PROLEGÓMENOS CON REFERENCIA AL CATECISMO DE LA RELIGIÓN CRISTIANA QUE FUE PREPARADO Y ENSEÑADO EN LAS ESCUELAS E IGLESIAS DEL PALATINADO
Autor: Zacharias Ursinus
Traductor: Valentín Alpuche
COMENTARIO AL CATECISMO DE HEIDELBERG – 1
Estos PROLEGÓMENOS son en parte generales, como las secciones que tratan de toda la doctrina de la Iglesia: y en parte especiales, como las que tienen que ver simplemente con el Catecismo.
Los prolegómenos generales, relativos a la doctrina de la Iglesia, pueden incluirse en las siguientes preguntas:
- ¿Cuál es la doctrina de la iglesia?
- ¿Cuáles son sus partes y en qué se diferencian entre sí?
- ¿En qué difiere la doctrina de la Iglesia de la de las diversas sectas y de la filosofía, y por qué deben conservarse estas distinciones?
- ¿Cuáles son las evidencias de la verdad y certeza de esta doctrina?
- ¿Cuáles son los diversos métodos para enseñar y estudiar esta doctrina?
- ¿CUÁL ES LA DOCTRINA DE LA IGLESIA?
La doctrina de la iglesia es la doctrina completa e incorrupta de la Ley y el Evangelio concerniente al Dios verdadero, junto con su voluntad, obras y adoración; divinamente revelada y comprendida en los escritos de los profetas y apóstoles, y confirmada por muchos milagros y testimonios divinos; a través de la cual el Espíritu Santo obra eficazmente en los corazones de los elegidos, y reúne de toda la raza humana una iglesia eterna, en la cual Dios es glorificado, tanto en esta como en la vida venidera.
Esta doctrina es la marca principal y más expresiva de la verdadera iglesia, que Dios diseña para ser visible en el mundo y para estar separada del resto de la humanidad, de acuerdo con estas declaraciones de las Escrituras: «Guardaos de los ídolos». «Salid de en medio de ellos, y apartaos». «Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido!». «Apartaos, apartaos, salid de ahí, no toquéis cosa inmunda; salid de en medio de ella; purificaos los que lleváis los utensilios de Jehová». «Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas» (1Juan 5:21; 2 Corintios 6:17; 2Juan 10; Isaías 52:11; Apocalipsis 18:4).
Dios quiere que su iglesia sea separada y distinta del mundo, por las siguientes consideraciones:
a. Primero, a causa de su propia gloria; porque, como Él mismo no se unirá con ídolos y demonios, así no confundirá su verdad con falsedad, y su iglesia con sus enemigos, los hijos del diablo; pero los distinguirá y separará cuidadosamente. Sería reprochable a Dios suponer que tendría y reconocería como sus hijos, a los que lo persiguen; sí, sería una blasfemia hacer de Dios el autor de la falsa doctrina y el defensor de los malvados; porque «¿qué concordia Cristo con Belial?» (2Corintios 6:14).
b. En segundo lugar, a causa del consuelo y la salvación de su pueblo; porque es necesario que la iglesia sea visible en el mundo, que los elegidos, dispersos entre toda la raza humana, sepan con qué sociedad deben unirse, y que, estando reunidos en la iglesia, puedan disfrutar de este consuelo seguro, que son miembros de esa familia en la que Dios se deleita, y que tienen las promesas de vida eterna. Porque es la voluntad de Dios que todos aquellos que han de ser salvos, sean reunidos en la iglesia en esta vida. Fuera de la iglesia no hay salvación.
Cómo se puede conocer a la iglesia, y cuáles son las marcas por las cuales puede distinguirse de las diversas sectas, se mostrará cuando lleguemos a hablar regularmente sobre el tema de la iglesia. Sin embargo, podemos decir aquí que hay tres marcas por las cuales se conoce a la iglesia: pureza de doctrina, el uso apropiado de los sacramentos y la obediencia a Dios de acuerdo con todas las partes de esta doctrina ya sea de fe o práctica. Y si se objeta aquí, que los grandes vicios a menudo han hecho su aparición en la iglesia, responderíamos que la iglesia no los defiende ni se adhiere a ellos, como lo hacen las diversas sectas. Sí, la Iglesia es la primera en censurarlos y condenarlos. Por lo tanto, si hay fallas en la iglesia, estas son desaprobadas y eliminadas. Mientras dure este estado de cosas, la iglesia permanecerá.
