Autor: Marcus A. Mininger.

Traductor: Valentín Alpuche.

Revisión: Martín Bobadilla.

¿Cómo se relaciona ser cristiano con la vida cotidiana? En particular, ¿qué valor tienen las actividades ordinarias en esta creación como la panadería, la plomería o la arquitectura, para los propósitos del reino más grande de Dios de redimir a un pueblo y marcar el comienzo de los nuevos cielos y tierra? Por un lado, algunos en la historia de la iglesia han visto la cultura humana negativamente, como algo que es mundano y corruptor y, por lo tanto, debe evitarse. En el lado opuesto, otros han visto las actividades culturales de este mundo redentoramente, como ayudando a traer y constituir el gobierno final del reino de Dios en la tierra incluso ahora. Entre estos opuestos, existe un espectro de otros puntos de vista.

Por ejemplo, en los últimos años algunos escritores reformados han abogado por separar las actividades culturales ordinarias y la obra redentora de Cristo en dos reinos diferentes. Un reino no es específicamente cristiano, sino que es “común” a creyentes e incrédulos. Incluye nuestras actividades sociales y culturales y se guía por la ley natural. El otro reino es “religioso” y se identifica con la iglesia, donde Cristo gobierna actualmente. La vida en ese reino es guiada por las Escrituras.

Otros escritores reformados no están de acuerdo con el punto de vista de los “dos reinos”, creyendo que crea una separación inadecuada entre nuestra vida “común” en la creación y nuestra vida “religiosa” en la iglesia. ¿No está nuestra participación en la cultura humana más estrechamente relacionada con la obra redentora de Cristo en nuestra vida?

Claramente, entonces, este tema de Cristo y la cultura sigue siendo difícil, incluso hoy en día. El amplio espectro de puntos de vista al respecto atestigua esta dificultad, y también nos alienta a discutir el asunto amablemente entre nosotros.

Sin embargo, con la misma claridad, este tema también sigue siendo muy importante, ya que afecta nuestras vocaciones como cristianos todos los días. ¿Cómo vamos a vivir delante de Cristo en actividades ordinarias cada día?

Afortunadamente, aunque el tema es complejo, la Biblia proporciona dirección. Uno de los ejemplos más claros se puede encontrar en la enseñanza de la Biblia acerca de la naturaleza y la práctica del matrimonio, como una parte crucialmente importante de la cultura. La Biblia no aborda considerablemente algunos aspectos de la cultura humana, pero habla del matrimonio con bastante frecuencia, desde el jardín del Edén hasta la nueva creación. Esto hace que el matrimonio sea un buen caso de prueba para ver cómo debemos ver nuestra participación en la cultura aquí y ahora.

En lo que sigue, se destacarán dos aspectos cruciales de la enseñanza de la Biblia sobre el matrimonio. Estos pueden ayudar a mostrar cómo las actividades culturales ordinarias se relacionan y no se relacionan con la obra redentora de Dios en Cristo.

Centrada en Cristo, no negativa o neutral

En Efesios 5:22–33, Pablo proporciona instrucción acerca del matrimonio que está claramente centrado en Cristo. Las esposas deben someterse a sus maridos, dice, porque el marido es la cabeza de su esposa, como también Cristo es la cabeza de la iglesia (vv. 22-23). Los esposos deben amar a sus esposas, dice, “así como” Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella (vv. 25, 28-29). En estos y muchos otros puntos del pasaje, Pablo aquí traza un estrecho paralelismo entre la relación esposo-esposa y la relación Cristo-iglesia. Claramente, el matrimonio como Pablo lo describe está muy centrado en Cristo, y este hecho guía constantemente cómo debemos vivir en Él.

