobre lo que han aprendido. Desde los comienzos de la iglesia cristiana todos los piadosos han sido diligentes en instruir a sus hijos en el temor del Señor en el hogar, en la escuela y en la iglesia. Lo hicieron indudablemente por las siguientes razones que nos inducirán también a nosotros a hacer lo mismo.

En primer lugar, ellos correctamente consideraron el hecho de que la maldad innata tomaría dominio de la situación y entonces pervertiría a las iglesias y a los gobiernos civiles a menos que fuese contrarrestada a tiempo por medio de una doctrina saludable.

En segundo lugar, ellos tenían el mandamiento explícito de Dios en Éxodo 12 y 13 y en Deuteronomio 4, 6 y 11 donde el Señor dice “Y estas palabras (los 10 mandamientos) que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Deut 6:6-7).

Finalmente, así como los hijos de Israel, después de la circuncisión y tan pronto como ellos podían entender, eran instruidos en el misterio de esta señal del pacto y también en el pacto de Dios, también nuestros hijos deben ser instruidos en el significado del bautismo que han recibido y en la verdadera fe cristiana y el arrepentimiento, a fin de que antes de que sean admitidos a la mesa del Señor puedan profesar su fe delante de toda la congregación cristiana.

Por lo tanto, el Catecismo

debe ser mantenido de acuerdo

con la siguiente forma.

Primero, puesto que la gente adulta bajo el papado fue educada sin el catecismo y fácilmente olvidan las partes de la religión cristiana, se considera necesario que el ministro lea una sección del catecismo al pueblo clara y entendiblemente antes del sermón en cada domingo y en todos los días festivos. Esto debe hacerse en todas las villas y pueblos como también en las ciudades para que se complete en nueve domingos. [Luego venía una división del catecismo en nueve domingos].

Además, cada domingo en la tarde en una hora conveniente se debe predicar un sermón catequético de la siguiente manera. Después que la congregación haya terminado de cantar, el ministro repetirá primero la Oración del Señor e invocará a Dios para entender correctamente su Palabra, y después leerá claramente los Diez Mandamientos al pueblo. Después de eso, él examinará a los que todavía no hayan podido aprender las preguntas sobre las cuales va a predicar, y de una manera ordenada los instruirá, primero por un tiempo sobre el texto y después paso a paso en toda la materia. Después de esto, permitirá que los jóvenes reciten un cierto número de las preguntas del catecismo (las que para este propósito dividimos en Días del Señor), tanto las que preceden como especialmente las que vienen el siguiente Domingo y que ellos han aprendido antes en la escuela o en casa. Tan pronto como ellos hayan completado recitarlas en presencia de la congregación, el ministro sencilla y brevemente interpretará y explicará un pequeño número de las siguientes preguntas para que pueda completar la predicación del catecismo al menos una vez al año.

Introducción

Lecturas bíblicas: Lucas 1:1-4; Deuteronomio 26:1-11; 1 Timoteo 3:14-16

El Catecismo de Heidelberg es uno de los mejores credos del período de la Reforma. Un fiel maestro de millones que ha resistido la prueba del tiempo. Todavía hoy es una de las mejores herramientas disponible para aprender lo que significa ser cristiano.

Como el nombre sugiere, el Catecismo de Heidelberg se originó en Alemania. Federico III, el gobernante regional que vivió en Heidelberg en el tiempo de la Reforma, quería un mejor manual para la instrucción religiosa de su pueblo. El resultado fue un catecismo escrito principalmente por Zacarías Ursino y nombrado de acuerdo con la ciudad de su origen. Fue publicado en 1563 y fue rápida y ampliamente aceptado.

En la tercera edición, el Catecismo fue arreglado bajo 52 divisiones para corresponder al número de las semanas en el año. Y desde ese tiempo hasta este, en muchas iglesias reformadas los pastores usan este Catecismo para exponer el sistema bíblico de doctrina. El Catecismo pronto fue traducido al idioma holandés y tal vez no haya sido amado más en muchas otras partes del mundo que en los Países Bajos. Ha sido ampliamente aceptado en muchas otras partes del mundo, sin embargo, y permanece como uno de los sumarios más ampliamente estudiados de la fe cristiana.

Pero ¿por qué estudiar un credo? ¿No sería mejor estudiar solamente la Biblia? Después de todo, los credos son hechos por los hombres y la Biblia es inspirada divinamente. ¿No deshonramos a Dios si estudiamos un catecismo? Esta es una concepción común. Incluso encuentras iglesias hoy con eslóganes tales como “Ningún credo, sino la Biblia”. No obstante, la verdad es que la Biblia misma contradice tal forma de pensar. Podemos ver esto claramente desde las primeras palabras del evangelio de Lucas: “Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas,tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido [o ‘catequizado’ en el griego]” (Lucas 1:1-4).

Así que Teófilo no comenzó simplemente con su propio estudio de la Biblia. No, él empezó (como todos lo hacemos) recibiendo instrucción de parte de otros. En otras palabras, él fue catequizado y después procedió a probar y confirmar sus lecciones de catecismo mediante su propio estudio de la Escritura. Nota que Lucas no consideró la enseñanza catequética como suficiente en sí misma; no, él quería que Teófilo “conociera bien la verdad de las cosas en las cuales había sido instruido”. Así que la prueba de la verdad es la Biblia, no el Catecismo, y siempre debemos ir del Catecismo a la Biblia para asegurarnos que enseña la verdad.