- ¿CUÁLES SON LAS PARTES DE LA DOCTRINA DE LA IGLESIA, Y EN QUÉ DIFIEREN UNAS DE OTRAS?
La doctrina de la iglesia consta de dos partes: la Ley y el Evangelio, en las que hemos comprendido la suma y sustancia de las Sagradas Escrituras. La Ley se llama el Decálogo, y el Evangelio es la doctrina concerniente a Cristo el Mediador, y la libre remisión de los pecados, a través de la fe. Esta división de la doctrina de la iglesia es establecida por estos argumentos claros y contundentes.
1. Toda la doctrina comprendida en los escritos sagrados se refiere a la naturaleza de Dios, su voluntad, sus obras, o el pecado, que es la obra propia de los hombres y los demonios. Pero todos estos temas están completamente expuestos y enseñados, ya sea en la Ley, o en el Evangelio, o en ambos. Por lo tanto, la Ley y el Evangelio son las divisiones principales y generales de las Santas Escrituras, y comprenden toda la doctrina comprendida en ellos.
2. Cristo mismo hace esta división de la doctrina que hará que se predique en su nombre, cuando dice: «Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones» (Lucas 24:46-47). Pero esto abarca toda la esencia de la Ley y el Evangelio.
3. Los escritos de los profetas y apóstoles, comprenden el Antiguo y Nuevo Testamento, o el pacto entre Dios y el hombre. Por lo tanto, es necesario que las partes principales del pacto estén contenidas y explicadas en estos escritos, y que declaren lo que Dios nos promete y nos concede, a saber: su favor, la remisión de los pecados, la justicia y la vida eterna; y también lo que Él, a cambio, requiere de nosotros: que es fe y obediencia. Estas, ahora, son las cosas que se enseñan en la Ley y el Evangelio.
4. Cristo es la sustancia y el fundamento de todas las Escrituras. Pero la doctrina contenida en la Ley y el Evangelio es necesaria para guiarnos al conocimiento de Cristo y sus beneficios: porque la Ley es nuestro tutor, para llevarnos a Cristo, obligándonos a acudir a Él, y mostrándonos lo que es la justicia, la cual Él ha producido, y ahora nos ofrece. Pero el Evangelio, declaradamente, trata de la persona, el oficio y los beneficios de Cristo. Por lo tanto, en la ley y el evangelio tenemos la totalidad de las Escrituras, comprendiendo la doctrina revelada desde el cielo para nuestra salvación.
Las principales DIFERENCIAS entre estas dos partes de la doctrina de la iglesia, consisten en estas tres cosas:
1. En el tema, o carácter general de la doctrina, peculiar de cada uno. La ley prescribe y ordena lo que se debe hacer, y prohíbe lo que debe evitarse: mientras que el evangelio anuncia la remisión gratuita del pecado, a través y por causa de Cristo.
2. En la manera de la revelación peculiar de cada uno. La ley es conocida por la naturaleza; el Evangelio es divinamente revelado.
3. En las promesas que hacen al hombre. La ley promete vida con la condición de obediencia perfecta; el Evangelio, con la condición de la fe en Cristo y el comienzo de una nueva obediencia. De aquí en adelante, sin embargo, se dirá más sobre este tema en el lugar apropiado.
III. ¿EN QUÉ DIFIERE LA DOCTRINA DE LA IGLESIA DE LA DE OTRAS RELIGIONES Y DE LA FILOSOFÍA?: ¿Y POR QUÉ DEBEN CONSERVARSE ESTAS DISTINCIONES?