También está claro en Efesios 5 que la visión del matrimonio centrada en Cristo de Pablo está arraigada en el orden original de la creación. Vemos esto especialmente en la apelación que hace a Génesis 2:24 en el versículo 31. Antes de eso, el versículo 28 describe cómo los esposos deben amar a sus esposas como a sus propios cuerpos. Esto se debe a cómo Cristo ama a la iglesia, que es su cuerpo (vv. 29-30). En otras palabras, por designio de Dios, la unión física de una esposa con su esposo se asemeja a la unión espiritual de la iglesia (es decir, a través del Espíritu Santo; cf. 1Corintios 6:16) con Cristo.

Pero ¿cuál es la base para ver una semejanza entre el matrimonio y la unión con Cristo? Pablo encuentra esto en lo que Génesis 2:24 dice acerca del matrimonio: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Génesis describe la unión de “una sola carne” de Adán y Eva, y Pablo dice que también habla o apunta hacia adelante a la unión de “un solo Espíritu” entre Cristo y la iglesia que disfrutan los efesios y todos los cristianos.

Desde el principio, entonces, la unión matrimonial estuvo inherentemente centrada en Cristo. Fue diseñada para señalar aspectos importantes de nuestra redención en Cristo. La unión matrimonial de Adán y Eva, como cualquier otra unión matrimonial desde entonces, proporciona una imagen visible, señalando la unión (aún invisible) entre Cristo y su novia.

Claramente, entonces, la institución cultural del matrimonio, que es una parte tan importante del orden de la creación actual, ciertamente no es malvada o no espiritual. Tampoco es simplemente neutral o “común”. Más bien, por su propia naturaleza, el matrimonio se encuentra en una relación positiva con Cristo al proporcionar un indicador visible de la redención que ha logrado y la vida futura de la nueva creación que vendrá cuando Cristo regrese. El matrimonio en esta creación apunta al mayor matrimonio de la nueva creación.

Esto también significa que, para ser practicado correctamente (es decir, de acuerdo con su diseño inherente), el matrimonio debe practicarse de una manera centrada en Cristo, tal como Pablo describe en Efesios 5. Decir lo contrario iría en contra del diseño original del matrimonio en el jardín. En otras palabras, el matrimonio no es no-religioso. Siempre ha sido acerca de Cristo. Uno se relaciona con el cónyuge, ya sea de acuerdo con o en contra de este hecho. Así que el matrimonio centrado en Cristo no es más que un matrimonio correctamente entendido.

El ejemplo del matrimonio nos muestra, entonces, cómo un aspecto crucial de la cultura humana está destinado a estar centrado en Cristo. No es un aspecto negativo de la vida ni separado de la propia identidad cristiana. Más bien, testifica significativamente de nuestra esperanza futura en Cristo.

Sin embargo, ¿qué pasa con otros aspectos de la cultura? ¿Tienen la intención de señalar también a Cristo y a la nueva creación? Sí. De hecho, la Biblia habla constantemente acerca de la redención y la nueva creación en comparación con las cosas en el orden de creación actual. (Para más información sobre esto, véase Geerhardus Vos, “Heavenly-Mindedness”, en Grace and Glory, especialmente pp. 112–16.)

Ya hemos visto cómo el matrimonio terrenal apunta a la obra de Cristo. Pero esto también es cierto para muchas otras cosas. Por ejemplo, ¿cómo entiendo cómo es la ciudad celestial, la nueva Jerusalén (Apocalipsis 21:2), si no es por analogía con las ciudades aquí en la tierra? ¿Cómo entiendo cómo será la gran cena del Cordero (Apocalipsis 19:9), si no es por analogía con los banquetes de esta vida? ¿O cómo entiendo lo que significa cuando el reino de Dios se compara con un edificio o un campo cultivado (1 Corintios 3:9), excepto al pensar en edificios y campos aquí en la tierra? Comparaciones como estas ocurren a lo largo de las Escrituras. El pan, el vino, las puertas, los jardines, las gemas, los ríos limpios y muchas otras cosas ayudan a señalar aspectos de la redención y la nueva creación.