Como un mapa

Entonces, date cuenta de que el Catecismo es como un mapa. Podríamos preguntar: “¿Por qué molestarse en estudiar un mapa? ¿Por qué no solo ir y estudiar la superficie de la tierra en vez de ello? La respuesta, por supuesto, es que uno es sabio al empezar con un estudio de los mapas. Después de todo, la vida es corta y el mundo es muy grande. Una persona, que trabaja por sí misma, solo podría levantar un mapa de una porción pequeña de la tierra, y por eso es por lo que los mapas son muy valiosos. Existen porque muchas personas durante muchos años han hecho un estudio de la tierra, y aunque estos mapas no son perfectos, son muy exactos. De este modo, la mejor manera de empezar a entender la geografía del mundo no es empezar con el mundo mismo, sino que la mejor manera es empezar con un buen atlas. Luego, después de familiarizarnos con lo básico, uno puede ir y poner a prueba el atlas al visitar de hecho algunos de los lugares descritos en él.

Es muy parecido con la Biblia, ya que ella contiene una gran riqueza de información. No es fácil dominar toda esa información, de hecho, nadie lo ha hecho completamente. Por lo tanto, sería insensato que intentáramos hacerlo por nosotros mimos, empezando desde cero. Estaríamos ignorando todo el estudio de la Palabra de Dios que otras personas han hecho a lo largo de los siglos. Esa es exactamente la razón de tener credos. Son el producto de muchos siglos de estudio de la Biblia por una gran compañía de creyentes. Son una clase de “mapa de carretera” espiritual de la enseñanza de la Biblia, ya elaborado y puesto a prueba por otros antes de nosotros. Y, después de todo, ¿no esto exactamente lo que Jesús prometió? Cuando estaba por finalizar su obra en la tierra, les hizo esta promesa a sus discípulos: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad” (Jn 16:13). Y Cristo cumplió su promesa. Cuando llegó el día de Pentecostés, envió su Espíritu para que morara en su pueblo. El Espíritu Santo fue derramado no en individuos separados, sino sobre todo el cuerpo de creyentes cristianos juntos (Hch 2). Y desde ese tiempo hasta este, Él ha estado dando a su iglesia un entendimiento de las Escrituras. No es de sorprenderse que la iglesia se haya expresado a sí misma desde tiempos muy tempranos por medio de credos.

Un vínculo con el pasado

Una de las cosas únicas acerca del Catecismo de Heidelberg es que es realmente dos credos en uno. O, para decirlo de otra manera, hay un credo dentro de este credo. Verán, una gran parte de este catecismo (o credo) es simplemente una cuidadosa explicación del Credo de los Apóstoles. Este es el credo más temprano o más antiguo de la iglesia. Y justo aquí vemos una de las cosas más importantes acerca de un credo que es veraz a la Biblia: permanece veraz a través de las edades. No necesita ser cambiado una y otra vez, con cada generación, porque trata con cosas que son incambiables. De este modo, un credo exacto mantiene unidas a las generaciones. Nos recuerda que la iglesia de Jesucristo no está confinada a una era, tal y como no está confinada a un solo lugar. En otras palabras, hay una unidad en lo que los cristianos han creído a través de las edades. Solo piensa en esto: cuando confesamos nuestra fe hoy con las palabras del Credo de los Apóstoles, nos unimos con todos aquellos creyentes que nos han precedido. ¿No demuestra esto que hay en verdad un solo Señor y una sola fe?

Nuestro propósito en estos estudios del Catecismo de Heidelberg será mostrar esto una y otra vez al retornar a las Escrituras. Nuestro punto de partida será el Catecismo, pero nuestro punto de referencia final será la Biblia. Solamente cuando estemos seguros de que el Catecismo concuerda con la Palabra de Dios tendremos la clase de seguridad que Lucas recomendó a Teófilo. Será claro de esto que nunca debemos considerar al Catecismo como igual a la Biblia. Si mi atlas dice algo que no concuerda con lo que, de hecho, encuentro en la superficie de la tierra, no diré “el mundo no concuerda con mi atlas”. No, sino que será el altas que necesite corrección, no el mundo. Así es con todos los credos y confesiones. Nunca debemos considerarlos de la misma manera en que consideramos a la Biblia. Si el credo no concuerda con la Biblia en algún punto, debemos estar dispuestos a admitirlo. Pero una persona sabia será cuidadosa. Primero querrá revisar y volver a revisar antes de llegar a esta conclusión. El Catecismo de Heidelberg ha sido probado muchas veces por muchos creyentes cristianos que lo han hallado fiel a las Escrituras. Es nuestra esperanza que en estos estudios podamos mostrar por qué estamos de acuerdo firmemente con su conclusión.

Preguntas sobre la lección

  1. Explica por qué es sabio comenzar aprendiendo la fe cristiana usando un catecismo.
  2. ¿Cómo se parece un catecismo a un mapa de carretera?
  3. ¿Qué credo está explicado en el Catecismo de Heidelberg?
  4. Muestra de Lucas 1:1-4 dónde debemos encontrar nuestra autoridad final.

Preguntas para estudio y discusión

  1. ¿Qué serios peligros existen para las iglesias que rechazan el uso de credos?
  2. ¿Por qué es necesario que cada iglesia tenga un credo (tal vez uno no puesto por escrito), a pesar de que afirme que no tiene uno? ¿Qué sucede cuando alguien en la iglesia enseña el error?
  3. Si Dios quiere que usemos credos, ¿por qué no puso uno al final de la Biblia? (Pista: ¿Cómo funcionan los credos en la iglesia?)
  4. Muchas personas se enredan leyendo la Biblia porque no entienden su estructura completa y no conocen sus enseñanzas básicas. ¿Cómo el estudio de un credo aliviará esta dificultad?

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Originalmente publicado en este enlace.