La doctrina de la iglesia difiere de la de todas las demás religiones, en cuatro aspectos.
a. Primero: la doctrina de la iglesia tiene a Dios como su autor, por quien fue entregada, a través de los profetas y apóstoles, mientras que los diversos sistemas religiosos de las sectas han sido inventados por los hombres, a través de la sugerencia del diablo.
b. En segundo lugar: sólo la doctrina de la iglesia tiene tal testimonio divino en la confirmación de su verdad, que es segura e infalible, y que está calculada para calmar la conciencia y condenar a todas las diversas sectas por sus errores.
c. Tercero: en la iglesia la Ley de Dios se mantiene entera e incorrupta, mientras que en otros sistemas de religión se reduce y corrompe vilmente; porque los defensores de estas falsas religiones rechazan por completo la doctrina de la primera tabla, concerniente al conocimiento y adoración del Dios verdadero, ya sea estableciendo algún otro dios además de aquel que se ha revelado a la iglesia por su Palabra y obras, y buscando un conocimiento de Dios, no en su Hijo, sino fuera de Él, o adorándolo de otra manera de lo que Él ha ordenado en su Palabra. Y no sólo eso, sino que también son igualmente ignorantes de la obediencia interna y espiritual de la segunda tabla; y cualquiera que sea la verdad y la excelencia que haya en estos sistemas de religión, no es más que una parte de los preceptos de la segunda tabla, en relación con el comportamiento externo de la vida y los deberes civiles que los hombres se deben unos a otros.
d. Cuarto: es sólo en la iglesia que el evangelio de Cristo es plenamente enseñado, y correctamente entendido; porque las diversas sectas como las étnicas, los filósofos, los judíos y los turcos, o bien lo ignoran por completo, y por lo tanto lo rechazan, o bien añaden a sus errores lo poco que han extraído de la doctrina de los apóstoles; cuyo uso, sin embargo, no comprenden ni entienden adecuadamente; como es cierto de los arrianos, papistas, anabaptistas y todas las demás herejías; algunos de los cuales tienen errores concernientes a la persona, y otros concernientes al oficio de Cristo, el Mediador. Estas grandes distinciones prueban que sólo la doctrina de la iglesia debe ser enseñada y retenida con firmeza, mientras que las doctrinas y los sistemas religiosos de las sectas que se oponen a la verdad deben ser rechazados y expulsados, como perversiones y estrategias malvadas del diablo; según está dicho: «Guardaos de los falsos profetas». Y, «Guardaos de los ídolos» (Mateo 7:15; 1Juan 5:21).
Sin embargo, es diferente con la filosofía. La verdadera filosofía, aunque también difiere mucho de la doctrina de la iglesia, sin embargo, no se opone a ella, ni es una fabricación malvada y una estrategia de Satanás, como es cierto de las falsas doctrinas de las sectas; pero contiene la verdad, y es, por así decirlo, un cierto rayo de la sabiduría de Dios, impreso en la mente del hombre en su creación. Es una doctrina que tiene respeto a Dios y a sus criaturas, y muchas otras cosas que son buenas y provechosas para la humanidad, y ha sido extraída de la luz de la naturaleza, y de principios en sí mismos claros y evidentes, y reducida a un sistema por hombres sabios y serios. Se deduce, por lo tanto, que no sólo es lícito, sino también provechoso, que los cristianos se dediquen al estudio de la filosofía; mientras que, por otra parte, no es apropiado que se dediquen al estudio de las diversas doctrinas de las sectas; porque todas estas deben ser detestadas y evitadas, como estrategias malvadas del diablo.
La filosofía y la doctrina de la iglesia difieren, especialmente en los siguientes aspectos.
a. Primero: en sus principios. La filosofía es totalmente natural, y está construida y basada en principios deducidos de la naturaleza. Y, aunque hay muchas cosas en la doctrina de la iglesia que pueden ser conocidas por la naturaleza, sin embargo, la parte principal y principal de ella, que es el evangelio, está tan lejos y por encima de la naturaleza, que, a menos que el Hijo de Dios nos la hubiera revelado desde el seno del Padre, ninguna sabiduría de los hombres o de los ángeles podría haberla descubierto.