Esto significa que nuestras actividades culturales en general, y no solo en el matrimonio, ayudan a proporcionar un contexto para comprender (aunque sea débil e indirectamente) el contenido de nuestra esperanza futura en Cristo. Lejos de no tener sentido o no estar relacionados con nuestro cristianismo, nuestros esfuerzos culturales pueden producir imágenes maravillosas que apuntan a aspectos de la redención que ya experimentamos y el nuevo y mayor orden de creación que anhelamos.

Este hecho también puede ayudarnos a informarnos y guiarnos a medida que nos involucramos en la cultura. Debido a que mi matrimonio apunta a Cristo y a la iglesia, no lo abandono ni lo degrado. Más bien, mi anhelo escatológico por Cristo me ayuda a valorar y disfrutar aún más mi matrimonio, buscando que sea una imagen buena y precisa del amor abnegado de Cristo. Del mismo modo, debido a que las ciudades en las que vivimos proporcionan una imagen de nuestra morada escatológica en la nueva Jerusalén, donde la comunión humana con Dios y entre nosotros mismos alcanzará su ápice, ¿no buscaría un planificador cristiano de ciudades embellecer una ciudad terrenal para convertirla en un indicador más apropiado (aunque todavía bastante incompleto e imperfecto) que apunte a nuestra esperanza de la ciudad definitiva por venir? Debido a que el pan que un cristiano hornea en su panadería proporciona una rica imagen de Cristo como el verdadero pan del cielo, ¿estaría menos preocupado por producir un producto hermoso y nutritivo? Tales ejemplos podrían multiplicarse. La esperanza escatológica de un cristiano da sentido y dirección a su participación en la cultura terrenal.

Lo que estamos diciendo, entonces, es que ser cristiano no es ajeno a nuestra vida cotidiana y trabajo en este mundo. Por el contrario, ser cristiano enriquece e informa la participación cultural, precisamentepor nuestra esperanza futura de un nuevo cielo y tierra.

Temporal, no constitutiva

Habiendo visto que el matrimonio y otros aspectos de la cultura son buenos y apuntan a la obra redentora de Cristo, algunos han concluido falsamente que el matrimonio y la cultura son centrales y constitutivos para los propósitos de Dios o que Dios está llevando a cabo el nuevo orden de la creación incluso ahora a través de nuestros esfuerzos culturales. Pero esto sería caer en un error del otro lado del espectro. Si bien el matrimonio no es negativo o neutral, tampoco es una parte permanente o última de la vida. Es, de hecho, temporal, existiendo sólo en este orden de creación, no en la nueva creación.

Así como la Escritura deja en claro que el matrimonio apunta a Cristo, también deja en claro que este indicador no durará. Existe sólo en el tiempo presente, hasta que Cristo regrese. En Mateo 22:30, Jesús dice que después de la resurrección las personas “ni se casan ni se dan en matrimonio, sino que son como ángeles en el cielo”. De manera similar en 1Corintios 6:13, Pablo dice que tanto el sexo como los deseos sexuales (hablados eufemísticamente como “viandas” y el “vientre”) serán destruidos en el futuro. No formarán parte del nuevo orden de la creación. Así que ambos pasajes enseñan claramente lo que los cristianos ortodoxos siempre han confesado, a saber, que el sexo y el matrimonio son temporales, no eternos.

Lo que esto muestra acerca de la relación entre Cristo y la cultura en general también es bastante significativo. Significa que incluso las partes buenas y centradas en Cristo de la vida en esta era presente, que son una bendición maravillosa, aun así, no son aspectos permanentes o constitutivos de los propósitos finales del reino de Dios. Más bien, la buena institución del matrimonio, tan rica y centrada en Cristo como es, todavía sólo apunta al nuevo orden de la creación. No será parte de esa nueva creación. Tampoco el matrimonio trae consigo la nueva creación, como tal; es sólo el propio poder de Dios, obrando a través de su Espíritu, lo que hace eso (2Corintios 5:17).

