Autor: John Frame.

Traductor: Valentín Alpuche.

La ética también forma parte de la filosofía. Los primeros filósofos griegos, como Tales, se interesaron principalmente en la composición material del mundo. Pero con Heráclito, y especialmente con Platón y Aristóteles, la gente trató de aprender de los filósofos cómo vivir.

Por lo general, los filósofos han ofrecido una de las tres teorías generales de la ética, a veces coordinando dos de estas teorías (rara vez tres de ellas) juntas.

Ética teleológica

En la ética teleológica (una variante moderna es el utilitarismo), el comportamiento humano busca alcanzar un objetivo, un telos. El objetivo suele ser (como en Aristóteles) la felicidad.

Pero entonces intervienen cuestiones epistemológicas. ¿Cómo puedo saber cuál es el estado mental que vale la pena perseguir? ¿Quién puede decir qué placeres vale la pena perseguir y cuáles deben ser postergados? ¿Qué razón debo dar de los demás, de sus placeres, de su felicidad? ¿Qué si parece que debo sacrificar mi propio placer, incluso mi vida, por otra persona?

En el mejor de los casos, la ética teleológica da por sentado el “deber”, pensando que todo el mundo sabe que debemos perseguir el placer. Da por sentado que sólo la felicidad es buena en sí misma, pero muchos de nosotros no podemos asumir eso.

Ética deontológica

Así que otros filósofos han dicho que la ética tiene que ver realmente con “deberes”, obligaciones. Deontológico proviene del griego deo, que significa “debo”, “debería” o “tengo que”.

El deontologismo moderno le debe mucho a Immanuel Kant, para quien la ética se basa en imperativos categóricos, mandatos que debemos obedecer incondicionalmente. Kant era un opositor de la tradición teleológica. Para él, los imperativos éticos suelen contradecir nuestro propio interés, nuestros juicios sobre lo que es placentero o útil.

Pero el problema de la ética deontológica suele surgir cuando tratamos de establecer cuáles son nuestros deberes. Kant pensaba que podían derivarse por una deducción lógica de unos pocos axiomas obvios, como una versión de la Regla de Oro. Pero otros filósofos han cuestionado tanto estos axiomas como las deducciones de Kant a partir de ellos.

Ética existencial

Muchos han renunciado a tratar de identificar autoritativamente las normas categóricas de la ética, y han vuelto a lo que la mayoría de los humanos preferirían hacer de todos modos, es decir, hacer lo que les plazca. O, para decirlo más filosóficamente, siguen su propia subjetividad como única guía ética. Desprecian cualquier afirmación de que alguna persona o principio tiene el derecho de decirnos cómo vivir.

Algunos existencialistas, sin embargo, tratan de introducir otras consideraciones. Jean-Paul Sartre dice que debemos vivir auténticamente, de tal manera que mostremos nuestro verdadero yo con honestidad. Pero ¿de dónde vienen estas apelaciones a la autenticidad y la honestidad? ¿Por qué tenemos la obligación de ser auténticos, si la subjetividad es nuestra única guía? Además, ¿cómo sé cuál de mis deseos es auténtico cuando mis deseos entran en conflicto?

Parece que el existencialista no puede prescindir del deontologismo, sin apelar a las normas que están por encima de nosotros y definen lo que debería ser nuestro verdadero yo. Pero los deontólogos y los teleólogos hacen un trabajo tan pobre en la defensa de sus deberes y sus placeres que su propia ética se reduce al subjetivismo existencial. Y el subjetivismo se reduce a versiones mal disfrazadas de deontologismo y teleologismo.

Teísmo bíblico

¿Por qué esta confusión? Una vez más, recurro a una cosmovisión muy diferente, el teísmo bíblico de las Escrituras. Según la Biblia, Dios dispone los propósitos de la humanidad, Sus propios mandamientos éticos y la subjetividad humana para que operen juntos. Podemos preguntarnos: “¿Qué traerá la mayor felicidad?” “¿Cuáles son los deberes prescritos por la máxima autoridad?” y “¿Qué encaja mejor con mi subjetividad interior?” y llegar a la misma conclusión. En una cosmovisión bíblica, el teleologismo, el deontologismo y el existencialismo convergen. Nos proporcionan tres perspectivas sobre la ética, tres énfasis diferentes y tres formas de verificar y equilibrar nuestros juicios iniciales. Pero al final, ven los mismos principios éticos, la revelación de Dios, desde tres ángulos diferentes.

En un teleologismo bíblico, buscamos la meta de la gloria de Dios en todo lo que hacemos (1 Corintios 10:31). Cuando glorificamos a Dios, encontramos felicidad, incluso placer. Así que buscamos el reino de Dios y su justicia (Mateo 6:33), sabiendo que todas las demás bendiciones nos serán añadidas.

En un deontologismo bíblico, obedecemos los mandamientos de Dios. Estos incluyen los dos grandes mandamientos: amar a Dios con todo nuestro corazón y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:37–40), y las muchas aplicaciones de estos mandamientos a lo largo de las Escrituras. Un grupo particularmente notable de aplicaciones son los Diez Mandamientos (Éxodo 20:1–17,Deuteronomio 5:6–21).

En una ética existencial bíblica, nos enfocamos en nuestro corazón, como lo hizo Jesús en el Sermón del Monte. Allí enseñó que, si realmente queremos guardar el sexto mandamiento, debemos lidiar con la ira en nuestros corazones (Mateo 5:21-26). Y si queremos protegernos del adulterio, nuestros corazones deben ser purificados de la lujuria (Mateo 5:27-30).

En esta ética bíblica, no hay tensión entre la felicidad humana, los principios normativos y la autenticidad subjetiva. Esto se debe a que Dios es soberano sobre las tres áreas: gobierna la historia para que aquellos que buscan la gloria de Dios eventualmente sean bendecidos (a pesar de los altibajos); ordena los principios que le dan gloria; y nos crea de modo que somos hechos para vivir de esa manera.

Vemos que la filosofía secular da vueltas en círculos. Como no está dispuesto a aceptar la revelación del Dios bíblico, absolutiza las metas, luego los principios, luego los sentimientos subjetivos, y nuevamente a la inversa, sin encontrar ninguna seguridad sobre cómo vivir. Ciertamente, los filósofos de cada una de las tres grandes corrientes de pensamiento anteriores han encontrado parte de la verdad, en el sentido de que han aislado los tres factores que merecen consideración en nuestra búsqueda ética. Pero esos factores siempre lucharán por la supremacía, hasta que encuentren su consistencia bajo un Dios tripersonal.

Este artículo es una adaptación  de We Are All Philosophers de John M. Frame (Lexham Press, 2019).

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Originalmente publicado en este enlace.