b. En segundo lugar: difieren en sus temas; porque, mientras que la doctrina de la iglesia comprende el verdadero sentido y significado de la Ley y el Evangelio, la filosofía ignora completamente el Evangelio, omite las partes más importantes de la Ley y explica de manera muy oscura e imperfecta aquellas partes que abarca en relación con los deberes civiles y el comportamiento externo de la vida, recogidos de algunos pocos preceptos del Decálogo. Y no solo eso, sino que la filosofía también enseña algunas de las artes y ciencias que son útiles y provechosas; como la lógica, la filosofía natural y las matemáticas, que no encontramos en la doctrina de la iglesia, pero que, sin embargo, tienen una influencia importante sobre los intereses de la sociedad, cuando se enseñan y comprenden.
c. En tercer lugar: difieren en sus efectos. Sólo la doctrina de la iglesia rastrea el origen todos los males y miserias que son inherentes al hombre hasta su verdadera fuente, que se encuentra en la caída y desobediencia de nuestros primeros padres en el Paraíso. Además, provee verdadero y sólido consuelo a la conciencia, señalando el camino por el cual podemos escapar de las miserias del pecado y la muerte, y, al mismo tiempo, nos asegura la vida eterna, a través de nuestro Señor Jesucristo. Pero la filosofía ignora la verdadera causa de todos nuestros males, y no puede otorgarnos ni dirigirnos a ese consuelo que puede satisfacer los deseos del corazón humano.
Hay, sin embargo, ciertas consolaciones que son comunes, tanto a la filosofía como a la teología; entre los cuales podemos mencionar la doctrina de la providencia de Dios, la necesidad de obedecer la ley, una buena conciencia, la excelencia de la virtud, los designios últimos que propone la virtud, los ejemplos de otros, la esperanza de recompensa y una comparación de los diferentes eventos y circunstancias de la vida. Pero esas consolaciones mayores y más preciosas, por las cuales el alma es sostenida y apoyada, cuando está expuesta a los terribles males del pecado y la muerte, son peculiares de la iglesia, y consisten en la libre remisión del pecado por y a causa de Cristo, la gracia y la presencia de Dios bajo estos males, junto con la liberación final y la vida eterna.
Pero, aunque la verdadera filosofía sea insuficiente para satisfacer todas las demandas de nuestra naturaleza moral, y, aunque pueda ser imperfecta, en comparación con la teología, sin embargo, no se opone, y va en contra de la doctrina de la iglesia, como si fuera hostil a ella. Por lo tanto, cualesquiera que sean los sentimientos erróneos, tales como los que están en clara oposición a la verdad de la Palabra de Dios, que se encuentran en los escritos de los diferentes filósofos, y que son presentados, por herejes, con el propósito de controvertir y derrocar el verdadero sentido de las Escrituras, estos no son filosóficos, siendo nada más que las estrategias sutiles del ingenio humano, y las mismas úlceras de la verdadera filosofía, como la opinión de Aristóteles sobre la creación del mundo, y la de Epicuro sobre la inmortalidad del alma, etc., o son de hecho filosóficas, pero inapropiadamente aplicadas a la teología.
Estas distinciones entre la doctrina de la iglesia y la de otras religiones, y también de la filosofía, deben observarse y mantenerse por estas razones.
a. Primero: que toda la gloria que pertenece propiamente a Dios pueda ser atribuida a Él, lo cual no se puede hacer a menos que reconozcamos y confesemos todo lo que Él quiere que creamos acerca de sí mismo y su voluntad, y a menos que no agreguemos nada a estas revelaciones que se ha complacido en hacer de sí mismo; porque Dios no puede ser unido con ídolos, ni su verdad puede mezclarse con las mentiras y la falsedad de Satanás, sin arrojar el mayor reproche sobre su nombre.
b. En segundo lugar: para que no pongamos en peligro nuestra salvación, que podría ocurrir si fuéramos engañados, y abrazar la filosofía o la enseñanza de alguna de las sectas, en lugar de la verdadera religión.
c. Tercero: para que nuestra fe y consuelo aumenten, al ver la excelencia superior de la doctrina de la iglesia sobre las enseñanzas de todos los demás sistemas de religión; y tantísimas cosas que se encuentran en la religión de la Biblia, son totalmente deficientes en todas las demás; y por qué es que sólo aquellos que confiesan y se aferran a las enseñanzas de la Palabra de Dios son salvos, mientras que todas las diversas sectas, con sus adherentes, son condenadas y rechazadas por Dios.