Como cristianos, entonces, debemos lidiar con ambos lados de la enseñanza de las Escrituras. Por un lado, el matrimonio está inherentemente centrado en Cristo, retratando visiblemente nuestra relación con Cristo e informándonos sobre nuestra esperanza futura. Pero, por otro lado, esta maravillosa institución centrada en Cristo no es en sí misma una parte constitutiva de esa esperanza.

Debido a esto, tan hermoso y centrado en Cristo como es el matrimonio, las Escrituras todavía alientan a los solteros a permanecer así, si pueden, específicamente para estar menos atrapados en cosas que son meramente temporales (1Corintios 7:31-35). Esto no se debe a que el matrimonio sea malo o no esté relacionado con ser cristiano. Es simplemente porque esta cosa buena y centrada en Cristo finalmente desaparecerá.

Entonces, mi decisión de casarme y mi práctica dentro del matrimonio están informadas por mi esperanza futura. Si me caso, entro en una imagen inherentemente centrada en Cristo de mi esperanza futura y busco hacer de esa imagen una expresión clara y fiel de esa esperanza. Sin embargo, si no me caso, me dedico de una manera más completa, no al matrimonio, sino a lo permanente que el matrimonio solo representa. De cualquier manera, el matrimonio como un aspecto de la cultura se relaciona positivamente, aunque solo sea temporalmente, con el nuevo orden de creación final que se realizará en y a través de Cristo.

Otros aspectos de la cultura también son temporales. Por ejemplo, las Escrituras son bastante claras en cuanto a que tanto las posesiones terrenales (Mateo 6:19-20; 1Timoteo 6:7) como las ciudades terrenales (Hebreos 11:10; 13:14) no durarán para siempre. Por esta razón, si bien los productos culturales que fabricamos ayudan a señalar nuestra esperanza futura, tampoco constituyen esa esperanza. Así que incluso si tales cosas nos son quitadas o destruidas, nuestra esperanza misma queda íntegra porque buscamos una herencia mejor e imperecedera en la nueva creación, que es preparada por Dios, no por el hombre (Hebreos 10:34; 11:16).

¡Los cristianos deben tener cuidado de no confundir los indicadores temporales con lo real! Las ciudades terrenales, el pan, las viñas, etc., pueden y deben proporcionar imágenes ricas y significativas de los propósitos finales de Dios para un nuevo orden de la creación. Sin embargo, debido a que tales imágenes son temporales, tenemos que tomar decisiones cuidadosas basadas en lo que es más importante. Si no estamos seguros de a qué vocación nos está llamando el Señor en la vida, o si tenemos que elegir entre dar nuestro tiempo y dinero para construir una ciudad terrenal, que un día será destruida, y llevar a la gente a la ciudad celestial misma a través del avance del evangelio, entonces estamos frente a opciones entre el bien, cosas temporales, por un lado, y cosas que son mucho mejores porque son permanentes en sus efectos, por otro lado. Es evidente que debemos dar mucha más prioridad a esto último. De hecho, los cristianos a menudo deben retirarse del compromiso cultural voluntario, tan bueno y centrado en Cristo como es, para dedicarse a sí mismos, sus esfuerzos y su dinero más directamente a lo que no perecerá.

Conclusión

Al final, centrarse en nuestra esperanza futura nos muestra cómo la cultura humana debe estar centrada en Cristo y cómo es fugaz. La cultura no es negativa ni neutral, por lo que todas las actividades deben hacerse para Cristo, como testimonios sobre nuestra esperanza futura en Él. La cultura tampoco produce nuestra esperanza, por lo que nuestra preocupación central está en otra parte, en lo que realmente perdura.

Que Dios nos ayude, entonces, a ver toda la vida siempre en relación con Cristo, a participar en ella de maneras que hablen bien de Cristo, y a anhelar fervientemente esa esperanza futura más plena hacia la cual la cultura solo apunta y por la cual algún día será reemplazada.

_____________________________________________________________________________________

Originalmente publicado en este enlace.