d. Finalmente: para que podamos separarnos de los epicúreos y académicos, que o bien desprecian todo lo relacionado con la piedad, o la pervierten tanto como para suponer que todo hombre que profesa alguna forma de religión será salvo, interpretando así la declaración del apóstol donde dice: «Mas el justo por su fe vivirá» (Romanos 1:17). Ahora bien, en la medida en que concierne a estos epicúreos, no son dignos de ser refutados; y en cuanto a los académicos, evidentemente arrebatan la declaración del Apóstol de su significado apropiado, y pueden, por lo tanto, ser fácilmente refutados; porque el pronombre «su» nunca significa la fe que cualquier hombre puede imaginar, o forjar para sí mismo, sino que significa la verdadera fe católica, peculiar de cada uno que ha abrazado el evangelio de Cristo; y así se opone a la fe de cualquier otro hombre, aunque sea verdadera; y también a la doctrina de la justificación por obras. Por lo tanto, el verdadero sentido de este pasaje de la Escritura es: El hombre justo es justificado, no por las obras de la ley, sino sólo por la fe en Cristo, y eso por su propia fe peculiar, y no por la fe de otro hombre.
- ¿CUÁLES SON LAS EVIDENCIAS POR LAS CUALES SE CONFIRMA LA VERDAD DE LA RELIGIÓN CRISTIANA, O LA DOCTRINA DE LA IGLESIA?
Hay un gran número de argumentos que van a establecer la verdad y la certeza de las enseñanzas de la iglesia, algunos de los cuales convencen a la conciencia; como es el caso de los primeros trece, a los que aquí nos unimos, mientras que los que vienen después, inclinan y convierten el corazón. Estos argumentos los presentaremos en el siguiente orden:
1. La pureza y perfección de la Ley. No es posible que una religión sea verdadera y divina pero que inventa y tolera ídolos, o aprueba aquellas formas de maldad que están en clara oposición a la Ley de Dios y al juicio de la sana razón. Ahora bien, todas las diferentes formas de religión, excepto la que ha sido revelada en las Sagradas Escrituras, y que es recibida y reconocida por la iglesia, evidentemente hacen esto. Para todos ellos, (como ya se ha dicho), o abrogan completamente la primera tabla del Decálogo, que tiene que ver con el único Dios verdadero y su adoración, o la corrompen vergonzosamente; mientras que, al mismo tiempo, conservan solo una pequeña parte de la segunda tabla, relacionada con la corrección externa y los deberes civiles. Es sólo la iglesia la que conserva ambas tablas del Decálogo enteras e incorruptas, según las Escrituras. Por lo tanto, es sólo la doctrina de la iglesia la que es verdadera y divina.
2. Lo mismo puede argumentarse sobre el Evangelio, que señala el único camino de escape y liberación del pecado y la muerte; porque, con toda seguridad, la doctrina y religión es verdadera y divina porque revela un método de liberación de estos grandes males, sin hacer ninguna violencia a la justicia de Dios, y administra un sólido consuelo a la conciencia, en relación con la vida eterna. Ahora bien, puesto que la doctrina de la iglesia es el único sistema de verdad religiosa que ha descubierto y proclamado una forma de liberación de los males del pecado y la muerte, la cual es la única que proporciona un consuelo real y sustancial a la conciencia, debe ser verdadera y divina.
3. La gran antigüedad de esta doctrina proporciona evidencia de su verdad; porque ningún otro sistema de verdad religiosa aparte del que hemos recibido en las Sagradas Escrituras puede rastrear su origen en Dios, y probar su descendencia segura y continua desde el principio del mundo. Todas las diversas historias del mundo unen su testimonio con el de la historia sagrada, al afirmar que todas las demás religiones tuvieron su origen después de esta, y son nuevas en comparación con ella. Por lo tanto, en la medida en que la religión más antigua desafía la más alta consideración, y tiene la evidencia más fuerte de la verdad (porque los hombres ordinariamente reciben y consideran que la primera religión vino inmediatamente de Dios), se deduce que solo la doctrina de la iglesia es verdadera y divina.
4. Los milagros por los cuales Dios confirmó la verdad de esta doctrina, desde el principio del mundo, dan testimonio de su carácter divino; milagros que el diablo no puede imitar, incluso en lo que respecta a su apariencia externa; tales como la resurrección de los muertos, hacer que el sol se detenga y retroceda, la división del mar y los ríos, hacer fructíferos lo estéril, y otros de carácter similar, todos los cuales dan el testimonio más fuerte de la verdad y el carácter divino de esta doctrina, en la medida en que fueron realizados por Dios (que no podía dar tal testimonio de lo que es falso) para la confirmación de aquellas cosas que fueron habladas por los profetas y apóstoles.
5. Las profecías y predicciones, de las cuales hay muchas, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, que han recibido un cumplimiento más completo y exacto, establecen de la manera más satisfactoria y concluyente el carácter divino de las enseñanzas de la iglesia, en la medida en que nadie más que Dios puede pronunciar tales declaraciones.
6. La armonía de las diferentes partes de la doctrina de la iglesia, es una evidencia de su verdad. Aquella doctrina que se contradice a sí misma no puede ser verdadera, ni de Dios, ya que la verdad está en perfecta armonía consigo misma, y Dios no puede contradecirse a sí mismo. Y como todas las demás religiones, excepto la que se enseña en los escritos de los profetas y apóstoles, difieren mucho entre sí, incluso en puntos que se consideran principales y fundamentales, sólo ésta, que armoniza tan plena y perfectamente en todas sus diversas partes, debe ser verdadera y de Dios.
7. El reconocimiento de la excelencia superior de la religión cristiana por parte de sus enemigos, puede ser instado como un argumento a favor de su verdad. El diablo mismo se vio obligado a confesar: «Tú eres Cristo, el Hijo de Dios» (Lucas 4:41). Otros enemigos también han sido inducidos repetidamente a dar testimonio de la excelencia superior de las enseñanzas de la iglesia. Sí, se puede decir que cualquier bondad y verdad que se pueda encontrar en otras religiones, lo mismo también está contenido en la religión de la Biblia, solo que mucho más clara y plenamente; y se puede demostrar muy fácilmente que han tomado prestadas estas cosas de las enseñanzas de la iglesia, y que las han mezclado con sus propias invenciones, como el diablo mismo está acostumbrado, como imitador de Dios, a unir ciertas verdades con sus falsedades, para que así pueda engañar más fácilmente a los hombres. Por lo tanto, aquellas cosas que las diversas sectas tienen en común con las enseñanzas de la iglesia no deben oponerse, porque nos las han tomado prestadas; pero aquellas cosas que están en oposición a la doctrina de la Iglesia pueden ser fácilmente refutadas, ya que no son más que invenciones de los hombres.
8. La malignidad de satanás, y sus diversos emisarios, contra la doctrina de la iglesia es una evidencia de su verdad: porque con toda seguridad aquella religión es verdadera y de Dios, la cual el diablo y los hombres malvados, con una sola mente y propósito, desprecian y se esfuerzan por destruir. La verdad generalmente provoca la oposición de los malvados, y el diablo, se nos dice, fue homicida desde el principio, y no permaneció en la verdad. Ahora, es manifiestamente cierto que el mundo y satanás no odian e impugnan ninguna otra doctrina tan violentamente como la de la iglesia, y esto se debe a que la iglesia los reprende más agudamente, cuestiona sus errores, expone sus falacias y fraudes, y condena más severamente todos sus ídolos y vicios, que a las diversas sectas que conspiran en estas cosas, e incluso, en muchos casos, las defienden. «No puede el mundo aborreceros a vosotros; mas a mí me aborrece, porque yo testifico de él, que sus obras son malas». «Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece» (Juan 7:7; 15:19).
9. La maravillosa protección y preservación de esta doctrina, a pesar de la malicia y la ira de Satanás y otros enemigos, es una prueba de su verdad; porque, puesto que ninguna otra religión ha sido tan feroz y constantemente atacada por tiranos y herejes como la de la iglesia, a la que Dios, no obstante, ha protegido maravillosamente contra la ira de sus enemigos y las puertas del infierno, de modo que solo ella permanece hasta el presente, para asombro del mundo; mientras que otras religiones, mientras tanto, han desaparecido de la tierra, con poca o ninguna oposición; podemos, por lo tanto, concluir con seguridad que la doctrina de la iglesia es aprobada y querida por Dios, o de lo contrario nunca le habría extendido la protección que tiene.
10. Los castigos y diversos juicios que Dios, en diferentes momentos, ha infligido a los enemigos de la iglesia, declaran el carácter divino de sus enseñanzas; porque aquella religión es indudablemente de Dios, contra la cual nadie puede oponerse impunemente, lo cual puede decirse que es verdad, como lo atestigua toda la historia, de aquel sistema de religión entregado en los escritos de los profetas y apóstoles. Y, aunque los impíos a menudo prosperan en el mundo, y la iglesia parece ser pisoteada, sin embargo, esto no sucede, como lo testifica abundantemente el resultado final de estos eventos y como las Escrituras enseñan en todas partes, por mera casualidad, o porque Dios tenga mayor placer en los malvados que en la iglesia; porque la Iglesia siempre es preservada, incluso en medio de las mayores persecuciones, y finalmente obtiene la liberación de sus opositores más violentos, mientras que, por otro lado, la corta temporada de prosperidad y triunfo de tiranos crueles y hombres malvados es seguida por una destrucción muy terrible. Tampoco se debilita la fuerza de este argumento porque todos los perseguidores de la iglesia no sean, en esta vida, castigados de la misma manera trágica, como Antíoco, Herodes y otros; porque mientras Dios, en su mayor parte, se venga de sus enemigos en esta vida, declara claramente, por estos juicios, lo que quiere que pensemos de otros de carácter similar que no son severamente castigados, a saber: que los considera sus enemigos, y los arrojará al castigo eterno a menos que se arrepientan y busquen su favor.
11. El testimonio y la constancia de los mártires que testificaron en medio de los dolores más terribles que creían verdaderamente en lo que enseñaban, que estaban firmemente persuadidos en sus corazones de la verdad de la doctrina que profesaban, y que obtuvieron de ella el consuelo que habían predicado a otros, que eran ciertamente hijos de Dios por causa de Cristo, y que Dios cuidaba de ellos, incluso en medio de la muerte, puede considerarse como una evidencia de la verdad de la religión cristiana; porque Dios, sosteniéndolos y nutriéndolos con los preciosos consuelos del evangelio, declaró que aprobaba las doctrinas por las cuales estaban llamados a sufrir.
12. La piedad y santidad de los que escribieron las Sagradas Escrituras, y profesaron la doctrina contenida en ellas, es una fuerte confirmación de su verdad; porque aquella religión que hace a los hombres santos y aceptables a Dios debe ser necesariamente santa y divina. Ahora bien, como los patriarcas, profetas, apóstoles y otros que lo han hecho, así como aquellos que ahora abrazan y creen sinceramente esta doctrina, superan grandemente a los seguidores de otras religiones en virtud y piedad práctica, como cada uno puede ver más claramente al hacer una comparación adecuada, podemos concluir razonablemente que las enseñanzas de la iglesia tienen evidencias más fuertes y satisfactorias de verdad y certeza que las de cualquier otro sistema de religión que alguna vez se ha ideado.
13. La franqueza y la honestidad que aquellos a quienes el Espíritu Santo empleó al poner esta doctrina por escrito, al hablar y condenar sus propias faltas, así como las de otros, pueden ser instados como argumento a favor de la verdad de lo que escribieron.
14. Por último, podemos mencionar en confirmación de la veracidad de esta doctrina, el testimonio del Espíritu Santo, por cuya inspiración fueron dadas las Escrituras. Con este testimonio queremos decir una fe fuerte y viva, y una firme persuasión, forjada en los corazones de los fieles por el Espíritu Santo, de que las Escrituras son la Palabra de Dios, y que Dios será misericordioso con nosotros de acuerdo con lo que se afirma en las Escrituras, cuya fe va seguida por el amor a Dios y la invocación de su Nombre con una esperanza segura de obtener todo lo que es necesario para nuestro consuelo aquí y, en el mundo venidero, la vida eterna. Esta seguridad y consuelo permanente de los piadosos no descansa sobre el testimonio del hombre, ni de ninguna otra criatura, sino sobre el de Dios, y es el efecto propio del Espíritu Santo. Como tal, es experimentada por todos aquellos que verdaderamente creen, en quienes también es fortalecida y confirmada por el mismo Espíritu, a través de la lectura, la escucha y el estudio de la doctrina entregada por los profetas y apóstoles. Por lo tanto, es principalmente por el testimonio del Espíritu Santo que todos los que se convierten a Cristo son confirmados en la verdad de esta doctrina celestial, y la tienen sellada en sus corazones. Este argumento, siendo también aplicable a los no regenerados, no sólo convence a sus conciencias de la verdad y autoridad de las Sagradas Escrituras, sino que también mueve e inclina sus corazones a asentir a esta doctrina y a recibirla como la verdad de Dios. Este argumento, por lo tanto, es el más importante de todos los que hemos presentado; porque, a menos que los que preceden a este vayan acompañados del testimonio interno del Espíritu Santo, sólo convencen a la conciencia y tapan la boca de los oponentes, pero no mueven ni inclinan el corazón.
- ¿CUÁLES SON LOS DIVERSOS MÉTODOS PARA ENSEÑAR Y APRENDER LA DOCTRINA DE LA IGLESIA?
El método de enseñanza y estudio de la teología es triple. El primero es el sistema de instrucción catequética, o el método que comprende un breve resumen y una exposición simple de las principales doctrinas de la religión cristiana, que se llama catequesis. Este método es de la mayor importancia para todos, porque es igualmente necesario que todos, eruditos como indoctos, sepan qué constituye el fundamento de la verdadera religión.
El segundo método es la consideración y discusión de temas de carácter general y más difícil, o los Lugares Comunes, como se les llama, que contienen una explicación más extensa de cada punto, y de preguntas difíciles con sus definiciones, divisiones y argumentos. Este método pertenece más apropiadamente a las escuelas teológicas, y es necesario:
a. Primero, para que aquellos que son educados en estas escuelas, y que luego pueden ser llamados a enseñar en la iglesia, puedan comprender más fácil y completamente todo el sistema de teología; porque, como es en otras cosas, así también lo es en el estudio de la Divinidad, nuestro conocimiento de ella se obtiene lentamente y con gran dificultad; sí, nuestro conocimiento de ella debe permanecer necesariamente confuso e imperfecto a menos que cada parte separada de esta doctrina sea enseñada en alguna forma sistemática, para ser percibida y entendida por la mente.
b. En segundo lugar, para que aquellos que son estudiantes de teología, cuando sean llamados a actuar como maestros en la iglesia, puedan presentar clara y sistemáticamente la sustancia de toda la doctrina de la Palabra de Dios. Para hacer esto, es necesario que ellos mismos primero tengan un sistema completo, o marco, por así decirlo, de esta doctrina en su propia mente.
c. En tercer lugar, es necesario, con el propósito de descubrir y determinar la interpretación verdadera y natural de las Escrituras, que requiere un conocimiento claro y completo de cada parte de la doctrina de la iglesia, para que esta interpretación pueda estar de acuerdo con la analogía de la fe, para que las Escrituras puedan armonizarse en todo.
d. Por último, es necesario con el propósito de capacitarnos para formarnos una decisión adecuada con respecto a las controversias de la iglesia, que son diversas, difíciles y peligrosas, para que no seamos arrastrados de la verdad al error y la falsedad.
El tercer método de estudio de la teología es la lectura cuidadosa y diligente de las Escrituras o del texto sagrado. Este es el método más elevado en el estudio de la doctrina de la iglesia. Para lograr esto, los dos métodos anteriores deben ser estudiados, para que podamos estar bien preparados para la lectura, comprensión y exposición de las Sagradas Escrituras. Porque, así como la doctrina del catecismo y los lugares comunes son sacados de las Escrituras, y son dirigidos por ellos como su regla, así también nos conducen, por así decirlo, de la mano a las Escrituras. El Catecismo del que hablaremos en estas conferencias pertenece al primer método de estudio de la teología.
Originalmente publicado en este enlace.